Elecciones 2023,  FMI y un mundo que cambia

Es decir, nos acercamos a los momentos electorales acaso más trascendente, en muchos años en nuestra patria. Y lo hacemos en condiciones inéditas en los cuarenta años de vida de la democracia argentina recuperada.

17 de septiembre, 2023 | 00.05

A la coyuntura argentina ciertamente no le escasean circunstancias dramáticas. De todas, la más urgente es la cuestión de la inflación y su principal consecuencia, la pérdida del poder adquisitivo de la gran mayoría de nuestra población. En principio, el acuerdo firmado con el FMI inhibe cualquier iniciativa redistributiva, con el argumento de que ese rumbo lleva en su interior el deterioro de las cuentas públicas. El candidato peronista, que a la vez ejerce como ministro de economía del país en una circunstancia crítica como ésta, ha decidido prescindir de las conocidas recetas del fondo para aprobar un paquete de medidas, cuyo sesgo principal y evidente es el de atender la grave crisis por encima de cualquier razonamiento enrolado en la fórmula del Fondo (primero “ordenar” las finanzas, el tiempo de la redistribución vendrá “después”. 

Es decir, nos acercamos a los momentos electorales acaso más trascendente, en muchos años en nuestra patria. Y lo hacemos en condiciones inéditas en los cuarenta años de vida de la democracia argentina recuperada tras la barbarie del terrorismo de estado. Si algo viene caracterizando esta etapa es el hecho de un discurso de derecha cada vez más despojado de “corrección política”; un discurso que convalida de modo permanente y sin limitaciones el modo de pensar del establishment económico nacional tradicional. Estamos ante una mutación política: ya no son los sectores económicos más poderosos presionando a la política a favor de sus intereses corporativos frente a “la clase política”, es un sector del poder económico que actúa directamente a través de parte de las fuerzas políticas que compiten. Esto ya era en parte así desde la emergencia del macrismo, reforzada además con el giro a la derecha del partido radical en la convención de Gualeguaychú de marzo de 2015, pero en esta etapa ha sido drásticamente modificado por la emergencia del discurso oligárquico-fascista representado por el candidato Milei. Todo parece crear condiciones para una salida muy diferente a la que predominó después del derrumbe de diciembre de 2001. En aquellos angustiosos momentos históricos la salida fue la que se reconoce en el patrimonio histórico del peronismo: Duhalde y después Kirchner enfrentaron el desastre acudiendo a las históricas políticas populistas del peronismo, el impulso de la producción y la solidaridad con las víctimas principales del desastre a través de la política estatal de ingresos.

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Por momentos pareció que la puja electoral no cambiaría sus recursos y no pondría en juego la capacidad estatal para jugar fuerte en la puja distributiva a favor de los trabajadores. De hecho, durante gran parte del período de gobierno que va terminando la acción gubernamental no superó las quejas dirigidas contra la falta de generosidad de sectores del poder económico, combinadas con argumentos contextuales (la pandemia, la guerra, la sequía) que explicaban la muy débil performance social del gobierno. La explicación era correcta. Lo que ocurre es que en la política no alcanza con explicar…La inercia se rompió. Hoy hay disputa política, social y electoral. El discurso delirante de algunos segmentos de la política de la derecha ha encontrado réplicas. Y no son declamativas ni proyectadas exclusivamente al futuro. Son ahora, son urgentes, son operativas. La campaña electoral ha encontrado su forma agonística, los adversarios combaten cada uno con las armas que tienden a corresponder con su filiación histórica, con “su lugar en la vida nacional”. Es políticamente muy importante el cuadro de la situación de la puja electoral. Que se valoriza más cuando recordamos la campaña de Macri en 2015: “todas las mejoras serán sostenidas” que falseaban abiertamente sus planes. La derecha vuelve a usar la expresión “demagogia” para juzgar las iniciativas del ministro-candidato Massa. El mismo término que encabezó y encabeza todas las iniciativas regresivas que profundizan las diferencias sociales y son, en última instancia, la principal amenaza contra la paz social y nacional.

El sinceramiento de la índole política de cada contendiente es, claro, una buena noticia. Pero a continuación es necesario reconocer que las fuerzas que emergen con más fuerza de ese giro son las de la vieja derecha conservadora, combinadas hoy con una ultraderecha que habla un lenguaje provocador y, en última instancia, violento. Hay que procesar este tiempo con mucha audacia y, al mismo tiempo, con mucha responsabilidad. Es necesario no dejarse arrastrar a una escena autoritaria y violenta. Es necesario incluir en la agenda discursiva nacional-popular la necesidad de un acuerdo. Aunque hoy no podamos imaginarnos quiénes serán sus protagonistas. Es una oportunidad muy especial para insistir en la necesidad de un acuerdo mínimo, entre otras cosas porque al país se le han abierto espacios de protagonismo regional e internacional que conforman un nuevo hábitat nacional. El hábitat de una fuerte alianza con Brasil que puede ser pieza central de una nueva oleada integradora regional, ampliada respecto de la que vivimos a comienzos del siglo. Sería una nueva “unión sudamericana” de alcance esencialmente superior por el nuevo cuadro de reagrupamientos internacionales que convergen en el reclamo de un nuevo orden. De un nuevo régimen financiero, como acaba de proponer el presidente Alberto Fernández en Cuba, en oportunidad del reciente encuentro del G77 más China.

Argentina está desobedeciendo hoy el mandato ortodoxo del Fondo. Y no quedaba otro camino que hacerlo o quedar entrampado en los hilos de una crisis que los argentinos y argentinas hemos vivido muchas veces. La democracia argentina se defiende de la extorsión de la ultraderecha y su compañero de ruta de siempre, el Fondo Monetario Internacional. El estado en el que entra el peronismo y toda la trama de las fuerzas nacionales en el país a esta puja no es el ideal. Es el resultado de una dura etapa y de muchos errores, de los que nadie en el movimiento nacional puede sentirse exento. Es una oportunidad para la unidad. La unidad del peronismo como premisa básica e inicial. apuntando a un bloque nacional en el que convivamos argentinos y argentinas de miradas muy diversas en lo ideológico pero pasible de construir como respuesta a la crisis y como camino hacia el futuro.