Un equipo de técnicos del ministerio de Economía y del Banco Central llegaron el domingo pasado a Washington con el objetivo de hacer avanzar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, tarea que culminaron el viernes en el plazo previsto de una semana. Se trata de una compleja operación a varias bandas en la que deben coordinarse consensos financieros, cláusulas legales y, sobre todo, consideraciones políticas y geopolíticas. Esa es la parte más difícil, en un tablero global interconectado y en ebullición. En el interín, mientras se debatía la letra chica de la que depende el futuro de por lo menos dos generaciones de argentinos, pasaron varias cosas.
El lunes, la Argentina resultó electa, por aclamación, para presidir, por primera vez, el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas. El reconocimiento llegó como consecuencia de un largo y constante trabajo del país en esta materia, considerado durante mucho tiempo como una política de Estado aunque en los últimos años sectores cada vez más amplios de la oposición flexibilizaron o abandonaron ese compromiso. La unanimidad echa por tierra el relato infantil sobre el aislamiento internacional del gobierno peronista y muestra cómo, incluso en las encrespadas aguas de un mundo cada vez más polarizado, se puede y se debe evitar alineamientos automáticos.
Es más fácil decirlo que hacerlo. La presiones y tensiones son muchas y se superponen no siempre de manera lineal. Cada movimiento vuelve a acomodar todas las piezas del tablero y no solamente la que elige mover el jugador. La posición relativa de la Argentina en el concierto de las naciones es humilde; su capacidad de incidir en decisiones de terceros, limitada en el mejor de los casos. La autonomía también está acotada, entre las negociaciones con el FMI, para las que resulta imprescindible un apoyo de Estados Unidos, y los compromisos comerciales y de inversión con otros socios estratégicos como Rusia y China, que le dejan al país un volumen de divisas que occidente nunca podría reemplazar.
El martes, el presidente Alberto Fernández almorzó con empresarios del Fondo de Inversión Directa Ruso. Discutieron proyectos en materia de infraestructura ferroviaria, infraestructura turística, industria vitivinícola y la posibilidad de que desembarque en la Argentina un banco de capitales de ese origen. Todos los proyectos están esperando, para avanzar, que se concrete el acuerdo con el Fondo. Lo mismo sucede con cuantiosos compromisos chinos en el área de energía. En ese sentido, Beijing y Washington se encuentran en la misma posición, aunque eso no cuaje en el relato opositor. Los posicionamientos simplistas corren el riesgo de desacoplarse rápidamente de la realidad en una coyuntura tan vertiginosa.
Un rato antes de almorzar con los rusos, Fernández confirmó su participación en una “cumbre por la democracia” virtual organizada por la Casa Blanca en el marco de las tensiones crecientes con China. El anuncio llegó luego de que su portavoz, Gabriela Cerruti, hubiera informado en su tradicional conferencia de prensa que el gobierno argentino no asistiría a la cita. El cambio fue una decisión política. Por un lado, la invitación reconoce a la Argentina un lugar en el mundo que la oposición insiste en discutir. Por el otro, el presidente junto al canciller Santiago Cafiero decidieron que faltar a esa cumbre no hubiera tenido la misma repercusión que llevar una posición diferenciada.
La relación con el Fondo también pesó en la decisión de asistir, aunque eso nunca estuvo sobre la mesa de negociaciones. El lenguaje de la diplomacia muchas veces es silencioso. El gesto fue retribuido casi inmediatamente. El principal funcionario del gobierno de Estados Unidos para América Latina, Juan González, tardó pocas horas en salir a respaldar la posición argentina. A través de una declaración pública, sostuvo que “el FMI ha aprendido que no siempre se puede utilizar un mismo modelo para prescribir una política macroeconómica en un entorno político” porque “hay que reconocer el contexto doméstico, la dotación de factores” y que “al fin y al cabo los argentinos deben elaborar un plan”.
Es sencillo trazar paralelismos entre esa reivindicación sobre la soberanía económica, en línea con la posición del gobierno argentino ante el FMI, y el mensaje que llevó Fernández al zoom de la Casa Blanca, donde sostuvo: “Democracia supone no intervención. La democracia no se impone con sanciones ni se impone por la fuerza. La democracia no se exporta y tampoco se impone”. No es casual que en esa frase se puede reemplazar la palabra “democracia” por “políticas económicas” sin que pierda sentido en su contexto. En medio de una escalada de tensiones entre las dos principales potencias, Estados Unidos utiliza diferentes herramientas para una misma estrategia geopolítica.
El miércoles, la Argentina informó que no será parte del boicot que encabeza Washington contra los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebrarán el año próximo en Beijing. Fue un posicionamiento político antes que deportivo, porque la participación de atletas argentinos en esas instancias es mínima. Diplomacia equilibrista. Al mismo tiempo, Nicaragua anunciaba que dejará de reconocer al gobierno de Taiwan para retomar relaciones con China. Se espera que en las próximas semanas, otros países de Centroamérica, comenzando por Honduras, sigan el mismo camino. Son balas que pican cerca de una zona que los Estados Unidos no está ni nunca estará dispuesta a resignar.
Son tiempos difíciles para los multilateralistas. En este contexto, el mensaje de cierre que dejó Biden en su cumbre, cuando anunció un plan de promoción de la democracia que hace énfasis en la financiación de “medios libres e independientes” y de “periodistas valientes”, enciende alarmas. Del rol que tuvieron los medios de comunicación y el Departamento de Estado en los esquemas recientes y actuales de persecución política a líderes de izquierda en América Latina ya hay evidencia contundente, en varios países, entre ellos la Argentina. Dos de sus víctimas más notorias coincidían en Buenos Aires en el marco de las celebraciones del día de la Democracia y los Derechos Humanos. Guionistas inspirados.
Las declaraciones del presidente de Estados Unidos sobre la importancia del periodismo de investigación “valiente” para la democracia llegaron el mismo día que un tribunal británico dejaba a Julian Assange sin cobertura y a tiro de una próxima extradición. Assange, responsable de la filtración de Wikileaks que dejó al descubierto un entramado diplomático y delictivo del Departamento de Estado alrededor del planeta, será juzgado por eso y podría enfrentar una pena de por vida. Ya lleva más de 10 años preso. Muy pocos siguen pidiendo por él. Los mismos medios que se beneficiaron con su trabajo y ayudaron a difundir sus filtraciones, ahora lo desconocen. La geopolítica es un juego de halcones, siempre.
La realidad no da respiro. Minutos antes del acto en Plaza de Mayo con Alberto, Lula y CFK, llegó una buena noticia desde Washington: después de concluir los encuentros con los técnicos argentinos, el staff del FMI sacó una declaración en el que reconocen “una recuperación más fuerte que la esperada en la actividad económica y en la inversión” y “la importancia de un marco de políticas para sostener de manera duradera la recuperación económica y las mejoras en las condiciones sociales y laborales”. También hablan de “mejorar de manera gradual y sostenible las finanzas públicas, dando lugar al mismo tiempo a las tan necesitadas inversiones en infraestructura, tecnología y gasto social localizado”.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, llamó a su par Daniel Filmus para destacar que el organismo haya contemplado explícitamente la tecnología. Esa mención garantiza el cumplimiento de la ley de financiamiento, votada de forma unánime en el Congreso y que establece un aumento en las partidas destinadas a ese área. En otras palabras, que no se va a ajustar con recortes al desarrollo científico. Guzmán lo valoró como una muestra de la autonomía que fue a negociar y que cree que puede obtener con algunas semanas más de negociación. Antes de Navidad, el directorio del FMI publicará su evaluación del programa que acordó con Mauricio Macri, último paso formal previo a un acuerdo.
Esas negociaciones no incluyen lo que reclamó CFK en el escenario de la Plaza el viernes por la noche: que el FMI ayude a localizar capitales fugados que evaden el pago de impuestos de forma ilegal. El reciente informe de Pandora Papers da cuenta de que la Argentina, con menos población y PBI más bajo que muchos países del mundo, es el tercero con mayor cantidad de beneficiarios de cuentas offshore, lo que habla de un problema sistémico y no de casos individuales. La propuesta de la vicepresidenta tomó por sorpresa a Fernández, que no había sido avisado. El Poder Ejecutivo no tiene planes en ese sentido. El bloque de diputados del Frente de Todos a lo mejor sí.