26 de octubre, 2022
Entrevista
Fácilmente podríamos decir que Oscar Chichoni está entre los mejores portadistas de la historia. Y es fácil decirlo, porque es verdad. Recorramos entonces parte de su obra y sus palabras.
Por Pepe Muñoz
Oscar Chichoni nació en el pueblo de Corral Bustos, provincia de Córdoba, en 1957. Durante un viaje de egresados a Buenos Aires, con apenas diecisiete años y una carpetita de dibujos bajo el brazo, se presentó a la redacción de la editorial Record. Sin ambiciones, le mostró su laburo a quien era uno de sus máximos ídolos en el dibujo, el legendario Juan Zanotto (1935-2005) que, por aquel entonces, trabajaba también como Jefe de Arte para la revista Skorpio.
Las muestras de Chichoni fueron tan buenas que Alfredo Scutti, dueño de la editorial, se encargó en persona de darle trabajo. Pero Oscar, como el ilustrador estadounidense Frank Frazetta (1928-2010), nunca terminó de sentirse cómodo con la historieta. Tal vez por eso desde siempre se autodefinió como un “obsesivo compulsivo del detalle”, porque cada cuadro le demanda demasiado trabajo y energía.
Se alejó por unos años del medio y, a raíz de una beca, estudió pintura con el maestro Álvaro Izurieta. Éste fue su único estudio formal, ya que Chichoni, como gran parte de los grandes dibujantes argentinos, es autodidacta.
En 1982 regresó a Buenos Aires para probar suerte en Ediciones de La Urraca S. A., la usina creativa de Andrés Cascioli (1936-2009). En la editorial se entrevistó con Marcial Souto, editor de la revista El Péndulo que iba por su séptimo número. Souto, al ver los trabajos de Chichoni, entendió que acababa de dar con el ilustrador perfecto para la revista. Desesperado, porque casi tenía cerradas las galeras del octavo número, alcanzó a sacar algunas fotos, en blanco y negro, de los trabajos de Chichoni, publicando una de ellas para el cuento «Las ruinas» de Michael Moorcok. Cuatro años después, Souto convocó otra vez al cordobés para la tercera etapa de la revista y más tarde para la cuarta. Sus ilustraciones y portapas de aquel período son hoy clásicos del género. Gracias a Marcial, Chichoni también realizó una serie inolvidable de tapas para la revista Minotauro (segunda etapa) y para la colección homónima. Basta recordar sus interpretaciones dibujadas en las portadas de Más que humano de Theodore Sturgeon, El señor de los anillos de J. R. Tolkien o El fin de la infancia de Arthur C. Clarke.
En 1984, Juan Sasturain y Andrés Cascioli crearon la revista Fierro y le encargaron a Chichoni la confección del logo y de la tapa. Juan contó: “El nombre de Oscar lo propuso Sergio Pérez Fernández (hijo del pintor Pérez Celis) jovencísimo diagramador que tenía Cascioli. Él conocía los laburos de Óscar como tapista de Minotauro. Nos trajo la tapa del número 1, con logo y todo”. El resultado fue un hallazgo artístico que desde entonces forma parte de la iconografía histórica de la ilustración argentina.
En total, Chichoni realizó treinta y cinco tapas para la revista Fierro (treinta y dos para la primera etapa, una para el libro Fierro Extra, una para la segunda etapa y esta nueva que les presentamos a los lectores).
Tras el declive económico del país, a fines de los 80s, Chichoni emigró a Europa. Un paso impostergable para un artista de su calibre. Y ahí sucedió lo que debía suceder: comenzó a ser convocado por las editoriales más prestigiosas de aquellos días, trabajó en el arte de tapa de las mejores revistas de historietas de Europa y en numerosas colecciones de libros para la editorial Mondadori o Ediciones B.
A mediados de los 90s, Chichoni alternó sus trabajos como artista conceptual en el cine, con otros para empresas de videojuegos. En el cine trabajó con productores y directores de la talla de Guillermo del Toro, Francis Ford Coppola, Peter Jackson, James Cameron o Tim Burton. En 1995 colaboró junto a Eugenio Zanetti en la dirección de arte de la película Restoration de Michael Hoffman. Esa labor le valió un premio Oscar a Zanetti, mérito que se debió, en gran parte, a los aportes del otro Oscar, el nuestro. Luego fue convocado, también, para desarrollar proyectos muy ambiciosos que no se concretaron como el primer intento de Terry Gilliam de filmar Don Quijote o Megalópolis, la película neoyorquina que durante años planificó Francis Ford Coppola.
A principios de 2000, colaboró junto al pintor Eduardo Harvey en la elaboración de los carteles de la campaña de publicidad “Minotopo” del Subte porteño. Carteles con un fuerte anclaje en el género literario y pictórico de la fantasía heroica. Ese mismo año, la editorial Norma publicó el único libro que reúne parte de su producción: Mekanika.
Reacio a dar entrevistas y a mostrarse en público, ese libro -que circuló entre dibujantes, ilustradores y aficionados celosamente compartido como una biblia- agrandó la leyenda: todos conocen su arte y muy poco al hombre. Cuando en 2006 Chichoni regresó a Fierro, la leyenda pasó a ser mito. Se cuenta entre dibujantes y guionistas que una noche de septiembre (un mes antes de la reencarnación de la revista), en la casa de Sasturain, se celebró una cena para festejar el regreso de la publicación. Entre los invitados estaban muchos de los autores nuevos (en ese momento) y muchos otros surgidos del suplemento Óxido. Chichoni entró al living con las cajas de pizzas encargadas, sin que nadie lo reconociera. Sin embargo el impecable traje blanco que vestía el sorpresivo repartidor de pizza dejó a los comensales en silencio. Fue Sasturain quien lo rompió: “Les presento a Oscar Chichoni”.
Actualmente el cordobés desarrolla el arte conceptual para la serie “El señor de los anillos” (basada en la novela homónima de J. R. Tolkien) que producirá y emitirá Amazon. También evalúa la posibilidad de trabajar en el arte escenográfico de la ópera “Patagonia y su héroe Elal”, que se montaría en Córdoba y sería dirigida por de Héctor Tortosa.
En el pequeño mundo de la ilustración y la historieta argentina, hay un adjetivo que suele adosarse a determinados dibujantes. A esos dibujantes, al invocarlos, decimos con aire solemne y conceptuoso: “el monstruo de…” seguido por un nombre, un apellido o apodo… “Nine, Breccia, Salinas, etc”.
Con Oscar Chichoni sucede lo mismo, es difícil hablar de él sin anteceder el adjetivo alquímico de “monstruo”. Y es correcto, porque es imposible mirar su obra y no calificarla de “monstruosa”, en el sentido de “imposible de igualar”. Chichoni es la clase de dibujante que nace y rompe el molde. Es único en su tipo. Un talento tan extraordinario, tan monstruoso, que, muy en tarde en tarde, la especie humana se atreve a destilar a alguno de esa clase. Para dejar en clara la fórmula alquímica: no es que sea difícil de igualar; es imposible de hacerlo. Oscar es único. Un monstruo y, desde siempre, un tipo de Fierro.
¿Cómo llegaste a la Urraca? ¿Recordás cómo surgió la idea del logo y de la tapa N°1?
Llegué a La Urraca con una carta de recomendación del entrañable Gordo Cognini de Córdoba (director de la revista Hortencia) entonces Andrés Cascioli vio mi carpeta y me dijo que Juan Sasturain estaba armando una revista y me lo quería presentar. Así fue como conocí a Juan y ahí se inició mi relación con la revista Fierro. Mi imagen encajaba muy bien con el espíritu del proyecto y la idea de ponerle Fierro fue genial, era nuestra versión nacional y un poco irónica de los más rimbombantes Heavy Metal o Metal Hurlant.
En cuanto al logo... no recuerdo bien quien me propuso hacerlo, pero lo hice aclarando que la gráfica no era (ni es) mi fuerte. Igual el logo pegó en su momento a pesar de la impresión que era bastante mala, el papel también, pero era un período extremadamente difícil y se hacían milagros para publicar cada número.
¿Cómo era la dinámica de trabajo con Fierro? ¿Te encargaban alguna idea o te daban total libertad?
- Desde la tapa del Nº1 todo surgió de la absoluta libertad que me dieron tanto Sasturain como Cascioli, jamás me encargaron nada o hicieron la mínima sugerencia. Eso hizo que las tapas de Fierro fueran tal vez lo mejor que hice en mi carrera como ilustrador. Luego esas tapas dieron la vuelta al mundo y me valieron una cantidad de premios internacionales que jamás hubiera esperado. Hoy en día llego a cualquier país del mundo y siempre hay alguien que recuerda esas tapas, especialmente las publicadas por Heavy Metal.
En este período incluyo la revista El Péndulo o la colección Minotauro y aquí tengo que mencionar a Marcial Souto con quien ya tenía una relación de trabajo idéntica en cuanto a la libertad creativa.
La narración y la composición son dos piezas claves en tus ilustraciones, vos mismo te autodenominás un “historietista de un solo cuadro”. Entonces, ¿qué te proponés contar cuando ilustrás libremente? ¿De dónde salen esas fusiones maravillosas de máquinas, mujeres voluptuosas, armaduras y engranajes oxidados?
- Es que hay dos tipos de ilustraciones, una es descriptiva y la otra narrativa; mis ilustraciones pertenecen al segundo grupo. No es que me propongo a priori contar una historia, simplemente la historia se va desplegando a medida que voy dibujando. Ese ejercicio dura unos pocos minutos, pero luego viene un larguísimo proceso para que la imagen final tenga la fuerza y sugestión de una pintura y al mismo tiempo no pierda la frescura de esa idea inicial.
Mencionas la composición y ese es un tema complejo porque se trata de la reina de las herramientas narrativas y al mismo tiempo es la materia más difícil que uno tiene que rendir cada vez que construye una imagen.
Mi concepto de ilustración narrativa también viene de mis inicios como historietista, luego vino un período de pintura (siempre dentro del figurativismo) y la ilustración fue el resultado de la fusión natural entre esas dos disciplinas.
Me preguntas de dónde salen las mujeres y las máquinas... En realidad no se trata solo de mujeres bonitas y máquinas, creo que en esas heroínas trato de representar al ser humano en general, en toda su fortaleza y vulnerabilidad, en su determinación y al mismo tiempo en su desorientación mientras conduce con los ojos vendados y sin un destino cierto unas máquinas ingobernables ... al menos así me han dicho, porque en realidad yo no sé analizar mi obra.
De todas maneras, además de mi atracción hacia la belleza femenina, sé que si hubiese dibujado solo héroes masculinos (como se usaba en mi época) eso hubiera desviado el discurso porque en el imaginario colectivo la figura masculina, los músculos, representan la fuerza, el héroe todopoderoso... y no es esa mi visión del hombre.
En una entrevista reciente que hiciste para Perfil decís que tu laburo para cine, como artista conceptual, es un laburo que te da muchas satisfacciones a pesar de que esa obra corta tu vínculo directo con el público, ya que solo vemos la interpretación que hace el director de tus conceptos.
- El trabajo como ilustrador puede ser extremadamente solitario en algunos casos y personalmente me empuja a ciertas ciénagas obsesivas. Aunque aprendí a vivir con eso y a transformar mis obsesiones en instrumentos... igual fue siempre una pequeña condena a la soledad.
Mi trabajo en cine fue una verdadera revolución, trabajar en equipo, codo a codo con tipos re grosos, con grandes directores, en grandes estudios... fue todo una desmesura absolutamente dinámica y estimulante. Pasé de hacer una ilustración cada diez días a crear y diseñar decenas de imágenes por semana.
Sí, mi mano de alguna manera se ve en cada película que trabajé, pero de una forma más o menos anónima, además los derechos de las imágenes pertenecen a los estudios y no puedo disponer de ellas. Es ahí donde se corta un poco el vínculo directo con el público que realmente extraño.
Hace un tiempo que venís trabajando en la nueva versión de El Señor de los Anillos. Una obra que abordaste en cuatro ocasiones cuando ilustraste las tapas para Minotauro. ¿Te gusta Tolkien? ¿Cómo fue la experiencia con Amazon? ¿Veremos alguna vez esos laburos?
Sí, me fascina Tolkien, pero es un escritor tan descriptivo que es muy difícil encontrar la libertad necesaria para representarlo visualmente; es un gran desafío.
Lo de Amazon y El Señor de los Anillos fue muy interesante, es una mega producción, con un departamento de arte enorme con grandes nombres etc. y aquí el desafío es doble porque se debe responder a las exigencias de la producción y al mismo tiempo trabajar rodeado de los mejores referentes de la industria con un nivel artístico y profesional que para algunas personas puede resultar abrumador.
Además de los libros que mencionas yo también había trabajado en las películas de El Hobbit ( hace ya unos cuantos años ), siempre en Nueva Zelanda.
Si bien Mekanika es un libro precioso, siempre nos dejó a los lectores con ganas de más. ¿Cuándo vamos a tener un libro compilatorio más o menos completo de tus laburos?
- Sí, me encantaría, pero a pesar que tengo una capacidad de trabajo ilimitada, soy horriblemente vago para organizar cosas sobre mi obra pasada; tengo la tendencia a procrastinar y una pobre estima sobre mi propio trabajo ya que jamás estoy feliz con los resultados. Pero, a pesar de todo estoy trabajando en un libro sobre mis dibujos a lápiz que se publicará en Italia. Espero que se pueda publicar o distribuir también en Argentina.
¿Podés contarnos cómo es la dinámica de confección de una ilustración? ¿Y cómo lográs ese efecto granulado en tu obra a través del uso de los pasteles?
- Casi te diría que no porque es bastante largo para explicar, pero igual trataré de resumirlo. Primero hacía un boceto rápido a lápiz sobre papel normal de fotocopia. Luego hacía un dibujo muy preciso sobre la cartulina elegida ( yo usaba cartulinas bastante texturadas y las montaba sobre un cartón rígido ), luego empezaba a trabajar con tinta china negra y algunas tintas de colores. Aquí aparecía el pastel oleoso que era mi principal material y finalmente trabajaba con acrílicos para ciertos detalles y corrección de color por transparencias. El pastel oleoso sobre una cartulina especialmente áspera creaba esa textura que caracterizaba mi trabajo. Juro que es una técnica bastante terrible que puede terminar con la paciencia del más santo!
Desde hace años trabajo digitalmente, pero el resultado es el mismo. Logro reproducir mis propias texturas de manera tan convincente que a veces yo mismo puedo confundir mis obras digitales con aquellas analógicas. Esta última tapa de Fierro fue hecha digitalmente con tableta y lápiz gráfico.
Pepe Muñoz
Escritor y periodista especializado en cultura popular.
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