Entre la plataforma y la calle

19 de octubre, 2020 | 10.44

Una mezcla de necesidad física y decisión política; eso se leía el sábado en las redes sociales escrito por quienes habían participado a su modo de los festejos por los 75 años del 17 de octubre de 1945. En un año tan particular, cargado de incertidumbre y situaciones críticas con el ASPO que estableció una distancia entre todos nosotros, la necesidad de celebrar algo de forma colectiva ya se percibía desde hace tiempo. El Día de la Lealtad, se convertía en la fecha esperada para volver a ocupar el espacio público. La organización de las celebraciones planificó una participación virtual a través de una plataforma creada a tal efecto: 75octubres.ar. Las cosas no salieron como se esperaban y finalmente el intento virtual de participación con avatares fracasó y la página no estuvo operativa. Los organizadores hablaron de una combinación entre una demanda que no se podía procesar y algunos ataques a la plataforma. Primera imagen: a la militancia peronista le dicen que haga click en una página, y simplemente va y lo hace como en otras ocasiones concurre a una plaza, y no por seguidismo, sino por responsabilidad militante; ese capital de adhesión acumulado por el peronismo y sus aliados, demostró estar intacto y es un apoyo con el que Alberto sabe que puede contar. No es, en absoluto, un tema menor. Sin embargo, la virtualidad diseñada se frustró por el motivo que fuese y el capital acumulado que recién mencioné fue quien se hizo cargo de la cuestión: durante todo el día las redes sociales fueron desbordadas por referencias, frases, fotos, videos del día de la Lealtad. Hubo algunos aportes diseñados pero lo principal fue lo que brotó de las millones de iniciativas personales y grupales. Sin pensarlo, quizás el 17 de octubre de 1945 fue emulado por todas y todos aquellos que dejaron su sentir en las redes y también desde luego por el otro fenómeno, de mayor impacto si dudas: por quienes ocuparon la calle. Desde luego, las circunstancias y los motivos son distintos: en 1945 la CGT titubeó en salir a exigir la libertad de Perón, y los obreros decidieron rebalsar a los dirigentes y ganar la Plaza de Mayo. Hoy lo que sucede es algo muy distinto: estamos en una pandemia, el gobierno no puede, no debe, contradecirse y convocar a sus votantes a que salgan a las calles, sin cometer un acto de irresponsabilidad. Pero fue evidente que muchos y muchas sintieron una necesidad imperiosa de hacerlo. La caravana de autos se inició hacia las 9 de la mañana y duró casi 12 horas especialmente en capital, pero se podía ver que en casi todas las ciudades del país caravanas en autos con la misma consigna. No fue, y allí la diferencia central, un desconocer las restricciones que mantiene el ASPO, no fue una rebeldía como los banderazos anticuarentena; por el contrario expresó la necesidad imperiosa de salir a gritar un apoyo al gobierno de Alberto Fernández. Lo que hay que señalar, es la importancia de las dinámicas sociales, su capacidad de iniciativa, de protagonismo que está en conversación con la construcción de poder. La continuidad militante. Fue eso lo que sucedió en 1945 cuando plaza y palacio se conjugaron para proponer una salida política que diese respuesta a la cuestión social, Y esa salida, porque combinaba a dos actores, la clase obrera movilizada y a Perón en la Rosada, tenía que ser democrática, caso contrario hubiese muerto al poco tiempo. “Llame a elecciones” le dijo Perón a Farrell con una multitud gritando su nombre afuera. Elecciones que, desde luego, podía perder. La historiografía local, con serias dificultades para digerir al peronismo hasta el día de hoy, se ha preguntado miles de veces qué hubiera pasado si… para imaginar una pasado (un presente) sin Perón ni peronismo. Se ha preguntado pocas veces, por qué Perón decidió construir un movimiento democrático y no uno en contrario, si tanto lo alentaban los movimientos europeos autoritarios. Sin duda esa construcción le permite al peronismo mantenerse como partido de poder aun 75 años después; Difícil encontrar un caso semejante en toda América Latina, que hay sobrevivido y reivindicando, aunque también redefiniendo, el programa original. Muchos partidos surgidos en aquel período s disolvieron poco después e la desaparición de su fundador; otros fueron fracturándose indefinidamente y otros viraron en su matriz ideológica. El peronsimo también lo hizo en la década del 90, y para agregar otro hecho relevante a su historia, pocos años después volvió a su senda original. Queda mucho por escribir para comprender cómo se pudo abrazar la causa neoliberal y también de qué modo desde la presidencia de Néstor Kirchner se recuperó “el programa original”. Hubo mucha militancia y dirigencia que se resistió a ese giro conservador, aunque no todos asumieran el mismo rol o lo hiciesen evidente. Muchos se quedaron digamos en un rincón del partido, aguardando tiempos mejores. En su momento recibieron muchas críticas por no romper, como sí lo hicieron otros. ¿Quiénes tenían la razón? ¿Quién era más peronista? Difícil saberlo, pero también inútil. Cuando los partidos populares se convierten en espacios dogmáticos pierden justamente su conexión con el campo popular. Pero es seguro que si todos hubiesen abandonado el peronismo, ya no hubiera estado a disposición esa “herramienta” ante la crisis el 2001 y su resolución final quizás hubiera sido otra, menos favorable. Algo de eso sacude el momento actual. Acostumbrados a repetir la palabra crisis, quizás no percibamos cuando sucede una de magnitudes, y no hay dudas que estamos hoy frente a una de ellas. Es en esas situaciones que la lealtad cobra significado. El buen desarrollo de la presidencia de Alberto Fernández, también depende de ella. El vínculo entre la militancia y el gobierno es un valor a cuidar. Lo dijo el presidente en su mensaje del sábado. Porque la lealtad es mucho más que un acto o unos símbolos: es la certeza de que se es parte de una construcción colectiva.

 

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