Cuentan que en una reunión de diversos sectores de los equipos técnicos del FdT durante la campaña del 2019, mientras debatían futuras políticas a implementar, se sucintaron algunas divergencias. En un momento alguien intervino con una frase que buscaba dar un nuevo giro a algunas discrepancias presentes: “Bueno, cuando surjan estas discusiones y tal vez nos cueste ponernos de acuerdo que alguien diga Macri, y ahí seguro nos vamos a entender.”
Una página que puede ilustrar el nacimiento pero también el presente del Frente de Todos cuyos integrantes fueron comprendiendo que la gestión necesitaría otro tipo de mecanismos para sostener la unidad. En ese proceso se observa que funciona mas como una coalición que como un frente tal cual lo comprendió el peronismo a lo largo de su historia. La noción de frente implicó siempre la construcción política que contaba con un liderazgo definido y la adhesión de sectores que podían ser diversos pero encontraban en ese liderazgo, y en un programa, las causas de esa unión. Perón fue sin duda la experiencia fundante, el kirchnerismo fue en esa vía. No lo fue el menemismo ausente de toda lógica de convocatoria a sectores a favor de la militancia, porque debía convocar a un proyecto de exclusión.
En este presente, en el cual el FdT está a cargo del gobierno nacional, existe una configuración diversa y no estable en su propio interior, que lo diferencia de la lógica de un frente y por eso coalición emerge como un término más apropiado. Por una parte los liderazgos están divididos lo que genera lealtades repartidas aunque persista la noción de pertenecía a un espacio (conflictivo) común, definido centralmente por el peronismo. Es decir, aunque las lealtades puedan ser dispersas o divididas, esas identidades no llegan a producir rupturas irremontables; por diversas razones, pero lo cierto es que eso no sucede ¿Es la pertenencia a un movimiento nacional lo que logra mantener la unidad? ¿Es el antimacrismo? ¿Son los incentivos que implican ser gobierno? Quizás un poco de todo ello. Ahora bien, esa identidad se sostiene también por el seguimiento de un programa de gobierno. Subsiste la noción que se debe incentivar la producción por encima de la especulación financiera, una simplificación quizás, pero una orientación dicotómica que se plasmó desde la última dictadura militar en la política argentina.
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Cuando se pide un proyecto y un modelo económico, hoy por hoy parece ser esa la disyuntiva capital. Cuatro años de macrismo neoliberal nos bastaron para comprender que un conjunto de medidas pueden declinar la producción industrial y estimular al sector financiero y la especulación, sin grandes transformaciones institucionales. Un par de decisiones y el país terminó nuevamente endeudado con el FMI. Expresiones al interior del FdT refieren a la necesidad de definir y profundizar un modelo económico coherente con un programa popular. Esa demanda que algunos ven como insatisfecha ¿es fruto más de una demora del gobierno por tomar esa orientación o más de un contexto político nacional, regional y mundial nuevo y complejo? La economía de 2021 deja indicadores que establecen sonrisas y al tiempo las borran; el crecimiento industrial ha sido récord en muchas áreas que incluye producción y empleo, y junto a él subsiste un índice de inflación que retrasa la inserción de los sectores populares a un mejor pasar económico, muy particularmente a quienes trabajan en la informalidad. Si la inflación torna inestable la vida económica de una sociedad, genera un efecto semejante en las relaciones políticas porque transmite esa misma incertidumbre respecto de lo que vendrá. La baja de la inflación depende de la disposición de más dólares, no hay otro tipo de recetas y ese es un camino que se transita con lentitud. Un dato objetivo, que necesita de una administración política.
Hay otra cuestión que no es en absoluto menor: todos los integrantes del FdT hicieron un gran trabajo en favor de la unidad; y eso sucedió en una vorágine notable e imprescindible para la contienda electoral, pero sin tiempo para sedimentar distintos temas. Por un lado no se pudo delinear instituciones o mecanismos de negociación para el futuro al interior de la coalición; no hay manuales que garanticen eficacia para estas situaciones, pero algunas hojas de ruta pueden contribuir a bajar niveles de conflictividad no siempre necesarios. Hasta ahora, ante esas situaciones fue la intervención del presidente, la vice presidenta y algunos otros actores claves quienes operaron con sus propias habilidades sobre esas minicrisis. El desarrollo de esas situaciones dejó entrever también que el tiempo fue escaso para procesar vivencias que habían compartido, pero en tensión, pocos años atrás. (muy pocos años atrás). Esas diferencias internas afloraron luego de las PASO y persisten en la actualidad, pero más que su propia existencia, casi inevitable en una coalición, el punto es su no mecanismo de resolución, o que este parece muy inestable.
La necesidad de derrotar electoralmente al macrismo en 2019, cumplió un notable rol de sellador de esas junturas que aun no estaban claramente cerradas. Cuando emergieron algunos interrogantes, algunos disensos, las que habían funcionado como soldaduras, comenzaron a ceder. El escenario no es demasiado diferente al de 2019. Otro ciclo macrista sería una verdadera tragedia para los sectores populares en particular y peor aún para cualquier noción de desarrollo nacional. El FdT tiene su destino atado a su gestión económica pero también al modo en que organice su convivencia política. En esa conjunción podrá imagina un horizonte 2023.