El pasado 12 de septiembre se presentaba como un triunfante domingo peronista, pero se fue oscureciendo junto con la llegada de la noche a medida que llegaban los cómputos definitivos. El fracaso en las elecciones PASO produjo, al interior del Frente de Todxs, sorpresa, rabia, desánimo… produjo un terremoto, una crisis que sacó del letargo a la militancia y a los dirigentes.
El peronismo en estas elecciones sufrió una gran derrota. Los motivos, las fallas que condujeron a ese resultado se analizaron de arriba a abajo, desmenuzando datos y diseccionando zonas que fueron correlacionadas con las conductas de los votantes.
En el frente que gobierna comenzó un permanente estado deliberativo a través de zooms, posteos y conjeturas por redes y WhatsApp, que desde entonces se encuentran al rojo vivo. En el tiempo de la urgencia que implica una campaña, era necesario comprender, armar las piezas del rompecabezas, hacer diagnósticos, tejer tácticas, inventar imágenes, proponer hashtags, palabras y acciones colectivas.
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Ante las situaciones difíciles el peronismo se despierta, potencia y reinventa. Así pasó varias veces, por citar algunos ejemplos, el 17 de octubre de 1945, en el 2008 ante el conflicto que planteó la 125 y en el 2015, frente a la pérdida del gobierno que desembocó en la resistencia y luego en la construcción de la unidad.
Fiel a su estilo, “Sinceramente” y sorpresivamente, Cristina el 16 de setiembre dirigió al pueblo y al Presidente una carta que marcó la cancha. Un libro, un video o una carta producen la ruptura de la inercia y reconfiguran el tablero de la situación: eso se llama conducción.
La carta, leída una y mil veces en los distintos espacios militantes para entender la situación y el rumbo, no se limitó a señalar los “funcionarios que no funcionan”, sino que recortó el conflicto político.
La inicial perplejidad en el interior del frente transmutó en un creciente entusiasmo que fue expandiéndose, devino en un empoderamiento que lejos se encuentra de la soberbia triunfalista por un resultado no garantizado. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Cuál fue el cambio en la afectividad y la potencia? “No fue magia”, solía decir Cristina. "Es la política pavotes", afirmó la entonces presidenta en 2014, durante el cierre del encuentro de la UIA.
Los días que se sucedieron luego de la derrota electoral del 12 de setiembre fueron movidos y movilizantes, tanto entre los dirigentes como en la base militante. En ese lapso en que volvió la política y una refundación del frente, quedaron debilitadas las operaciones miserables, el chiquitaje y el aburrido conventillo mediático, frente al que no hay zapping que resuelva. La derrota, la carta, la movilización de afectos y razones al interior del FdT rompieron con la abulia de una escena cotidiana en la que dominaba la agenda de Clarín y La Nación.
Esta es una enseñanza fundamental que se debe capitalizar para la acción política. El campo popular durante la cuarentena estuvo encerrado, desvitalizado, entretenido con los culebrones de la oposición y los odiadores seriales que, al modo panelista de la tele, dictaminan el “bien” y el “mal”. Quedar capturado como mero espectador frente a las operaciones de la derecha es un camino erróneo que lleva a la antipolítica, a la pérdida del entusiasmo y a la impotencia.
Es un compromiso y una responsabilidad mantener la vitalidad del proyecto nacional y popular como conflicto político, capaz de causar intereses, pasiones y deseos, que no es sin tensiones, debates, demandas y movilizaciones. “La nuestra es una fuerza política predominantemente territorial, no es una fuerza mediática, eso se vio afectado por las restricciones”, planteó Máximo Kirchner en la entrevista realizada por Horacio Verbitsky el 19-9 por Radio Del Plata.
Se revitalizó en lo público la confrontación democrática entre adversarios, nunca enemigos, que integran un proyecto común como es el FdT, que plantean diferencias y desacuerdos legítimos de manera racional. Se redefinió el rumbo, el modelo, los cargos y las estrategias, tanto a nivel nacional como regional.
Volvió la política significa reconocer el conflicto en lo social como en el interior del frente y elevarlo a la dignidad de brújula que permita comprender el verdadero desafío al que se enfrenta la política democrática. Bienvenida la conflictividad, porque es inerradicable de lo humano y de lo social. Lo preocupante es la negación, el ocultamiento, la reproducción mediática de banalidades colonizadoras y la pretensión del consenso social. Todas ellas traen como consecuencia la imposibilidad de pensar y actuar políticamente e instalan las bases para el socavamiento de la democracia.
Volvió la política implica hacer que se quede, recobrar la iniciativa, marcar la agenda e inspirarse más en las voces del pueblo que en las tapas de Clarín. Es la tarea.