En la madrugada del próximo miércoles, la cámara de Diputados dará media sanción al postergado proyecto que establece un aporte por única vez a los 9000 patrimonios personales más grandes del país. Su llegada al recinto, a más de seis meses desde que se anunció la iniciativa, se encuadra en el pragmatismo obligatorio que asumió el gobierno de Alberto Fernández para lidiar con una manta cortísima: de un lado, la búsqueda del equilibrio macroeconómico necesario para sentar las bases de una recuperación económica duradera y sustentable, del otro lado las urgencias de una sociedad que viene soportando con paciencia ejemplar demasiados años de estancamiento, recesión y crisis.
Con una misión del FMI en el país (gentileza, cabe recordar, de la deuda récord que tomó Mauricio Macri) la señal política de avanzar con este proyecto tiene la misma densidad simbólica, aunque en sentido contrario, que el anuncio de la interrupción de los programas IFE y ATP. Así, el Presidente no sólo intenta exhibir juego propio sino que también busca morigerar cierto malestar con algunas decisiones económicas que es evidente al interior de la coalición oficialista y que no alcanza a conjurarse con la agenda verde que también tuvo un notorio cambio de marcha en los últimos días con el anuncio del envío de la legalización del aborto y la nueva reglamentación de la ley de cannabis medicinal.
Eso se debe a que, más allá de otras urgencias atendibles, los gestos, los testimonios y las reivindicaciones materiales o simbólicas, hasta los logros más esperados empalidecen ante los ojos de un observador con la panza vacía. Si el hambre y la pobreza eran los desafíos más urgentes para el gobierno cuando asumió, esos problemas se aceleraron y acentuaron con la pandemia. Hay más gente que atender y más derechos por garantizarle a cada uno. La crisis gravísima que cayó sobre todo el planeta encontró una Argentina a la intemperie después del fracaso neoliberal: el default virtual no permitía endeudarse, la inflación récord entornó la puerta de la emisión. Se sabe, hay sólo tres maneras de financiar al Estado.
La tercera es la recaudación fiscal. Es mentira que los impuestos sean los más altos del mundo en este país, pero el sistema argentino sí tiene dos problemas graves, que inclinan mal la cancha. Por un lado, la carga está muy mal distribuida, afectando principalmente a la clase baja por el pago de IVA y a la media por una pésima diagramación de las escalas de Ganancias. Por el otro, se trata de un laberinto incomprensible en el que se acumulan y a veces superponen muchísimos tributos. Eso, a la larga, sólo significa una ventaja para los grandes contribuyentes que cuentan con mejores herramientas de contabilidad creativa, mientras castiga a la gente de a pie y las pequeñas empresas.
Una solución a esos dos problemas está en el núcleo de la reforma tributaria en la que trabaja el equipo del ministro de Economía, Martín Guzmán. Los pormenores del proyecto, en principio, no va a darse a conocer hasta que no se alcance un acuerdo con el Fondo Monetario. Mientras tanto, en el gobierno calculan que la recaudación del aporte extraordinario será mayor a 300 mil millones de pesos. El proyecto les asigna una asignación específica para el combate de la pandemia, la financiación a PyMEs, la integración urbana de barrios populares y la inversión en recursos estratégicos. Esos ingresos equivalen a la friolera de un punto y dos pancitos del PBI.
Tarda en llegar y al final hay recompensa.
El pedido de sesión especial para el martes próximo ingresó a la presidencia de la cámara con las firmas suficientes como para anticipar un resultado positivo en la votación. Además de los diputados del Frente de Todos, acompaña la iniciativa Eduardo Bali Bucca, jefe del interbloque de Consenso Federal, que puede aportar once votos, contando los cuatro cordobeses referenciados en el gobernador Juan Schiaretti, protagonista por estas semanas un novedoso idilio con la Casa Rosada. Los seis votos del interbloque de los Ramones, conducidos por el mendocino José Luis Ramón también acompañarán la iniciativa. El poroteo, por estas horas, araña las 140 voluntades.
En el bloque oficialista se entusiasman y creen que podrían ser más. Existe expectativa por la posición de algunos diputados de Juntos por el Cambio que responden a los gobernadores ese signo, en particular a Gerardo Morales, de Jujuy, y a Gustavo Valdés de Corrientes. Aunque algunos medios quisieron leer en el envío de este proyecto al Congreso una señal de rebeldía del jefe del bloque oficialista, Máximo Kirchner, contra Fernández, lo cierto es que el gobierno nacional había incluido el apoyo de las provincias al aporte extraordinario en las negociaciones sobre el pacto fiscal. Ese acuerdo arrima media decena de legisladores más, que ya acompañaron al Frente de Todos en la votación del presupuesto.
En la práctica, el gobierno contará como un triunfo si los diputados se abstienen, contraviniendo la posición oficial del interbloque de votar en contra del proyecto. Poner una cuña en la unidad opositora es un objetivo del oficialismo desde diciembre del año pasado que se torna más urgente de cara al año electoral. Los armadores del FdT creen que la falta de una conducción unificada, las diferencias de fondo y la superposición de aspiraciones personales dejan la situación a punto caramelo para jugar a fondo. El problema es que faltan jugadores: hoy el armado oficialista no cuenta con una espada parlamentaria que talle como lo hicieron, durante el ciclo kirchnerista, Agustín Rossi y Miguel Pichetto. Eso se nota.
De todas formas, la anarquía que reina al interior de los bloques opositores facilitará la tarea del Frente de Todos. Radicales, lilitos, larretistas, loustoistas, monzoístas, macristas, exaltados y aliados conviven a duras penas en una bancada con poco en común más que el antiperonismo. Para muestra alcanza ver la posición de los senadores de JxC en el debate del presupuesto. En la general, 23 senadores se abstuvieron, tres votaron a favor y dos lo hicieron en contra. Pero cuando se votó el articulado en particular, se deshizo cualquier ficción que quedara sobre la cohesión partidaria, tal como puede verse en el extracto del acta que rescató el politólogo Andy Tow.
Esas carencias ajenas le abren una ventana de oportunidad que el peronismo deberá aprovechar si quiere sortear con éxito el verano parlamentario. Diputados y senadores ya recibieron el aviso de que trabajarán toda la temporada, aunque la modalidad virtual les permitirá hacerlo con las patas en el agua, siempre y cuando eso no salga en cámara. El temario para los es exigente y requerirá que el oficialismo ajuste tuercas: la Interrupción Legal del Embarazo, la Reforma Judicial, la ley del Ministerio Público Fiscal y el pliego de su titular, la fórmula de movilidad jubilatoria y la coparticipación de la Ciudad de Buenos Aires son sólo algunos de los proyectos de alto impacto que Fernández quiere aprobar en sesiones extraordinarias.
Ministros que funcionan, saludos, recálculos y errores no forzados
Esta vez, el conato de rebelión fue cortado de raíz. La decidida acción política del ministro de Defensa Agustín Rossi canceló a la llamada “Mesa de Enlace de las Fuerzas Armadas y de Seguridad” antes de que llegara a ser algo. La reacción de Juntos por el Cambio, de nuevo, fue tibia y tardía, cuando no directamente apologética. En situaciones como esta o el levantamiento policial de septiembre, los sectores más reaccionarios meten la pata en el agua a ver si la temperatura es adecuada para un chapuzón. Por eso no debe minimizarse el riesgo ni dejarse sin castigo a los responsables. La historia dio suficientes lecciones sobre cómo terminan las políticas de apaciguamiento.
Alberto Fernández fue el primer presidente latinoamericano en saludar a Joe Biden por su triunfo en las elecciones de los Estados Unidos. Aunque la relación con Trump no es mala, el Presidente cree que con su sucesor hablan el mismo idioma, el del multilateralismo. El tiempo dirá si se comprueba esa premisa, que, por ejemplo, no se aplica al gobierno demócrata de Barack Obama, del que Biden fue vice los ocho años. El relanzamiento del vínculo podría incluir algún enroque en puestos clave del esquema diplomático y la incorporación de nuevos interlocutores que hoy están afuera del gobierno u ocupan roles que quedaron lejos del protagonismo. Falta mucho, sin embargo, para el 20 de enero.
Las excelentes noticias que hubo esta semana sobre la efectividad de dos vacunas que estarán disponibles en el país y del tratamiento para pacientes tempranos con plasma de convaleciente (un estudio pionero a nivel mundial realizado en la Argentina) quedaron eclipsadas por el pésimo manejo de la seguridad sanitaria en el que incurrió la comitiva presidencial que participó de la asunción de Luis Arce como presidente de Bolivia y el regreso de Evo Morales. La noticia de que el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, dio positivo por coronavirus al regreso, le agregó dramatismo a una situación de por sí grave. Fernández sigue aislado, con diagnóstico negativo y un test pendiente.
En una entrevista radial, consultado por el tema, Fernández le restó importancia. “Hay una parte que no se ve, que es que yo cada vez que estoy en un acto, tengo al lado mío una ducha de alcohol”, dijo. Más allá del enojo justificado que puede despertar esta reacción en la gente a la que la pandemia le jodió la vida, el gaffe presidencial vuelve a poner la atención sobre un problema que el gobierno no pudo resolver desde marzo: la forma de comunicar los riesgos del coronavirus y cuáles son las medidas de prevención que deben aplicarse en todo momento. Si después de ocho meses, el Presidente no logró internalizar los cuidados, es muy difícil pretender que cualquier otro argentino lo haya hecho.
Existen motivos para creer que la temporada veraniega nos traerá algo de alivio. Con un poco de suerte, antes de que termine tendremos disponibles suficientes vacunas para proteger a la población más vulnerable. Pero si no fuera así, es importante corregir desde ahora la estrategia de comunicación para alcanzar a toda la población, de manera efectiva. No es suficiente con todos conozcan cuáles son los métodos de prevención; tienen que incorporarlos a la rutina. La segunda ola en el hemisferio norte recién está comenzando y ya es más fuerte que la anterior. Si llega a esta orilla y no estamos preparados, el delicado equilibrio que intenta construir el gobierno volará inexorablemente por el aire.