“Volvimos”. La palabra, cargada de sentido, corresponde al PRO. Al PRO de Mauricio Macri, no de Patricia Bullrich. La expresión habla de un retorno al camino original, un sendero perdido, evidentemente, en el último tiempo, años en que la actual ministra de Seguridad presidió el partido. El acuerdo entre los dos dirigentes – y tácitamente también con Horacio Rodríguez Larreta, que decidió mantener los pies en el plato – fue meramente formal, para mostrar unidad, pero todavía queda la disputa por la identidad.
Con un acto formal vía Zoom de 20 minutos, asumieron las nuevas autoridades del macrismo. Por ahora, la foto no está en los planes pero probablemente Macri se reúna, la semana que viene, con su vice, Soledad Martínez, intendenta de Vicente López y figura cercana a Jorge, el primo de Mauricio y jefe de Gobierno porteño.
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La nueva conducción, la de Macri, quiere que el PRO retome sus orígenes, aquellos que lo llevaron a ser una suerte de incomodidad del poder y que perdió en el último tiempo. Mauricio tiene la intención de comandar un partido que tiene un lugar difícil, que sea cercano a Milei pero, al mismo tiempo, que pueda oponerse en ciertos temas o no acompañar como un apéndice. Un socio indispensable pero no un subordinado. Esa posición chocará, indefectiblemente, con la de Patricia Bullrich y sus dirigentes más cercanos, la de la anexión con La Libertad Avanza. Damián Arabia, diputado y vice segundo del PRO, ya dejó en claro cuál será su rol dentro del partido. En un cruce unidireccional con la senadora larretista Guadalupe Tagliaferri, el bullrichista mostró su intención de recibirse de talibán, como los definió Javier Milei.
Así como salió fuerte y al medio con la senadora que se animó a criticar puntos de la ley Bases y el pacto fiscal, seguramente en el partido adopte una actitud similar. Querrá que el PRO acompañe las demandas y necesidades del gobierno, no que pueda condicionarlo para sacar una mejor tajada. Y marcará, públicamente, esos deslices por fuera del plan de Patricia. Bullrich quiere, como ya se lo dijo a algunos dirigentes en privado y publicitó en los medios, que La Libertad Avanza y el partido amarillo vayan juntos a las elecciones para no dividir el voto del “cambio” y enfrentar, como en el balotaje, al kirchnerismo pero, esta vez, bajo un formato institucionalizado.
El ex jefe de Gobierno porteño mantiene una agenda bastante activa, particularmente por lo bajo, con dirigentes con los que supo construir una buena relación durante la campaña y con sectores afectados por las políticas de Milei, como jubilados o Pymes. Defendió las Universidades, también lanzó su clásico mensaje del 24 de marzo. Su intención es la de construir, si el escenario social lo permite, una posición intermedia que, de intentarlo hoy, sería deglutida por la grieta entre la extrema derecha y el peronismo. Larreta mantiene diálogo con todos y leyó ese difícil contexto para una ancha avenida del medio, por eso no rompió con un partido que, recuerdan en su entorno cada vez que se puede, también fundó. La batalla simbólica radica en determinar qué línea es la verdadera línea original, si la que plantea Macri, la que plantea Horacio o la que ejecuta, desde el gobierno, Bullrich.
El bullrichismo considera que el PRO ya no representa a la sociedad, que se volcó ampliamente hacia las filas de La Libertad Avanza y, llegado el momento, dará la batalla dentro del partido para definir cuál será el rol a ocupar. Las elecciones del año que viene dependerán, sin embargo, de alianzas distritales y no nacionales, facilitando algunos acercamientos. Uno de los posibles escenarios de reaparición de Macri será la provincia de Chubut. El encuentro no tiene fecha, pero la intención es que se realice allí el encuentro nacional del partido que volvió a presidir. La visita está próxima a cerrarse y fue pedida por el propio gobernador y dirigente amarillo, Ignacio Torres.
Torres fue foco de críticas de Bullrich cuando, durante el verano, encabezó una rebelión contra Milei que, antes de terminar en la nada, amenazó con cortar la provisión de petróleo y gas de no conseguir el envío de fondos nacionales. Poco después, la ministra lanzó que en Chubut "no vive nadie, hay un millón de guanacos”. No es un dirigente al que el bullrichismo mire con confianza. El gobernador patagónico fue la figura con la que Macri se sacó una foto, esta semana, en la embajada de Estados Unidos en medio del debate por una ley Bases que Mauricio quiere que se apruebe pero, al mismo tiempo, con la intención de forzar negociaciones con la Rosada. Karina Milei no quiere un acuerdo de co-gobierno, por lo que se explicó en filas amarillas, pero su hermano sí y, en paralelo, el ex presidente no quiere quedar pegado a un gobierno con chances de fracasar. Por lo tanto, se encuentra en un estado de medición para lograr la resolución menos problemática.
En Chubut, durante el encuentro nacional del partido que devolverá a Macri a las primeras planas del toma y daca, se reunirán los presidentes de cada PRO provincial, ya con el nuevo jefe nacional. La reunión en el sur se viene trabajando hace tiempo pero, tras la asunción, Torres conversó para concretar la organización aún sin fecha. Macri y Torres se conocen hace tiempo, el gobernador era chico cuando generaron el vínculo. Forma parte del semillero amarillo, pasó por Diputados, por el Senado y ahora comanda una provincia, por lo tanto es una figura muy propia. Pero, además, para el propio mandatario provincial Mauricio es una persona de escucha y de asesoramiento, hablan y se ven con frecuencia.
El jefe chubutense habla con todos los dirigentes, pese a los idas y vueltas de la interna macro. En la elección del año pasado fue más cercano a Horacio Rodríguez Larreta pero recibió a todos. Con Macri, sin embargo, el vínculo está muy cuidado aunque se descarta que al ex presidente probablemente no le haya hecho gracia la foto del miércoles junto a Axel Kicillof aunque, al mismo tiempo, sabe que es la forma de conducción de Torres. Diferencias que se respetan.