Hablemos sin eufemismos: el Frente de Todxs perdió las elecciones a nivel nacional, que son las únicas encuestas válidas. Sólo el análisis del contexto dará los elementos para comprender los resultados.
Es harto sabido por gran parte del conjunto social que los periodistas de los medios concentrados, Clarín y La Nación, hacen de la mentira una práctica cotidiana y construyen una realidad paralela ajena a los datos, las cifras y las pruebas judiciales. Conocemos a cada uno de los periodistas “neutrales e independientes”, carentes de escrúpulos y vergüenza, que buscan manipular la subjetividad a través de un dispositivo de falseamiento de la realidad y la estimulación de afectos como la angustia, el temor y el odio.
Estos malintencionados mensajes se emiten y circulan partiendo de dos lugares de enunciación: el de la producción y el de la reproducción. El primero consiste en una ingeniería que incluye tanques de pensamiento, publicistas, periodistas, parte del poder económico, político y judicial. El segundo refiere a la reproducción que realiza el público o la masa desde una posición de obediencia inconsciente, pretendiendo no responsabilizarse de formar parte, como eslabón cómplice del engaño, de la construcción del sentido común colonizado.
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A pesar de que la mayoría de la población a esta altura ya la conoce, la práctica de las operaciones comunicacionales continúa teniendo eficacia, dado que la estrategia de manipulación utiliza pulsiones, fantasmas y afectos del sujeto frente a los cuales el saber y la racionalidad resultan impotentes. Como novedad de esta última época debemos sumar a la estimulación de la angustia, el miedo y el odio, el afecto moralizante de la indignación.
Hace unos años, en algunos programas de televisión se utilizaba la táctica del “aplausómetro”, que premiaba al más virtuoso o capaz en algún rendimiento. Del mismo modo, en la actualidad el indignacionismo social producido y agitado por los medios se ha vuelto un signo que prueba “la verdad” de un hecho y su grado de importancia en el ranking moral de los pecados cometidos. No hace falta aclarar que el objeto de indignación siempre recae en alguna falla del gobierno que es elevada, por los periodistas de la corporación, al estatuto de delito.
Todxs sabemos que hay cosas mucho más importantes que la realización de un cumpleaños que no correspondía, del que se habló hasta el hartazgo buscando estimular el indignacionismo. En contrapartida, no vimos indignarse a los periodistas del grupo Clarín o La Nación por la bala que recibió el diputado provincial Miguel Arien, en el acto de cierre de campaña realizado en la localidad de Tapebicuá. Tampoco los vimos indignarse por la noticia de un documento que dio cuenta de una reunión, realizada en la embajada de los EE.UU. en La Paz, entre funcionarios diplomáticos argentinos y norteamericanos, en la que se organizó la idea de instalar “desconfianza” y “fraude” en torno a las elecciones que se avecinaban seis meses antes de los comicios que derivaron en el derrocamiento de Evo Morales.
El argumento fuerte del Frente de Todxs para estas elecciones fue la excelente gestión sanitaria. La corporación mediática no sólo boicoteó la cuarentena y las vacunas sino que ensució cada uno de los logros conseguidos por el gobierno.
En este contexto, en que la agenda comunicacional es decidida por los grupos de poder –a través de los “periodistas” en los medios y el ejército de trolls en las redes- que imponen temas, afectos “verdades” y juicios morales, se realizó la campaña para las próximas elecciones de medio término.
El Frente de Todxs precisa ampliar la base electoral con la que llegó al gobierno, crecer en la correlación de fuerzas en diputados y senadores para poder llevar adelante las políticas prometidas en el contrato electoral del 2019. Cumplir con ese objetivo implicaba que el frente que gobierna convenza a un sector de la juventud y a los votantes indecisos que se “informan” casi exclusivamente por medios de comunicación corporativos. Los resultados de las PASO del domingo indican que el FdeT no sólo no consiguió ampliar su base sino que perdió votantes.
Resulta imprescindible la realización de una importante campaña comunicacional de alto impacto, capaz de saltar el cerco mediático.
Es preocupante que, en plena revolución tecnológica, guerras psicopolíticas y golpes blandos, una parte de la dirigencia continúe subestimando la importancia de las comunicaciones. Aún se escuchan frases tales como “la gente se dará cuenta de lo que hicimos”, mientras una franja social continúa repitiendo de manera acrítica, como si escuchara órdenes, los mensajes que recibe de los medios corporativos.
Un sector de la dirigencia todavía no comprendió la facilidad que tiene el poder comunicacional para imponer realidades, climas, palabras y afectos. La instalación de un rumor puede causar una corrida bancaria o generar las bases destituyentes para un golpe de estado.
Desde que asumió, el gobierno no dispuso ninguna medida para limitar el dispositivo de falseamiento de la realidad ni la estimulación de la antipolítica realizada desde los medios corporativos. ¿Qué se hace frente a esta ausencia de estrategias por parte del gobierno, sumado al negacionismo de algunos dirigentes que se ilusionan con que “la gente se dará cuenta de lo que hicimos”?
Desde la derrota del gobierno popular en 2015, la militancia comprendió que con la táctica del “nado sincronizado” de la “información”, las operaciones se expresan, se escuchan y tienen eficacia. Frente a la fuerza de sugestión que presenta el enorme aparato de medios corporativos, redes sociales y su producción en serie de post verdad y fake news, resulta casi imposible lograr ese slogan de que “la gente se dará cuenta”.
Ante la pasividad del gobierno frente a este flagelo antidemocrático que significa la concentración de la comunicación, la militancia no permaneció en la queja o en posición de víctima, sino que, ante la injusticia comunicacional, opuso una resistencia activa. Haciéndose cargo del déficit planteado, se puso al hombro la comunicación, formándose como cibermilitantes, aprendiendo a deconstruir mensajes y dando la batalla cultural en redes y medios alternativos.
En la época de la mentira generalizada, militar es hacerse responsable de la comunicación y posibilitar, a pulmón, la experiencia de la verdad, porque tal como afirmó Rodolfo Walsh “El periodismo es libre, o es una farsa”.
La conclusión, parafraseando la famosa frase de Alberto en relación a Cristina, es que sin la militancia no alcanza, pero sin un Estado que democratice las comunicaciones, que banque en serio las voces populares, que limite el odio y las operaciones de la derecha, no se puede.