15 de septiembre, 2020

Miradas

Clásicos a la sombra

Argentina es tierra de historietistas y de clásicos de historietas. Sin embargo, el lector, en la mayor parte de los casos, sólo tiene acceso a fragmentos de esas historietas.


 

Clásicos a la sombra

Tierra de clásicos

Cuando planteamos en esta nueva etapa de Fierro crear una sección de clásicos de la historieta argentina, en alguna medida, pensamos en los raros, en los escasos, en los pocos vistos. La triste verdad es que los clásicos de la historieta argentina se ganaron su título en ausencia. Hay pocos autores nacionales que sean reeditados con frecuencia a lo largo de los años. La mayoría duerme el sueño de los justos desde hace décadas.
Sabemos que José Luis Salinas es un clásico. Pero no tenemos una reedición de su obra desde los lejanos tomitos de Ediciones Record (que además alteraron la edición original con globos de diálogos y una diagramación diferente, adoptando algunos cambios que ya habían ocurrido en las reediciones de Patoruzito). 
Sabemos también que “Mangucho y Menecha” (más conocido como “Don Pascual”) de Battaglia es un clásico; que “Langostino, el navegante independiente” de Ferro es un clásico; que las diferentes caracterizaciones de “Bull Rockett” y “Misterix” son clásicos; que “Vito Nervio”; Divito; el “Randall” de Del Castillo-Oesterheld o el “Rinkel” de Lovato son clásicos. Por no hablar de tantas gemas aparecidas en Skorpio o Columba. 
Todo eso, los que somos aficionados al género, lo sabemos. Pero son pocos, pero muy pocos, los que pueden decir “yo vi” o “yo tengo” esa serie… Y muchos menos los que nos pueden asegurar “yo las leí”.

¿Dónde están los clásicos?

Entonces, ¿de qué clásicos hablamos? ¿Los clásicos no se conforman en la relectura, en ese desgaste interpretativo que se genera con la amigable frecuentación de un texto, de una imagen, a lo largo de las generaciones? Para que eso suceda la obra necesita circular entre manos, verse, leerse.

Lamentablemente, la desidia cultural que nos caracteriza, los vaivenes económicos, y nuestra ignorancia impiden que eso ocurra. Las obras agonizan en sus ediciones originales, deshaciéndose en polvo, como los libros que encontró abandonados en los anaqueles de la ciudad de los Eloi, hace tantos años en el futuro, el viajero del tiempo de H. G. Wells.
Gracias al buen auspicio y la excelente voluntad de coleccionistas como Toni Torres (dueño del mítico Club del Comic y columnista de esta nueva etapa de la revista Fierro) y de especialistas como Carlos Altgelt, hoy podemos acceder a parte de esas series clásicas y a nombres que han quedado injustamente, no digo olvidados, pero sí relegados. 

Los timoneles del cambio

De un tiempo a esta parte, comenzó a inclinarse la balanza. Especialistas como Pablo Sapia se pusieron al hombro la tarea de redescubrir esas historietas, escanearlas y restaurarlas. Tarea titánica que de por sí merece un aplauso. Sapia llevó adelante el rescate de series de García Ferré como  “Pí-Pío!  o “Hijitus” y también los primeros “Patoruzú” y “Patoruzito” de Quinterno-Lovato para las editoriales Común y Assisi. José María Gutiérrez y Judith Gociol nos mostraron los inicios de la historieta argentina con ese tomo ineludible de ediciones De la Flor titulado La historieta salvaje. Daniel Ferullo puso el hombro con una elegante colección de autores nacionales de la historieta. Planeta-Agostini editó completo el legendario Nippur y Clarín puso su grano de arena con sus tomitos de historietas. Fierro, por su parte, salió a la calle con su colección de clásicos “Continuará” y Toni Torres llenó muchos agujeros con su pequeña colección de rescates, hecha por y para verdaderos aficionados.
Aún queda mucho camino por recorrer, pero es un buen comienzo. En una charla informal con Toni Torres nos recordaba que, sólo en la década del cincuenta, en el país se publicaron trescientas revistas diferentes de historieta. 

Lo que veremos

Hay mucho por revisar. Pero por un lado se empieza. Nuestra idea fue salir pisando fuerte y creo que lo logramos. Tenemos al Solano López de su —prácticamente— desconocida etapa inglesa (que fueron diez años de trabajo ininterrumpido). Empezamos con la historieta “Sky High”, una bélica de bombardeos y pilotos, que puede leerse casi como un spin off de ese otro clásico que fue la “Amapola negra” de Hora Cero con guiones de Héctor G. Oesterheld (ésta sí fue recuperada en su momento por Fierro en su colección Continuará). 
Tenemos el debut de Eugenio Zoppi en la mítica serie de “Misterix” con guiones de ese otro genio olvidado llamado Alberto Ongaro. 
El primer “Vito Nervio” de Alberto Breccia y Leonardo Wadel con el episodio de “El castillo del cuervo de oro”. Acreditada a Emilio Cortinas, pero dibujada desde las sombras (sus sombras) por el «Viejo». Breccia abominó el Vito hasta tal grado que, tras pedirle a Dante Quinterno la devolución de todos los originales, armó una hoguera con las páginas, en el fondo de su casa de Haedo, y quemó prácticamente todo. De esos primeros originales no se salvó uno. Que Breccia nos perdone, entonces, por devolver este estilo, aún vacilante, pero ya con rasgos personalísimos, a la memoria del lector. 

También recuperamos el “Bull Rockett” de Oesterheld-Campani. Seguramente, junto al “El Eternauta”, Rockett fue el personaje de ciencia ficción más importante de la historieta nacional. Una mezcla de Doc Savage, Sherlock Holmes y temerario agente secreto. Un hombre que nunca sonreía, un inolvidable cliché del héroe de la edad dorada de la ciencia ficción. Y también uno de los pocos personajes de Oesterheld que el autor se encargó de novelizar. 
A todo esto, sumaremos, con el correr de los meses, especiales, historias cortas, homenajes, hallazgos y otras series que se irán alternando. Todavía hay mucho para hurgar en las bóvedas y en el recuerdo. 
Es extraño porque por más viejas que sean las revistas que repasamos para realizar este rescate, las historietas son frescas y encantadoras. Todavía nos hablan, tienen ese no sé qué que tienen las obras que perduran, ese extraño matiz que muchos llaman clásico

Mariano Buscaglia

Mariano Buscaglia

Es guionista, editor y novelista. Realizó las series Museo y Mano Blanca, en Fierro, con Patricia Breccia. Es Jefe de Redacción de la revista.