26 de octubre, 2022
Cine Bizarro
Crónicas afiebradas de películas que probablemente nadie verá en Netflix.
Por Diego Curubeto
El gato Fritz es el padre y la madre de todas las películas animadas para público adulto. Hoy día es difícil imaginar el efecto explosivo que pudo haber tenido para una audiencia de principios de los años 70s. Fue en este primer largo donde Ralph Bakshi supo volcar todo el aprendizaje y los conceptos de lo que debe ser el lenguaje del cartoon. El animador palestino comenzó su profesión dibujando fondos, pintando y animando en los estudios Terrytoons, personajes tan queribles como «El Súper Ratón» y «Las Urracas Parlanchinas», y «Fritz, el gato» se trató de la primera adaptación animada de un personaje de historietas underground creado por el gran Robert Crumb.
Aún hoy la película puede ser shockeante para un espectador contemporáneo que, primitiva y todo, incluye increíbles orgías entre animalitos antropomórficos, vestidos con looks súper-cools de los 60s (salvo, por supuesto, los policías, unos cerditos uniformados). «Un bajo presupuesto puede ser un regalo de Dios para los directores, dado que cuando tenés un gran presupuesto todo el mundo te está controlando», dijo una vez Bakshi sobre los pro y contra de tener o no tener dinero para producir una película.
En el caso de «Fritz, el gato» los pro son obviamente lo salvaje de las situaciones argumentales; y los contra son lo barato de la animación, que Bakshi solucionó bastante bien concentrándose totalmente en Fritz y en los demás personajes, abandonando el interés por los fondos estáticos. La trama de la película se aleja pronto de cualquier cosa contada por Crumb en sus historietas y desemboca en un delirio bastante incoherente, sobre todo en sus últimos actos que son absolutamente lisérgicos. Hay que decir que a favor del director existía el hecho de que las audiencias de aquellos días estaban más que ligeramente intoxicadas para quejarse por estos detalles. No hay que olvidar que la primera película animada con calificación «X» fue un éxito gracias al circuito de las «Midnight movies», funciones de medianoche pensadas para el publico freak de la era. El slogan publicitario de «Fritz, el gato» aprovechaba muy bien el dato escandaloso de la calificación «Solo para adultos»: «We’re not rated X for nothin’, baby!». Eso sí, salvo el espíritu cínico y casi siempre malintencionado del felino estelar, y algunos de esos típicos personajes con grandes zapatos que deambulan de un lado para el otro, el espíritu de Robert Crumb quedó bastante desdibujado.
En la Argentina hay un fan de Bakshi que en este momento tiene una película en cartel en Cine.ar. Se trata de Ayar Blasco que en su último opus animado «Lava» cuenta una extrañísima invasión extraterrestre de gatos gigantes aterrizando en los edificios de Buenos Aires. Blasco trabajó con un presupuesto mínimo, y su interacción entre los fondos estáticos y los personajes más enfocados se parece bastante a la estrategia utilizada por su ídolo en «Fritz el gato». Aunque, gracias a las técnicas digitales, algunos decorados como el Cabildo porteño pueden llegar a cobrar un poco mas de relieve.
Un viejo juego de Pinball (o sea, para los argentinos, un «flipper»), filmado en cámara lenta y en live action, es el leitmotiv de «Heavy Traffic», la obra maestra de Ralph Bakshi, su película favorita entre toda su obra. La bola metálica va siendo azotada y enviada a todos los rincones del juego mientras el protagonista, un dibujante nerd de cartoons, que vive en un barrio bajo neoyorquino, busca la inspiración en su trabajo entre los personajes marginales que lo rodean y que, gran parte del tiempo, no lo tratan demasiado bien. Sólo en el primer acto del film hay todo tipo de escenas jamás vistas en un largo de dibujos animados (ni siquiera en la anterior y exitosa película de Bakshi, «Fritz el gato»), incluyen inusitadas dosis de gore, con chorros de sangre en las peleas, violencia policial gratuita, sindicalistas corruptos y escena de sexo grupal y violencia sexual, lo que debe haber determinado la frase autobiográfica del director y guionista «no puedo invitar a mi madre a ver mis películas». Uno de los grandes hallazgos del film es la utilización del live action no solo para el Pinball y su bola, sino también para todos los fondos e incluso para secuencias sexy-délicas donde filma chicas a gogó, en carne y hueso, y las solariza (negativizar las imágenes, tal vez la quintaesencia de los efectos ópticos, tan berretas como eficaces del cine psicodélico). Bakshi siempre trabajaba escuchando música que luego trataba de incluir en sus películas, cosa que, por cuestiones de derechos, puede ser tan o más costosa que todo el resto de la producción en conjunto. En este caso hay varios temas clásicos, como «Take five» de Dave Brubeck o «Maybelle» de Chuck Berry, pero la gran composición que acompaña la bola de Pinball (ya desde la secuencia de créditos) es una asombrosa versión de una canción de Simon & Garfunkel del soundtrack de «El graduado» de Mike Nichols, en una ejecución «jazz-latin» de Sergio Mendes.
El uso del Pinball sin dudas influyó en la mejor parte de la poco conocida «The Grateful Dead The Movie», dirigida por Jerry García. Típico rockumental de su época, el film muestra a la mítica banda en vivo sin muchas sorpresas estéticas, salvo la formidable secuencia de títulos con los clásicos dibujos de muchos álbumes de «Grateful Dead», relacionados entre sí por un Pinball de colores furiosos. El diseño y dirección de la animación estuvo a cargo de Gary Gutiérrez, luego responsable de la secuencia de créditos de «One from the Heart» de Francis Ford Coppola.
Bakshi dijo que era imposible adaptar a J. R. Tolkien, y sin embargo su versión animada de «El Señor de los anillos» es brillante y, por momentos, superior a las películas de live action, cargadas con efectos digitales, de Peter Jackson, aunque es evidente que éstas fueron mejorando en la marcha. Sobre todo esta versión animada es muy superior a la primera película de la trilogía de Jackson, y eso porque la de Bakshi logra algo tan increíble como sintetizar muy bien los dos primeros libros de Tolkien en solo dos horas con doce minutos, lo que en su momento la convirtió en el largometraje animado más extenso de la historia del cine. Entre las cualidades que vuelven única a la película está el uso inteligente e intensivo de la técnica del rotoscopeado (es decir, colorear actores humanos, filmados previamente) y en sus climas ominosos, auténticamente terroríficos. «El Señor de los anillos» es una obra maestra, probablemente lo mejor de su autor, pero tiene un solo detalle muy en contra: la acción se detiene abruptamente en lo que sería el final del segundo tomo de la trilogía de J. R. Tolkien, lo que deja al espectador al filo del vacío, por decirlo de alguna manera elegante. Los productores tardaron dos años en filmar el final, ya sin Bakshi como director ni ningún tipo de asociación del animador en el proyecto, que redundó en el «The Return of the King» de 1980, una telefilm dirigido por Jules Bass y Arthur Rankin Jr. que casi nadie vio.
Volviendo al rotoscopeado, otra de las genialidades de Bakshi fue no filmar los combates épicos para luego pintarlos, sino tomar directamente escenas del clásico magistral de Sergei Eisenstein «Alexander Nevsky» (1938), estrategia tan buena como económica, ya que, al parecer, no generó ninguna queja de la por entonces Unión Soviética.
Más allá de que su auténtico hito fue lograr darle una calificación «X» al cine animado en sus dos primeras películas, «Fritz, the cat» y «Heavy Traffic», tal vez los mayores logros técnicos de Bakshi tengan que ver con la fantasía, no solo con «El Señor de los Anillos», sino también con su antológica colaboración con Frank Frazzeta: «Fire and Ice» («Fuego y hielo», 1982) donde esta vez sí filmo a los actores, previo al rotoscopeado, y trabajó, palmo a palmo, con el máximo ilustrador del genero fantasía heroica, el ya mentado Frazzetta, por lo que tal vez pueda ser considerado el más sexy de todos los trabajos de Bakshi.
Un ejercicio interesante (perfecto para la gente que está al divino botón en medio del encierro de la pandemia) puede ser intervenir «El Señor de los Anillos» empezando por la película animada de Bakshi y apelando a Peter Jackson para ver el final sin recurrir a la berretísima versión de «El retorno del rey» de Bass y Rankin Jr.
Para gente como Spike Lee y Quentin Tarantino, la mejor película de Ralph Bakshi es «Coonskin», una original entrada del animador a la cultura blaxploitation, ya que se trata de una acida sátira sobre el crimen organizado y los conflictos raciales en Harlem. La película está protagonizada por el mismísimo Barry White y producida por Paramount Pictures. Pero el film fue más allá de la animación al combinarse con live action, algo que le trajo muchos problemas al director ya que el estudio no comprendía la mezcla entre actores y dibujos animados y, tal como bien dijo Bakshi, a más presupuesto mayor control y menos independencia creativa. Más tarde, en los 80s, la fama de Bakshi era ya considerable pero su atención la dirigió a épicos videoclips como «Harlem Shuffle» (1986) de los Rolling Stones, del que siempre se mostro particularmente orgulloso, y no solo por robarle varios cajones de bourbon a Keih Richards, que estaba feliz por el traje que Bakshi le había dibujado.
En esos tiempos empezó a recordar con cariño sus años con los Terrytoons y fue entonces cuando Bakshi Studios produjo una nueva versión del Súper Ratón: «Mighty Mouse New Adventures» que lo tuvieron como «supervising director» entre 1987 y 1988. La serie animada no alcanzó demasiado éxito, pero tampoco fue un fracaso. Se adelantó a los 90s a esa clase de productos animados que intentaron copar a la vez la atención de los adultos y de los niños. Después de todo, lo mismo puede decirse de los cartoons originales del Súper Ratón, que tiene por fans al filósofo argentino José Pablo Feinman o el director chino John Woo, que, en un momento, hasta intentó hacer una película sobre el heroico roedor.
En 1992 Bakshi se desencantó totalmente con Hollywood cuando dirigió «Cool World» o como filmar un fracaso a pesar de contar con Kim Basinger, Brad Pitt, Gabriel Byrne y la animación de Ralph Bakshi. La idea de un animador que quería tener sexo con su sensual protagonista animada fue pudriéndose más y más en la pre y posproducción, hasta que Bakshi dijo que ni siquiera reconocía como propio el producto terminado. El resultado era más delicado y contenido de lo debido. Según Bakshi: «el arte del cartoon debe ser necesariamente vulgar. La única razón de ser de los dibujos animados es llegar a estar en el borde. Si te sacan todo lo que parece que no estaba permitido, sos Disney».
Ralph Bakshi nació en 1938 en Palestina, poco después sus padres emigraron a los Estados Unidos para eludir la Segunda Guerra Mundial. Este 29 de octubre cumplirá 82 años. Su último trabajo hasta la fecha es el corto «Last Days of Coney Island». Hasta el momento, el gran Ralph Bakshi no ha ganado el Oscar, detalle que tal vez sirva para confirmar su enorme talento.
Шахматная горячкаf: Es el título original del corto soviético de 1925 «Fiebre de Ajedrez» de V. Pudovkin, según el autor de esta nota «su mayor descubrimiento en lo que va del 2020».
Diego Curubeto
Director de cine, periodista y crítico. Autor de «Cine Bizarro».
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