El fútbol argentino, escribe el periodista Matías Bauso, tiene muchos problemas. La emigración temprana de jóvenes talentos al exterior, el paupérrimo desempeño de los árbitros fecha a fecha (problemática aún más acuciante en el fútbol de ascenso) y el formato siempre cambiante de competencia son algunos de los condimentos de esta "liga de los campeones del mundo". En este escenario, hay un síntoma del bajo nivel que ofrecen los partidos el cual se vio reflejado en la última edición: los jugadores cada vez gambetean menos.
En la Liga Profesional 2024, que tuvo a Vélez Sarsfield como campeón por primera vez desde 2013, se anotaron 769 goles: el cuadro con más tantos a favor fue Racing Club (42), seguido del 'Fortín' y River Plate (38). Del total, apenas 75 (uno de cada diez, a grosso modo) se produjeron tras una situación mano a mano entre un atacante y el arquero rival; de ese número, solamente en 14 (o uno de cada cinco) el futbolista con la pelota tomó la decisión de amagar antes de definir. En resumen, de cada 50 goles que se convierten en el fútbol argentino solamente en uno el mediocampista o el delantero gambetean en el momento previo a convertir.
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El fútbol argentino busca parecerse a un estilo cada vez más "global" de pensar el deporte, imitando formas que, en algunos casos, le son ajenas. La rebeldía (pensada como una situación de uno contra uno e ilustrada en una gambeta, un caño o un quiebre de cintura) se acopla al funcionamiento colectivo, y no al revés. Los jugadores desequilibrantes son lentamente exiliados a las bandas, lejos del área, donde deben adaptar su habilidad al esquema del entrenador. El caso de Jack Grealish en el Manchester City de Pep Guardiola resulta emblemático: de aquel desfachatado número '10' de medias bajas en el Aston Villa sólo queda un futbolista devenido en extremo que no mete un gol hace 45 partidos.
Gambetas y mano a mano
En la Premier League, torneo en el que el Manchester City dirigido por Guardiola se consagró de forma consecutiva en las últimas cuatro ediciones, la tendencia observada en el fútbol argentino se hace aún más notoria. De los 1.246 goles que se hicieron (récord histórico para el certamen), 101 (un 8%) fueron desde un mano a mano, y en apenas 16 (1.28%, casi un gol cada 75 anotados) el atacante gambeteó al arquero antes de convertir.
Otro dato que resuena acerca de los 14 goles convertidos tras una gambeta al arquero en la Liga Profesional es que la mitad de ellos surgieron a partir de un error defensivo. Malas entregas en la salida desde el fondo o errores en los controles por parte de los defensores explican varias de las ocasiones en las que los delanteros quedan mano a mano frente al arquero. A partir de este dato surgen dos conclusiones: los planteos de la mayoría de los equipos argentinos no favorecen este tipo de situaciones y, a la vez, exigen a los futbolistas cumplir roles que no les corresponden, queriendo copiar el estilo de grandes clubes de Europa que cuentan con otra infraestructura, otro tipo de entrenamiento y, principalmente, con otros jugadores.
Sorpresivamente, el conjunto que más veces anotó a partir de un mano a mano fue Deportivo Riestra, con ocho goles en las 27 fechas disputadas. Lejos de ser el cuadro más goleador (se ubica decimoctavo en el ranking con 26 tantos), el 'Malevo' llegó casi un tercio de las veces al fondo de la red con un futbolista solo frente al arquero, número notoriamente mayor al resto de sus rivales. Jonathan Herrera, su número nueve titular, Alexander Díaz, delantero a préstamo desde San Lorenzo, y Braian Sánchez, volante ofensivo que suele pisar el área para terminar las jugadas, concretaron dos ocasiones cada uno.
¿Por qué los jugadores gambetean cada vez menos? No hay una sola respuesta a esta pregunta, aunque el primer paso es reconocer que la formación en la actualidad (en clubes, academias o centros de entrenamiento) ya no se dedica a pulir a las "joyas" que llegan, sino a amoldarlas. Signo de época: lo disruptivo es una anomalía que hay que corregir y encuadrar dentro de un planteo sistemático. "A un chico de 13, 14 o 15 años, mi opinión es que tiene que ser más salvaje, más libre de toque. Con el tiempo las cuestiones tácticas se incorporan", opinaba Pablo Aimar sobre el desarrollo durante los primeros años en al carrera de un jugador.