05 de mayo, 2021

Cine bizarro

Шахматная горячкаf (Duelo de monstruos)

La reciente película «Godzilla vs. Kong», éxito de taquilla a nivel mundial, volvió a poner en discusión los viejos retos de cine entre los personajes más queridos y los más odiados. Duelos, peleas y chicanas que además de entretener también son un vehículo eficaz para colmar las arcas vacías de las productoras de cine.

Шахматная горячкаf (Duelo de monstruos)

Muerte y resurrección

El 2020 fue el año con menos estrenos cinematográficos desde hace un siglo, justamente cuando la gripe española, además de matar a varios millones de personas en todo el mundo, también atacó a la incipiente industria del cine, tanto en Hollywood como en Europa. 
Pero en el 2021, una película volvió a reactivar la taquilla mundial: con 400 millones de dólares recaudados en unos pocos días en la taquilla mundial presencial (sin contar las plataformas digitales), lo que significa que la pelea «Godzilla vs Kong» no tiene perdedores.
Es fácil entender los motivos por los que «Godzilla vs Kong» logró reactivar la taquilla de la era pandémica…
Este 2021, la gente volvió a los cines para ver la lucha entre el cada vez más tremendo Godzilla y el bueno, viejo y peludo Kong. Viejo, sobre todo, porque esta versión del gorila más famoso de la historia del cine, lo muestra casi de la tercera edad, no por nada la canción que funciona como epílogo es «The Air that I Breath» («El aire que respiro») por The Hollies. Casi como una sublimación de la pandemia: hasta un monstruo mítico se puede quedar sin oxígeno.
Es que el cine de monstruos siempre interactuó con el mundo real, camuflando asuntos más aterradores que la misma criatura gigante como la guerra fría y el peligro nuclear.


Justamente una explosión nuclear era lo que despertaba a la primera gran creación de Ray Harryhausen, el mejor alumno de Willis O’Brien, creador de la «King Kong» original de 1933. Y, a su vez, el film con efectos stop motion de Harryhausen «The Beast of 20 000 Phatoms» («El monstruo del mar», Eugene Lourie, 1953) fue la inspiración para el primer «Godzilla» («Gojira») que dirigió Ishiro Honda en 1954.
Y en 1962, Honda logró pedir prestados los derechos de Kong a la RKO para su gran duelo de titanes, «Kingu Kongu tai Gojira» que en realidad era una comedia. El argumento era acerca de una empresa farmacéutica que descubría unos frutos narcóticos y, a partir de ahí, alocadamente surgía una trama delirante que terminaba con la lucha entre los dos monstruos más famosos del cine. La película es realmente divertida, y tiene un monstruo invitado que está entre las mejores criaturas de los estudios Toho, un monstruo enorme que se diferencia bastante de los típicos «hombres en traje de monstruo» de Honda. Lamentablemente el Kong de Honda debe ser el más feo y chapucero de todas las encarnaciones que el gran gorila tuvo a través de las décadas. Es un coso peludo digno de los Tres Chiflados o del gorila de Brooklyn con el que se enfrentó Bela Lugosi en una película de William Beaudine de la que hablaremos  más adelante. Pero a pesar de ser tan feo, y de presentar una especie de horrible topless en forma de un pecho lampiño, Kong era el indudable ganador de la lucha contra Godzilla. Esto a pesar de que hubo rumores que en la copia para Japón el lagarto era el ganador, o, al menos, no tan perdedor, gracias a una ambigua toma final.
El duelo de 1962 tuvo, igual que la primera «Gojira», una versión internacional: «King Kong vs Godzilla» de 1963, que fue la que se vio en la Argentina. Básicamente era el mismo film, pero doblado al inglés, con la participación de algunos actores occidentales y un tono menos jocoso que el original del 62, reservando la comedia solo para las primeras escenas.


A la «Godzilla vs Kong» de Adam Wingrad de este 2021 no le hubiera hecho mal un poco de comedia, ya que se toma todo el asunto demasiado en serio, pero en su defensa podemos decir que ese era el tono de la impresionante «Godzilla II» del 2017, una de las mejores y más oscuras películas del lagarto mutante.
Pero más allá de que la película de Wingrad está llena de subtramas, súper bobas y excesivas —hay mínimo de 20 minutos de idioteces que sobran—, las largas e intensas secuencias de furia de monstruos son formidables, y a la última media hora de duelo de titanes, simplemente, no hay con que darle, es de lo mejor del cine monstruos de todos los tiempos.

Duelos de monstruos clásicos y no tanto

Una cuestión idiomática: en las viejas películas de duelos de monstruos, el título en inglés siempre usaba el diplomático «meet», como en el superclásico de la Universal «Frankenstein Meets the Wolf Man». Pero la grieta se potenciaba siempre en los títulos en castellano, donde desde el vamos los monstruos no se «encontraban» como si fueran a tomar el té, sino que de frente march, el asunto era una confrontación violenta titulada como «Frankenstein contra el Hombre Lobo».
La película, dirigida por Roy William Neil en 1943, es algo así como la quintaesencia de los duelos de monstruos, con el bonachón pero desencadenado licántropo de Lon Chaney Jr buscando el libro con «los secretos de la vida y la muerte», Bela Lugosi cambiando los colmillos de Drácula por la frente ancha del monstruo, y la inigualable María Uspénskaya haciendo lío a full en su papel de «Maleva».


Los «encuentros» entre los monstruos clásicos de la Universal siguieron con la notable —y menos apreciada de lo debido— «House of Frankenstein» («La guarida de Frankenstein», Erle C. Kenton, 1944) con un Boris Karloff que, negado a pasarse horas en la silla del maquillador Jack Pierce, encarna, esta vez, a un científico loco decidido a reclutar a Drácula (John Carradine), Frankenstein (Glenn Strange) y el Hombre Lobo (Lon Chaney, jr.). La casa siguió en desorden al año siguiente con «House of Dracula» (La Mansión de Drácula”) con los tres monstruos clásicos (Drácula/Carradine, el Hombre Lobo/Chaney y Frankenstein/Glenn Strange) pero sin Karloff.


Y entonces vino el gran ejemplo acerca de cómo tomar todos los viejos monstruos de siempre, sazonarlos con los queribles gags ultrabobos de Abbott & Costello, y conseguir un tremendo éxito de taquilla: «Abbott & Costello Meets Frankenstein», (Abbott & Costello contra Frankenstein» –o «contra los fantasmas» según distintos estrenos hispanoparlantes). Dirigido por el experto en Abbott y Costello, Charles Barton, en 1948, el film incluso se manda un cameo invisible de Vincent Price, justamente como «el hombre Invisible». 
Lou y Bud también se «encontraron» con la Momia, Jeckyll and Hyde y, memorablemente, con «The Killer», Boris Karloff.


Pero está claro que todas estas películas, más que duelos de titanes, eran un orgiástico zafarrancho de criaturas clásicas de la Universal.
De hecho, para auténticos duelos de titanes, no hace falta limitarse a los monstruos,…o eso es lo que pensó William Beaudine al enfrentar al forajido Jesse James con ¡la hija de Frankenstein! La opinión general es que «Jesse James Meets Frankenstein Daughter» (1966) es tan mala como lo que puede deparar la premisa que indica el título (que, incluso, no es la hija, sino la nieta de Frankenstein) pero algunos intelectuales, como el cineasta franco-chileno Raúl Ruiz aseguran que es un inesperado ejemplo de cine arte.

En cambio, por más alternativa que pueda ser la mirada del espectador, el otro opus en el que Beaudine mezcló western y terror, titulado «Billy the Kid versus Dracula» (también del 66) es realmente abismal, más allá de los esfuerzos de John Carradine para darle aire del caballero sureño al viejo estilo de  «La diligencia» de John Ford. La película de Billy Kid tiene una estética deslucida, como de telefilm barato, mientras que la de Jesse James tiene aspectos visuales imaginativos realmente atractivos, además de un gran cowboy monstruoso, engendrado cuando la hija —es decir nieta— de Frankenstein experimenta con un bandido, compañero del heroico Jesse.


Tal vez estas dos películas hayan inspirado a Spielberg, en su carácter de productor, a adaptar la historieta «Cowboys vs Aliens» en el mediano film de Jon Favreau del 2011, que daba para mucho más.
En 1952, el prolífico Beaudine (uno de los cineastas más productivos de la historia del cine clase B) ya se había ocupado de un absurdo duelo de titanes en «Bela Lugosi Meets a Brooklyn Gorilla». Según Martin Landau, que la vio varias veces durante su preparación para encarnar a Lugosi en la célebre película de Tim Burton que le mereció el Oscar, «Bela Lugosi Meets a Brooklyn Gorilla» es tan mala que logra que las películas de Ed Wood luzcan como «Lo que el viento se llevó».
Otros duelos de titanes inolvidables surgieron de la necesidad de explotar a full a algunos íconos del terror de los 80s, empezando por el inolvidable reto a muerte entre Freddy Krueger y el menos expresivo Jason de la saga de «Friday the 13th»… Por más mediana que fuera «Freddy vs Jason» (Ronnie Yu, 2003), los espectadores se mantenían atornillados a su butaca sabiendo que en la escena final los dos bastardos lucharían a muerte en 3D, gran final que realmente no tuvo desperdicio.


Y claro, cuando las ideas están más agotadas que los pobres monstruos, hasta la Fox terminó enfrentando a su marciano de los huevos de oro, Alien, con el otro extraterrestre taquillero de los 80s, Depredador. El primer duelo de marcianos de la Fox, «Alien vs Predator» mostró a un Paul Thomas Anderson más sobrio que de costumbre —seguramente esforzado a tope para no hacer pelota no una, sino dos franquicias. La locación en la Antártida ayuda, pero lo cierto es que esta primera riña de marcianos daba para mucho más. Y ahí es cuando a la Fox no le importó nada más, y le dio a los dos delirantes hermanos, Colin y Greg Strause, el siguiente duelo de marcianos, «Alien vs Predator: Requiem» («Alien vs Depredador 2»), desvarío totalmente esquizofrénico que mejora cada vez que se vuelve a ver, especialmente por detalles de cine de autor como que, cada vez que el guion se preocupa por interesar al espectador en los conflictos de algún personaje humano, inmediatamente éste es aniquilado de la manera más dramática, sorpresiva, e imaginativamente gore.


Por algún motivo —seguramente por la quiebra de los estudios Orion que originaron ambos films— nunca nadie se animó a un «Teminator vs Robocop» (pero el dúo sí se enfrentó en un videogame de los años 90s).
En cambio, partiendo de la historieta de DC, los estudios Warner no tuvieron ningún problema para que Superman y Batman se olviden de liquidar a los malos para luchar entre ellos. Comic melodramático como pocos, el asunto se sostiene básicamente por la ansiedad del espectador por ver quién tiene la capa más larga —ansiedad que es precisamente la base de estas películas. De todos modos, la película de Zack Snyder del 2016, «Batman vs. Superman: el origen de la justicia» tiene resto para satisfacer a los fans de los superhéroes de historieta.
Pero mucho mejor hubiera sido una adaptación del legendario comic de 1978 «Superman vs Muhammad Ali».

(Gentileza www.marca.com)

Diego Curubeto

Diego Curubeto

Director de cine, periodista y crítico. Autor de «Cine Bizarro».