Pandemia, elecciones y pospandemia

25 de julio, 2021 | 00.05

Lxs argentinxs estamos por empezar una curiosa experiencia: elecciones en medio de una pandemia. No hay ningún antecedente de un episodio electoral en el que la vida, el cuidado, la disciplina, la libertad, el cuidado y la responsabilidad ante los semejantes (y hasta por los no semejantes) hayan estado implicados con la intensidad en que lo están entre nosotros.

Es bastante sencillo construir un “clivaje” político en estas circunstancias. La oposición de derecha clama por los supuestos recortes autoritarios de las libertades individuales. No se limita a criticarlos por los daños que el control del estado sobre los cuerpos humanos provoca; llega a sostener, aunque no sea explícitamente, que ese control, esos daños corresponden a una “naturaleza ideológica” de quienes hoy ejercen el gobierno. Comunismo, populismo, autoritarismo, autocracia u otros monstruos conceptuales son esgrimidos sistemáticamente para contraponerlos con la “libertad”. Una libertad que en el curso de algunas argumentaciones particularmente intensas y extremas se identifica con la más absoluta ausencia del estado. Enfrente del mundo “libertario” está el frente del cuidado, de la responsabilidad, de la solidaridad… No hay ninguna posibilidad de ningún punto intermedio. Entre otras causas, porque el antagonismo político preexistente a la pandemia ha condenado al fracaso y agotado a cualquier intento de encontrar una posición neutral: ésta solamente existe en los sondeos de opinión, que la necesitan para llenar de contenido, el siempre enigmático “elector indeciso”; un concepto que en la gran mayoría de los casos oculta al ciudadano/a políticamente indiferente o más o menos políticamente indiferente que siempre hubo, hay y habrá entre nosotros.

La presencia intensa y numerosa de la muerte causada por el virus creó las condiciones para que ésta se haya convertido en un tema en sí mismo. Muerte por falta de vacunas o por campañas antivacunas. Muerte por intervención del estado o por su ausencia. Muerte por agobio social o por irresponsabilidad social. No faltó el legislador-candidato que se permitiera “historizar” este fenómeno político sin antecedentes y comparar la cifra de los muertos por la barbarie dictatorial-terrorista con la de las víctimas de la pandemia. Sin duda, un alarde irresponsable de la propia ignorancia política.

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Además de esta inexistencia de antecedentes que permitan orientar a los antagonistas en tan excepcional experiencia, hay otro problema que atraviesa la discusión política. Es la inevitable carencia de referencias ciertas para los polos de la disputa acerca del futuro. Y, en muchos casos, no solamente es carencia de imágenes ciertas, sino también lo que es peor: clausura de toda reflexión sobre ese futuro. La derecha no tiene problemas en colocarse más o menos sistemáticamente en la posición de quien está atravesando un momento excepcional, un accidente de la historia que, como tal, es pasajero. Por lo tanto, su horizonte está en el regreso al pasado, a “lo que fue siempre”; es decir la libertad de mercado, el estado lo más ausente que sea posible, la meritocracia como fórmula malthusiana que resuelve quiénes sobreviven en la selva de la lucha por la vida y quiénes no.

Para el mundo, llamémoslo así, “popular” sería una oportunidad para preguntarse en profundidad acerca de lo que era la vida antes de la pandemia, de cómo se enlaza causalmente ese mundo y sus infinitas iniquidades con el propio surgimiento del fenómeno y, principalmente, imaginarse y atreverse a proyectar un mundo distinto. No solamente distinto a éste de contagios, aislamientos, terapias intensivas y muertes, sino también distinto al que creó todas las macabras condiciones que desembocaron en esta experiencia.

El gobierno, hasta aquí, se concentra en la promesa de que pronto pasará lo peor y “volveremos” a encontrarnos, a abrazarnos, a compartir asados, a estar con nuestros afectos sin el barbijo, la distancia social y todo el repertorio de incomodidades y angustias en cuyo interior vivimos. Es lógico que una fuerza que gobierna a un estado trate que la población entienda el esfuerzo y tenga fe en el futuro. Pero hay que admitir que esa línea de pensamiento y de creación de estado de ánimo tiene fuertes limitaciones. Claramente, en primer lugar, porque la “prepandemia” argentina es la experiencia de gobierno macrista. Que fue particularmente desastrosa. Pero que lo fue no solamente por el resultado de la gestión del casi prófugo ex presidente sino por añejos problemas estructurales de la economía y la política nacional. Por un tipo de problemas que no atañen solamente al mejor o peor desempeño de un gobierno sino por añejos legados coloniales, capitalistas y patriarcales que agravaron sin parar nuestras condiciones de vida. La pobreza, el endeudamiento, la desocupación, la impotencia estatal para asegurar condiciones dignas de vida son de larga data entre nosotros. Y no solamente entre nosotros: el capitalismo financiarizado, la dependencia, el descarte humano, el abandono de todo cuidado por la tierra que habitamos era el hábitat antes de esta dura época que nos toca transitar. Y no solamente eso: es muy difícil de explicar lo que ocurrió este último año y medio sin vincularlo con las prácticas predatorias que la entera civilización desplegó en su relación entre los propios seres humanos y con el resto de los habitantes del planeta.

Es una gran oportunidad para preguntarnos por los modos de salir de nuestras dramáticas condiciones actuales y de conectar esa reflexión con un programa, con una línea de acción profunda en la dirección de grandes transformaciones. Es decir, no un “anti-neoliberalismo” superficial y conformista sino una estrategia de transformación profunda. En los modos del trabajo y la producción, en nuestra cultura en el más vasto sentido del término, en un derecho de propiedad que sea un camino a un país con posibilidades de buena vida para todos y no como un cerrojo que protege las tremendas y crecientes injusticias entre las que hoy vivimos. Y esos modos de transformar la realidad no tienen por qué esperar a que el peligro de infección decrezca hasta desaparecer. Pueden ponerse en marcha hoy mismo. Pueden ser la inspiración de proyectos de ley (finalmente elegimos legisladores) para mejorar la condición del trabajo, la distribución del ingreso, la igualdad de género, el derecho a la propiedad y sus límites dentro de su función social, la defensa del medio ambiente, el desarrollo independiente y no única y fatalmente vinculado a la explotación de nuestros recursos naturales y también la defensa de esos recursos nacionales frente a la ofensiva imperial-colonial dirigida a su apropiación.

¿Por qué no empezar a pensar en una pospandemia que no se parezca tanto a la prepandemia