Otra vez, en un escenario doméstico complejo, Alberto Fernández vuelve a refugiarse en la agenda internacional, en la que se siente más a gusto y donde las urgencias se perciben como menos inmediatas. El escenario, sin embargo, no está exento de dificultades. El Mercosur llega a su encuentro semestral en un estado de fragilidad inédito, al punto de que, 48 horas antes de la cita entre los mandatarios, todavía sobrevuela el fantasma de una suspensión que pondría al bloque en terapia intensiva. El fin de semana, en tanto, el presidente volverá a subirse a un avión, esta vez con rumbo a Washington, donde será recibido por su par Joe Biden en el Salón Oval de la Casa Blanca, para hablar sobre el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y la potencia del país en materia energética.
La cita regional en Luque, a 10 kilómetros de la capital paraguaya, tambalea. A la ausencia de Brasil, que no volverá a hacerse cargo de su rol en el foro económico hasta que no culmine la presidencia de Jair Bolsonaro, se sumó la bomba que anunció el gobierno uruguayo la semana pasada: el avance en las negociaciones bilaterales con China para celebrar un acuerdo comercial sin obtener el consenso del Mercosur, tal como establecen sus normas. De concretarse el TLC, se trataría del principal revés de su historia. El resto de los países aseguran que el gobierno de Lacalle Pou actuó en forma contraria a la naturaleza de la asociación. Los reproches se deberán dirimir mañana en el encuentro preparatorio entre cancilleres. Caso contrario, peligra la cumbre del día siguiente.
Sin Bolsonaro, que no cambió de idea ni siquiera después de un llamado personal del anfitrión Mario Abdo Benítez, el encuentro tampoco tendrá la visita de dos líderes regionales que no forman parte del bloque en forma plena pero habían mostrado interés por asistir. El chileno Gabriel Boric y el boliviano Luis Arce finalmente no serán de la partida. Aunque el lenguaje de la diplomacia ahorra en palabras, la interpretación que hacen en cancillería es que los espanto, lógicamente, quedar enredados en conflictos irresueltos entre los miembros. En principio, sólo asistirán Lacalle Pou, que propondrá al resto del Mercosur adherir al tratado que negocia con Beijing, y Fernández, cuya postura contraria a este tipo de iniciativas unilaterales ya le valió cruces ásperos con el uruguayo en citas anteriores.
Para el presidente argentino, el paso por Asunción es una muestra más de su compromiso con el multilateralismo pero el verdadero plato fuerte (y donde se podrá evaluar hasta dónde puede mantener ese estandarte ante las condiciones de necesidad que experimenta el país) será la reunión bilateral con Biden que tendrá lugar en la Casa Blanca la semana que viene. Aunque hubo oportunidades para un encuentro con el mandatario norteamericano en ocasión de eventos internacionales, como la Cumbre de las Américas y el G20, desde la cancillería argentina insistieron con postergarlo hasta tener la oportunidad de que se concrete en la icónica casa de gobierno ubicada en el 1600 de avenida Pennsylvania, en Washington DC, un escalón más arriba en el sutil escalafón de las relaciones exteriores.
La agenda para ese mano a mano se trabaja febrilmente por estas horas pero tendrá dos prioridades, del lado argentino. La primera será reencauzar la relación con el FMI tras la salida de Martín Guzmán del ministerio de Economía y ante la inminencia del incumplimiento de las metas concertadas, inalcanzables en el contexto global vigente. De ahí que la única confirmada oficialmente en la comitiva hasta el momento sea su sucesora, Silvina Batakis. La segunda tiene que ver con la búsqueda de inversiones que aceleren el proceso de explotación de gas no convencional en Vaca Muerta, algo que concita el interés de varios países a partir de la guerra con Rusia y que significa una oportunidad para la Argentina en términos de ampliación y diversificación de su cartera de exportaciones.
Los estadounidenses, por su parte, plantearán en primer lugar sus preocupaciones respecto al avance de China en América del Sur, agravadas en este contexto de conflictividad global. En ese sentido, es probable que expresen algún reparo al acercamiento de la Argentina al BRICS, el bloque regional que engloba a las potencias no alineadas con Washington. El cambio climático, un tema que era central en la agenda de Biden hasta el comienzo de la guerra, tendrá su lugar, aunque en un rol secundario. A pesar de que el influyente Wall Street Journal publicó por estas horas un artículo en el que cuestionaba que se le brinde más ayuda a la Argentina, en el gobierno nacional descartaron que eso fuera a enturbiar las charlas y lo adjudicaron al lobby de sectores empresarios cercanos a la oposición.