Octubre, Perón y Néstor: vientos del Sur que oxigenan

Octubre realimentó el fervor popular rescatando nuestras mejores tradiciones nacionales y movilizantes, en memoria de aquellos cuyo liderazgo el Pueblo reconoce y su decidida acción política debe ser una guía en la presente etapa.

01 de noviembre, 2020 | 11.00

Los octubres parecen marcar historias coincidentes o, al menos confluyentes, de Pueblos que tienen por destino común la Patria Grande. El Sur oxigena pestilencias estructurales y proporciona aires renovadores de esperanzas contenidas. Del Sur vinieron Perón y Néstor, que en unos octubres sembraron la simiente que marcó hitos que los inmortalizaron. Del Sur también afloran movimientos populares en países hermanos, que con Argentina podrán potenciar una alianza regional indispensable y reformular una estrategia común como en los primeros años de este siglo.

Marchas, retrocesos, marchas …

Ciertos relatos sobre la Humanidad suelen poner énfasis en la evolución permanente y con un sentido positivo, dando la impresión de que se trata de un designio inexorable que conlleva beneficiosos frutos para las sociedades.

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La Historia lejos está de mostrar un curso lineal, lo común son las idas y venidas cuyo balance no siempre deja un saldo positivo en términos de avance en la consolidación de derechos humanos fundamentales.

En estos tiempos de encierro que favorece reencontrarnos o dedicarnos más a la lectura, a la pantalla chica (cine, series, documentales) y a las evocaciones, cobra mayor visibilidad la reiteración de situaciones de marcada injusticia cuando no el estancamiento en las peores expresiones de las sociedades contemporáneas.

La pobreza creciente que se acerca o se hunde en la miseria, la desvalorización de las personas que trabajan aun de aquellas que hoy se advierten como esenciales, la frivolidad de los afortunados que alcanzan niveles de real obscenidad, la banalidad de muchos en su apreciación de la convivencia comunitaria, denotan analogías con padecimientos y conductas de cien años atrás.

La reflexión no responde a un pesimismo existencial ni promueve la resignación, sino que apunta a tratar de despejar un panorama que ofrece espejismos, conformismos y acostumbramientos que limitan nuestra capacidad de entender lo que nos sucede y porque nos sucede.

Las construcciones dirigidas a alcanzar mejores estándares socioeconómicos, ampliar derechos, reducir exclusiones, eliminar o compensar desigualdades o superar egoísmos con solidaridades, exige una firme decisión, un enorme trabajo y la constancia suficiente para no ceder a los obstáculos que anteponen quienes no están dispuestos a perder privilegios.

Esa labor es de largo aliento y necesita que el Estado sea su promotor, acompañado por los sectores de la población que se sienten representados como destinatarios de esas políticas. Por el contrario, demoler esos logros cobra una velocidad vertiginosa. El Neoliberalismo ofrece numerosos ejemplos de deconstrucción, que se acelera más cuando logra imponer o cooptar gobiernos instalados por vías democráticas.

La reconstrucción, en cambio, insume largos períodos tan sólo para volver al punto de partida y otro tanto para alcanzar nuevas conquistas. La fortaleza de los cimientos que se hayan conformado permitirá acortar los tiempos, sortear los nuevos desafíos y proyectarse con mayores certezas hacia el futuro.

En cualquier caso, la profundidad de las transformaciones será condición para sentar bases que operen como reaseguros, a la par que más intensa será la resistencia de los poderosos que indefectiblemente resultarán afectados en igual proporción y medida que aquéllas.

Bolivia y Chile

En octubre se han abierto procesos alentadores para la recuperación de democracias populares en Sudamérica, que puedan acompañar la esperanza que un año atrás despertara en Argentina la derrota electoral del macrismo.

Los comicios en Bolivia dieron cuenta de la maniobra fraudulenta que, desde la OEA, con la comandancia de su Secretario General y dócil empleado de EEUU, Luis Almagro, facilitó la consumación del golpe de Estado estilo siglo XXI que derrocó al presidente Morales.

La abrumadora mayoría de votos que en esta oportunidad obtuvo el MAS, también puso en evidencia la fortaleza de la plataforma erigida en los catorce años en que gobernó Evo, que él mismo definió en un acto realizado en nuestro país en enero pasado como un Programa que implicó: en lo Político, la refundación de Bolivia; en lo Económico, la nacionalización de los recursos naturales; y en lo Social, la redistribución de la riqueza.

La fidelidad ratificada en estas elecciones por el pueblo boliviano, es una respuesta clara a lo que significó aquella época, pero también demuestra que no alcanzó entonces para impedir el golpe y con ello un fenomenal retroceso en cada uno de los ejes de aquel Programa que no será ahora sencillo remontar.

En Chile se dio un paso muy importante con un altísimo costo desde las movilizaciones populares iniciadas en octubre de 2019, que dejaron a la luz el país de fantasía que instalaron los medios hegemónicos, ocultando las enormes desigualdades e inequidades que impuso la dictadura de Pinochet y que la clase política chilena fue incapaz de remover en los treinta años posteriores a la finalización del régimen.

En 1988 se impuso la voluntad popular para hacer posible la recuperación de la democracia, al votar un 55,9% por el NO en el plebiscito que debería decidir si Pinochet seguía gobernando hasta 1997. De todos modos, es necesario tomar en cuenta que hubo un 44,1% que votó por el SI, dispuestos a concederle nueve años más de gobierno después de quince años de una dictadura genocida.

Las elecciones de 1990 dieron el triunfo a Patricio Aylwin de la Democracia Cristiana, quien inicialmente había apoyado el golpe de 1973, pero Pinochet siguió siendo el Comandante en Jefe del Ejército hasta 1998 en que pasó a ser Senador “vitalicio”, cargo al que renunció en el 2002.

La Constitución Nacional que rige es la sancionada por la dictadura en 1980, con algunas modificaciones introducidas por vía parlamentaria, de allí la trascendencia del plebiscito de octubre al que se vio forzado el presidente Piñera. En el cual un 78% votó por la convocatoria a una Convención Constitucional y, además, un 79,06% se pronunció en favor de que se integre con ciudadanos elegidos por el voto popular.

Las elecciones serán en abril de 2021, la Convención contará con nueve meses –plazo prorrogable por tres meses- para redactar la nueva Constitución y estará sujeta a un plebiscito ratificatorio previsto para 2022.

Cada artículo de la Constitución exigirá para su aprobación en la Convención de una mayoría especial de dos tercios de sus miembros, con lo cual las negociaciones serán muy complejas y el contenido de la reforma puede frustrar expectativas de no conseguirse una alianza consolidada que responda razonablemente a la voluntad de cambio expresada en las calles.

Donde se invoca una propiedad nace un derecho

La tierra siempre ha sido un bien codiciado, objeto de anhelos de trabajo, de vivienda, de negocios, de riqueza. En nuestro país, como en el resto de Latinoamérica, registra un nivel de concentración muy elevado y orígenes en la apropiación que revelan una gran opacidad.

La intrusión no ha sido patrimonio exclusivo y menos preponderante de los pobres, sino mayormente de los ricos o enriquecidos que han contado con los favores (bien pagos) de funcionarios funcionales, de la ingeniería legal desarrollada por abogados baqueanos en apoderamientos elegantes y de servidores judiciales bien dispuestos.

La Justicia desde los inicios de su organización como tal mantiene lazos más estrechos con los poderes fácticos que con los otros poderes del Estado, podría decirse que está en su naturaleza estando a su diseño “republicano” como contrapoder no democrático y con una inveterada práctica endogámica, munidos de  privilegios inconcebibles sustentados en una teórica garantía de “independencia” que no acreditan y en un resabio monárquico expresado en la permanencia vitalicia de los magistrados en sus cargos.

El rol que con esa caracterización asume institucionalmente no se limita a conflictos entre privados, sino que adquiere verdadera magnitud en lo público como operador político convalidante de quiebres democráticos tantas veces verificado en nuestro país, recientemente en Bolivia, en Ecuador y en Chile, un tiempo antes en Brasil, en Paraguay y en Honduras.

 El celo por la defensa de la propiedad privada, cuya mera invocación los mueve presurosos a auxiliar al supuesto desapoderado aunque esté flojo de papeles, no se condice con la endémica mora en resolver procesos que llevan décadas (los juicios por lesa humanidad, los pleitos laborales que siendo créditos alimentarios condenan a la hambruna de los justiciables, la declaración de quiebra del sociedad  anónima concesionaria del Correo, las medidas cautelares a la medida de los diarios La Nación y El Clarín).

Volviendo a la tierra, donde todos en definitiva iremos a parar y para echar un cable –como vulgarmente se dice- para tomar un contacto más directo con la realidad, la doble vara y los dobleces son tan evidentes, algunos botones de muestra son por demás elocuentes.

Un problema de una familia “muy normal” como la de Etchevehere, rechazada inicialmente una denuncia por usurpación por insuficiencia de los títulos que se pretendían acreditantes de su titularidad, que imponía una restricción perimetral y cesar en el bloqueo al acceso al campo (con cadenas en la tranquera y un camión cruzado en el acceso que impedía hasta el ingreso de alimentos); el incumplimiento desafiante de los hermanos varones no movió al fiscal a pedir el auxilio de la policía para que se acatase la manda judicial. Pero obtenida otra resolución judicial en contra de la hermana, rápido como bombero reclamo el auxilio y actuación de las fuerzas de seguridad para desalojarla e incluso detener a Dolores.

El magnate Joe Lewis, con títulos más que viciados por violar la normativa que impide a extranjeros adquirir propiedades en Zonas de Seguridad de Frontera, constituye una cuestión que desde hace más de veinte años no termina de resolverse y declararse la nulidad absoluta de la compra. Independientemente de ello, Lewis se apropió de un lago (el Escondido) de domino público impidiendo el ingreso de turistas y lugareños, a pesar de haberse dictado sentencia hace nueve años ordenando que se permita el acceso y la fuerza pública no ha sido convocada para hacer cumplir esa orden judicial.

Pero si de pobres se trata, el servicio de justicia funciona como un reloj suizo y la policía inmediatamente está predispuesta para acatar la orden judicial y destinar cuatro mil agentes para cumplir ese cometido, sin ahorrar esfuerzo –represivo- para el desalojo de cientos de familias de un predio cuyo supuesto titular no ha podido acreditar poseer el título de propiedad y que permanece baldío desde hace cuarenta años.

Un aforismo en boca de Martín Fierro, patrimonio de la cultura popular, es por demás elocuente: “La ley es tela de araña y en mi ignorancia lo explico. No la tema el hombre rico, no la tema el que mande, pues la rompe el bicho grande y sólo enrieda a los chicos”

Que complementa, una conocida frase de Eduardo Galeano: “La Justicia es como las serpientes sólo muerde a los descalzos”.

Al destrato no debe responderse con buenos modales

No puede sorprender el funcionalismo con los sectores más reaccionarios de ciertas expresiones de una “izquierda” que sigue atada a categorías eurocéntricas, sin haber conseguido en décadas ser reconocida como expresión representativa de las masas obreras ni haber comprendido su ideología identitaria profundamente nacional y popular, tan ajena a un “internacionalismo” de vanguardias iluminadas por fuegos artificiales.

Tampoco puede ignorar quien conduce, las trampas que tenderán explotando necesidades básicas de los más humildes con los que el Estado y la sociedad mantiene una deuda que no podrá satisfacer de inmediato, pero que cuanto menos no debe acrecentar.

Dejarse acorralar por esos sectores sería insensato, al igual que permitírselo a magistrados –mandaderos de una oposición recalcitrante- que empujan en el mismo sentido para deteriorar la imagen del Gobierno y de los dirigentes más promisorios que hoy exhibe el Peronismo para asegurar la continuidad del Proyecto liberador inconcluso.

Limitar la acción a fórmulas de un democratismo y republicanismo taimado, sometido a reglas liberales que sólo le exigen cumplir a los Gobiernos populares y las pasan de largo cuando gobiernan, no parece que lleve a buen puerto.

Octubre fue un mes que realimentó el fervor popular rescatando nuestras mejores tradiciones nacionales y movilizantes, en memoria de aquellos cuyo liderazgo el Pueblo reconoce y su decidida acción política debe ser una guía en la presente etapa.

No será pidiendo permiso ni pidiendo disculpas como se podrá avanzar, ni evitando la confrontación con quienes no admiten otra forma de interactuación política, ni se sienten limitados por básicas pautas de convivencia democrática. La difícil tarea de reconstrucción exige sumar voluntades, evitar que se debilite la confianza ya ganada y disipar las dudas que puedan minar el respaldo obtenido. Actuando con decisión para remover las estructuras donde anidan las fuerzas destituyentes, generando las instancias orgánicas que brinden efectivos reaseguros, para no repetir frustraciones ni permitir que se desande otra vez el camino andado.

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Álvaro Ruiz

Abogado laboralista, profesor titular de derecho del Trabajo de Grado y Posgrado (UBA, UNLZ y UMSA). Autor de numerosos libros y publicaciones nacionales e internacionales. Columnista en medios de comunicación nacionales. Apasionado futbolero y destacado mediocampista.