El viernes en el CCK, con las formalidades del caso, el presidente Alberto Fernández encabezará la presentación del Consejo Económico y Social, un organismo multisectorial que conducirá el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, y que fue una de las promesas de campaña del Frente de Todos. Para el acto fueron invitados los gobernadores y representantes del empresariado, sindicalismo, el sector académico, la sociedad civil y la Iglesia, varios de los cuales ocuparán una silla en el Consejo, que se calcula tendrá entre 20 y 30 integrantes. La conformación se terminaba de definir en estas horas y quedará plasmada provisoriamente en un decreto, pero la intención de Fernández es que luego el Congreso lo saque por ley con respaldo mayoritario, de manera que quede confirmado como un órgano permanente de discusión de políticas a mediano y largo plazo. Este era un punto que destacaban en la Casa Rosada para distinguirlo de las urgentes reuniones por acuerdos de precios y salarios que se realizan por estos días, con protagonistas que en más de un caso se repetirán.
No es secreto que Fernández había pensado en Roberto Lavagna para que lo coordinara. No sólo por su experiencia como ministro, sino también porque él había presentado un proyecto propio de Consejo en el Congreso. Pero Lavagna mantiene una relación oscilante con el Gobierno y, últimamente, es más dado a mostrar sus críticas que sus coincidencias. Aunque fue la segunda opción, Beliz también parece adecuado para el lugar. En sus años de exilio como funcionario del BID, trabajó en el diseño de políticas tales como el futuro de las relaciones laborales, el cuidado del medio ambiente o la reforma de las estructuras estatales, experiencia que ahora le servirá en su nuevo cargo. Desde que se acercó a Fernández para la campaña, Beliz -de extensa trayectoria en el peronismo porteño, ex ministro durante los gobiernos de Carlos Menem y de Néstor Kirchner- sostuvo un blindado bajo perfil que recién romperá el viernes.
Mientras se mantuvo en pie su candidatura para presidir el BID, Beliz lucía como uno de los funcionarios con más influencia del entorno de Fernández, especialmente en cuestiones como política exterior o economía. Con vínculos con el papa Francisco, se mostraba como un canal de comunicación de empresarios y sindicalistas con el Vaticano. En ese sentido, en las pocas ocasiones que se dejó ver en público fue durante actos de la CGT o de las iniciativas contra el hambre y la pobreza. Cuando lo del BID no prosperó, su participación en reuniones bajó y apenas fue noticia cuando contrajo coronavirus y puso en riesgo la salud presidencial. Desde que Fernández le propuso hacerse cargo del Consejo, se puso a estudiar las iniciativas similares que existen a nivel internacional, como los casos de Bélgica, España, Francia, Irlanda, Italia y Países Bajos.
En el caso español, por ejemplo, se llama igual y se lo conoce por su sigla CES. Cuenta con un presidente y 60 consejeros, divididos en tres grupos de 20: uno sindical, otro empresarial y en el restante se agrupan representantes de sectores como el agropecuario, el pesquero, cooperativas y asociaciones de consumidores. Una particularidad del CES argentino será la inclusión de representantes de cultos, sin duda una influencia papal. De hecho, una de las reuniones preliminares que mantuvo Beliz fue la semana pasada con autoridades de las instituciones religiosas -Máximo Jurcinovic fue el enviado de la Conferencia Episcopal- quienes les acercaron sus documentos y propuestas sobre cuestiones económicas, sociales y educativas.
Como prueba de que su temario es de mediano y largo plazo, en Gobierno adelantaban que el Consejo se ocupará "del futuro del trabajo y las nuevas tecnologías, el desafío educativo estructural, las cuestiones medio ambientales y la productividad con cohesión social". Su objetivo es emitir dictámenes por consenso que buscarán plasmarse en proyectos de ley. Explicaban que el Presidente pretende que el CES criollo le oriente acerca de cómo favorecer la producción destinada a exportaciones, creación de los puestos del trabajo del futuro o la agenda del cambio climático. Como se ve, muy lejos del precio del asado o los faltantes de aceite en los súper que se discuten en las reuniones de estos días, aunque los protagonistas puedan ser los mismos como la UIA y la CGT.
En la primera reunión del CES deberán discutir la redacción de su reglamento. Cuántos serán sus miembros, cómo se elegirán, cuánto durará su mandato, cuándo y dónde sesionarán. Así será el propio CES quien prepare el proyecto de ley que lo creará y que el Gobierno pretende que apruebe el Congreso. Las famosas "políticas de Estado" que tanto se reclaman desde hace años, tendrán al fin un lugar de debate.