Cuando Mauricio Macri se fue del Gobierno dejó ocho millones de personas alimentándose en comedores o recibiendo bolsones de comida en sus casas. Hoy, pandemia del coronavirus mediante, son diez millones quienes padecen esa situación. El ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, señaló esta semana que “desde diciembre no disminuye la cantidad de personas que reciben comida debido al aumento del precio de los alimentos”.
De acuerdo a la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes y Derivados, en marzo, el consumo de carne vacuna por habitante se ubicó en 49,3 kilos por año, el más bajo en 100 años. Según datos de Ministerio de Trabajo, entre enero de 2020 y febrero de 2021, los salarios privados registrados aumentaron un 34,1%. En ese período la inflación fue del 43,5% y el precio de los alimentos subió un 46,5%. En lo que va del Gobierno del Frente de Todos los salarios privados registrados perdieron un 6,6% en términos reales. En cuanto al poder de compra de alimentos perdieron casi un 10%. A los trabajadores estatales y a los informales les fue peor.
El Gobierno de Mauricio Macri fue una catástrofe para el pueblo trabajador: elevó el precio del dólar de 9,50 a 64 pesos, eliminó retenciones e implementó una suba de tarifas de servicios públicos que llegó hasta el 3000%. Así, perdió las elecciones y se fue dejando una herencia de miseria generalizada. Alberto Fernández recibió los despojos y se encontró con la pandemia. Macri había dejado ocho millones de argentinos alimentándose en comedores. La peste elevó esa cifra a once millones. A partir de la salida del confinamiento y hasta diciembre la cifra cayó a diez millones. A partir de ahí la suba del precio de los alimentos consolidó la vergüenza nacional de que uno de cada cinco argentinos dependa del Estado para comer en un país en el que se producen alimentos para diez veces su población.
El Estado está presente desde el primer día. A poco de llegar al poder Alberto implementó la tarjeta alimentaria, subió y amplió el universo de quienes reciben la AUH, dio bonos a trabajadores y jubilados y hasta se ocupó de que volvieran a recibir medicamentos gratis. Ayer dio un nuevo paso cuando anunció que aumentará en 130 mil millones de pesos al apoyo alimentario de la población, sumando más beneficiarios y por montos más altos. Pero el presidente seguramente sabe que si el aumento del precio de los alimentos persiste cada vez serán más los que tendrán que ir a comer a la mesa del Estado. En estas condiciones es muy difícil ganar elecciones.
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El mundo busca la manera de convivir con la peste. El presidente de los Estados Unidos anunció una fuerte expansión del gasto y dio un discurso alejado de las políticas neoliberales que generó expectativa dentro y fuera del país. Un reciente informe del FMI revela que el 97 % de los países socios registra déficit fiscal. Aún los países con políticas históricamente ortodoxas apuestan al gasto. En Argentina, tal vez por el apremio de acordar con el FMI, se está siguiendo el camino contrario.
El gasto primario hasta marzo acumula poco más de 1,7 billón de pesos, con un incremento de 39,7 por ciento anual; por debajo de la inflación de los últimos 12 meses que fue del 42,7%. Es decir que el gasto en términos reales del primer trimestre de 2021, con pandemia, fue más bajo que en el mismo periodo de 2020, sin pandemia. Un informe de la consultora LCG en base a datos oficiales destaca que los principales recortes en el trimestre en términos reales -descontando la inflación- fueron las asignaciones familiares, con un retroceso de 14 por ciento; las jubilaciones, que cayeron 6 por ciento; los salarios de la administración pública, que retrocedieron un 6 por ciento; las transferencias corrientes a las provincias, un 21 por ciento; y los gastos operativos en Universidades, un 27 por ciento.
Los ingresos totales en el mismo periodo sumaron en el primer trimestre 1,7 billones de pesos, con un alza de 55,4 por ciento, muy por arriba de la inflación. Así, en el primer trimestre de este año el déficit primario de la Argentina fue de 0,2 puntos del PIB, con pandemia; mientras que entre enero y marzo de 2020 había sido de 0,6 puntos, sin pandemia.
Con los precios ganándole por goleada a los salarios, los alimentos subiendo muy por arriba de la inflación promedio y el Estado achicando el gasto real, es difícil que el FDT retenga los votos que consiguió en 2019. Esto se discute hoy en la coalición. Las tarifas, un tema importante, fueron la punta del iceberg de las cada vez más grandes diferencias entre los socios del FDT sobre cómo administrar los costos de la pandemia y, en definitiva, como llegar con posibilidades a las elecciones.
Los comodities, la carne y los chinos
Entre todas las penurias que provocó la peste, una bien importante es la disparada del precio de los comodities, entre ellos los agropecuarios. La fuerte expansión del gasto estadounidense debilitó la moneda norteamericana y empujó los precios de los granos. El anuncio de Joe Biden sobre su intención de seguir imprimiendo para gastar impulsó nuevas subas y dejó claro que la emisión, la caída del dólar y la suba de comodities llegaron para quedarse por un buen tiempo. Frente a ese escenario, la única forma de frenar la suba del precio de los alimentos es subir los aranceles a la exportación para desacoplar los precios. El gobierno teme –y no le faltan razones- que el solo intento de hacerlo desate la furia de la derecha. Por otro lado, cualquier suba superior al 3% debería pasar por el Congreso.
La contracara del hambre de millones es la ganancia exuberante de los productores agropecuarios. Según reveló Ezequiel Orlando en El Destape, en base a la revista del sector, Márgenes Agropecuarios, los márgenes de ganancia bruta para los campos de maíz de la zona núcleo del país se incrementaron 216% en dólares y los de soja, un 113% en los últimos doce meses.
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Los cinco alimentos que más subieron durante el gobierno del Frente de Todos -sin incluir productos con movimientos estacionales- son cortes de carne: Asado, nalga para milanesas, paleta, cuadril y carne picada. Luego vienen dos productos que los argentinos usan como sustitutos de la carne cuando sube su precio: el filet de merluza y el pollo. Entre los anuncios del viernes se elevó la cantidad de carne en oferta en los supermercados de 6000 a 8000 kilos por mes. Insuficiente tomando en cuenta que el consumo total mensual es de 127 mil kilos.
Los alimentos que más subieron durante el gobierno de Alberto
- 1-Asado kg: 92,41%
- 2-Nalga kg: 89,3%
- 3-Paleta kg: 86,5%
- 4-Cuadril kg: 82,4%
- 5-Carne picada común kg: 75,65%
- 6-Filet de merluza fresco kg: 66,8%
- 7-Pollo entero kg: 63,6%
- 8-Tomate entero en conserva Lata 230 g: 62,9%
- 9-Yerba mate 500 g: 49,9%
- 10-Jamón cocido kg: 49,9%
- 11-Queso cremoso kg: 49,6%
- 12-Pan francés kg: 41,36%
El aumento del precio de la carne responde a dos razones: la suba del precio del maíz, principal insumo de engorde en corral, y la liberación de las exportaciones. En enero de 2020 el kilo de maíz costaba ocho pesos; hoy cuesta 21 pesos. Esto quiere decir que aumentó 162% en un año y alrededor de un 60% desde diciembre de 2020. Los precios del maíz surgen de la cotización del mercado de Chicago, en dólares. En relación a mayo de 2020, cuando se empezó a flexibilizar la cuarentena más estricta, el precio promedio de la hacienda en pie se duplicó: aumentó un 102,4%.
La otra razón de la suba de la carne es que el consumidor nacional compite con otros consumidores del mundo de mayor poder adquisitivo. Según el mercado Rosgan, en 2010 las exportaciones de carne vacuna se ubicaron en las 160.000 toneladas. El 2020 finalizó con una cifra récord de 616.000, lo que equivale a un incremento del 285%.
Esta dinámica fue en parte alentada por nuestro país. En 2019, la Secretaría de Agroindustria informó que las autoridades de Beijing habilitaron la exportación argentina de carne enfriada y con hueso. Se firmaron los protocolos de carne bovina para la inclusión de carne enfriada con y sin hueso y congelada con hueso, que se sumaron a la carne congelada deshuesada que ya se exportaba.
Entre 2015 y 2019, la producción y faena se incrementó un 13,6%, con una caída en el consumo interno del -9,7% y la casi triplicación de las exportaciones. Pero esta tendencia en el mercado se acentuó durante el primer año de gestión del actual Gobierno.
El 75% de las exportaciones de carne tienen como destino a China. Con una población de 1400 millones de habitantes y una economía creciendo a todo vapor, el pueblo chino incorporó proteínas a su dieta y se habituó. Hoy, cualquier mínima suba de sus compras, eleva el precio internacional. Brasil está sufriendo una situación similar con su principal alimento, el arroz. Bolsonaro abrió la importación para bajar el precio que ya escaló un 85%. En Argentina, la única forma de desacoplar los precios que puede pagar china del que pagamos en nuestras carnicerías es imponer un cupo máximo de exportaciones que resguarde el mercado local. Hasta ahora Guzmán se niega a hacerlo porque necesita los dólares de las exportaciones.
Empleo y desempleo
Las razones de la pobreza en Argentina son varias. Una de ellas es un mercado laboral que Macri dejó en condiciones paupérrimas y la peste remató. Según datos de CIFRA, proyectando los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares al conjunto de la población se advierte que tras la recuperación de más de 3 millones de empleos entre el segundo y cuarto trimestre de 2020, el legado de la pandemia fue una reducción de 1,1 millones de empleos.
De esos 1,1 millones de ocupados menos, 770 mil dejaron de buscar activamente un nuevo empleo y, por lo tanto, pasaron a ser inactivos. En tanto que 351 mil buscan activamente un empleo y no lo encuentran, por lo que pasaron a ser desocupados. Por su parte, de los 3 millones de empleos recuperados entre el segundo y cuarto trimestre de 2020, el 40 % son empleos de menos de 35 horas semanales y cuyos ocupados buscan activamente cambiarlo, es decir, son subocupados demandantes de empleo. De allí que la tasa de subocupación haya crecido al 15,1% de la población económicamente activa en el cuarto trimestre de 2020. El legado de la crisis de 2020 tiende a profundizar no solo el problema preexistente de la falta de empleo sino que incrementa la informalidad.
Ingresos, ajuste y apriete monetario
Cuando Guzmán presentó el presupuesto 2021 aclaró que lo hacía bajo el supuesto de que no habría segunda ola. Así propuso un déficit del 4,5%. Se entendía que si la pandemia volvía el déficit sería mayor. En el primer trimestre del año, sin embargo, el déficit fue de apenas el 0,2%. Analistas consultados por El Destape anticipan un déficit primario anualizado entre 2,7 y 3 puntos del PIB, entre un punto y medio y dos menos que los que se anticipó en la Ley de presupuesto. Y esto con una segunda ola feroz.
El torniquete no es solo fiscal; también monetario. El Banco Central contrajo su expansión en términos reales. A tal punto que durante el primer trimestre de 2021 el nivel de la base monetaria en términos reales se encuentra apenas 0,7% por encima del registrado en el mismo periodo de 2020, sin pandemia. El nivel de la base monetaria del primer trimestre de 2021 no solo es reducido en términos históricos sino que es semejante al del segundo trimestre de 2019, cuando su desempeño estaba influido por el experimento de congelar la base monetaria en el marco del acuerdo con el FMI.
Alberto no es responsable de la herencia recibida ni de la peste. La discusión está en cómo se enfrentan estos problemas. Sin duda, el presidente evitó muchos pesares que sí sufrieron países de mayor poder económico. Aquí no faltaron camas ni respiradores. No hubo desabastecimiento ni saqueos. Lo que sí hay es una injusta distribución de las cargas. Las empresas más grandes del país muestran balances rebosantes, los productores agropecuarios obtienen récord históricos de ganancias en dólares y al pueblo trabajador le cuesta cada día más llevar el pan a la mesa.
Alberto se muestra cada día más enojado y le reprocha a los empresarios su egoísmo. Pero su enojo por si solo no va a cambiar las cosas. Para mejorar la situación de la población es imprescindible subir fuertemente las retenciones agropecuarias. Así se frena el alza de los alimentos y se generan fondos genuinos para elevar el gasto del Estado y así expandir la economía y mejorar el empleo. Quienes caminan el territorio, intendentes y organizaciones sociales, afirman que la gente lo quiere a Alberto, que reconocen su esfuerzo y sensibilidad, que se sienten cuidados. Pero también señalan que hay un malestar creciente por los precios de los alimentos y que, como siempre en Argentina, apunta al presidente.
Alberto sabe que las medidas necesarias serán resistidas. Quizá sería bueno que le explique con mayor detalle a la población que la inflación actual no es responsabilidad del Estado, que bajó el gasto y la emisión; que el dinero que le falta al trabajador está en manos del productor agropecuario y el empresario y entonces esta vez no quedarse en el comentario y terminar su discurso anunciando las medidas necesarias para salir de esta situación. Seguro tendrá que soportar las consecuencias. Pero si no lo hace pagará otro precio: va a perder las elecciones.