El libro de Carlos Carrascosa y una vida de película: marino, inversor y preso

En un libro cuenta su diálogo con el Papa, los cruces con los periodistas y su vida en la cárcel. Habla de las pericias claves como el pituto, la gotita y la llamada.

04 de noviembre, 2020 | 17.30

Carlos Carrascosa tuvo una vida de película. En su libro Diario de un inocente (Ediciones B) cuenta su historia desconocida: como marino traficó objetos que no podían importarse, invirtió su casa en acciones de la bolsa con las que se hizo rico, fracasó vendiendo libros de inglés en el Conurbano y hasta comerció billetes de lotería. Reconoce que cometió errores de los que se arrepiente tras haber encontrado asesinada a su esposa María Marta García Belsunce

Como preso conoció la solidaridad entre pobres y el miedo al caminar por los pasillos. También pudo hablar con el Papa Francisco por teléfono y compartió cárcel con el Padre Grassi. "Tres veces estuve preso por un crimen que no cometí. Asesinaron a mi esposa, sufrí el dolor de su partida sin poder despedirme de ella y la Justicia me sentenció sin pruebas, sin que se supiera el móvil y sin que apareciera el arma", afirma en el libro. 

De escritura sencilla y sin tecnicismos de la causa judicial, la autobiografía Diario de un inocente se centra en la vida de Carrascosa que cuenta sus días en la cárcel y el recuerdo de su infancia, sus primeras salidas con María Marta García Belsunce, cómo fue el día del asesinato, su sospecha sobre Nicolás Pachelo y da su versión sobre pruebas claves como el pituto, la gotita y la llamada que realizó a un amigo luego de encontrar el cuerpo. 

Carrascosa, quien estuvo encarcelado por sospechoso, encubridor y partícipe del crimen en tres ocasiones, depende ahora de un fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que confirme la absolución que lo liberó de la cárcel en 2016. Además está expectante por el tercer juicio que está pendiente por el caso, donde será juzgado su exvecino Nicolás Pachelo, surja "toda la verdad".

Cómo fue el día del homicidio: 27 de octubre de 2002 

Carrascosa describe cómo recuerda que sucedieron los hechos el día del homicidio y comenta que su hipótesis es que ladrones entraron a su casa a robar cuando se encontraron con María Marta García Belsunce a quien no escucharon llegar porque había arribado al domicilio en bicicleta

El viudo cuenta que había estado con María Marta en la casa de unos amigos hasta que ella decidió volver a su casa en bicicleta. Cuando Carrascosa llegó a su casa se encontró con el carrito de seguridad que estaba tocando el timbre, debido a que la masajista se encontraba en la puerta de ingreso al country de Carmel y nadie contestaba el teléfono en la casa. Carrascosa explica que creyendo que su esposa no escuchaba porque estaba en el baño, le pidió al guardia que haga pasar a la masajista. 

"Entro a la casa y veo que Paca está encerrada en el lavadero. Subo y digo: “Negra, Negra”. Voy hasta el fondo, no la veo, tampoco estaba en el escritorio. Y cuando voy subiendo la escalera, veo una nube de vapor de agua. Ahí corro al baño, que estaba todo lleno de vapor, y la veo a ella, tirada boca abajo, con medio cuerpo adentro de la bañadera y medio cuerpo afuera, con la cabeza debajo de las canillas. No recuerdo si la canilla todavía estaba abierta o no. Lo único que atino a hacer es tomarla con mis manos por debajo de sus brazos, sacarla del agua y colocarla en el piso, boca arriba, mitad del cuerpo adentro del baño y la otra mitad afuera, sobre el piso del dormitorio. Y en ese momento escuché el ruido sobre la playa de estacionamiento del auto de la masajista, Beatriz Michelini, a la que le habían dado permiso para que entrara. Me acerqué a la ventana y grité: “Beatriz, subí rápido, que María Marta tuvo un accidente", rememoró. 

El pituto

La prueba del pituto fue comentada por la propia familia al fiscal que logró encontrarlo en la cámara séptica de la casa. El fierrito había sido encontrado por los hermanos de María Marta - Horacio y John Hurtig- quien le comentaron el hallazgo a Carrascosa. El fragmento del libro que hace mención al pituto:

"Al rato, mediante una llamada telefónica, la funeraria autorizó a mover el cuerpo. Entonces Dino y John la levantaron del piso y la colocaron en la cama. María Laura y Marialita —la esposa del padre de María Marta— la peinaron y la maquillaron, le pusieron una camisa blanca. La gente que iba llegando podía subir a verla. Tanto en mi familia como en la de María Marta siempre nuestros muertos fueron velados en su cama.

   En un momento se me acercó John, me pidió que fuera al baño y me preguntó:

   —¿Qué es esto? —mostrándome un fierrito.

   —Ni idea —le contesté—. Acá los médicos desparramaron mil cosas, debe ser algo de ellos. A María no me la devuelve nadie —le dije, y me fui.

   Cuando eso ocurrió, en el baño estaban Dino, Yayo, John y Horacio. Más tarde John me dijo que estaba preocupado, que había algo de la idea del accidente que no le cerraba y que pensaba que la tenía que ver un forense. Él me preguntó qué me parecía, si no creía que había que averiguar algo más, y yo, que en ese momento estaba shockeado, le dije: “Hacé lo que te parezca”. Después vino Horacio y —buscando despejar las dudas de John— me dijo: “Voy a llamar al fiscal”, yo le respondí: “Llamalo”. Los que me manifestaban dudas eran los hermanos, y yo les insistí: “Hagan lo que tengan que hacer”.

   Como estaba muy agotado, un rato más tarde me fui a lo de Taylor, me bañé, me tiré un momento, no pude quedarme, me cambié y volví a casa. Me acosté al lado de la Negra. Quería estar con ella. Su cara estaba en paz. Allí estuve horas, junto a ella". 

La hipótesis y la acusación a Pachelo

Carrascosa apunta en el libro y en la causa desde un primer momento contra Nicolás Pachelo, quien estuvo preso y acusado al menos por ocho robos en barrios de alta seguridad como Nordelta y el Country Tortugas de Pilar. El 27 de octubre de 2002, Pachelo era vecino de los Belsunce en el country de Carmel y ya era señalado por los vecinos como ladrón. 

El fragmento del libro sobre el tema: 

"Expresé mi teoría del robo: en la casa faltaban 800 pesos que tenía en mi mesa de luz y una caja metálica en donde había dólares, pesos y chequeras de las Damas de Pilar, asociación de la que María era tesorera. En Carmel ya había habido varios robos, por lo general, los domingos; y ese día seguramente ocurrió que como María Marta llegó en bicicleta y no en su camioneta, no la escucharon. Lo más probable es que ella, al entrar, se haya encontrado con los ladrones, a quienes conocía, y por eso la mataron"

 "En el country se sabía que el vecino Nicolás Pachelo era uno de los autores de esos robos, pero en la mayoría de los casos no se hacían las denuncias porque mucha gente no quería que la Policía entrara al country". 

La gotita y el Grupo Clarín

Una de las pruebas que la prensa orientó contra la familia fue la utilización de pegamento cianoacrilato (la gotita) para cerrar los orificios de entrada de las cinco balas de calibre 32 que le dispararon a María Marta en la cabeza. Sin embargo, luego se confirmó que no era un adhesivo lo encontrado en la cabeza de la mujer sino el compuesto químico ciano. La explicación de Carrascosa: 

"La pericia química encargada por la Fiscalía mostraba que en tres de los orificios provocados por los disparos en el cráneo de María Marta había restos de cianoacrilato, lo que, para el fiscal, indicaba que alguien de la familia había querido tapar los orificios con pegamento. Clarín, de entrada, dio esta versión como cierta. (Tiempo después, durante el juicio de 2007, se comprobó que la sustancia hallada —que solo era ciano, porque no encontraron acrilato— también está presente en muchos champús que son piojicidas. María Marta usaba uno de esos champús para evitar contagiarse de piojos cuando iba a los lugares en los que hacía las donaciones)."

Lanata y el cura Grassi

Una buena parte del libro es dedicada a explicar la convivencia en la cárcel, los lenguajes carcelarios, los favores entre los internos y las conductas que se deben utilizar para pasar desapercibido. Carrascosa en un momento de la obra recuerda que Grassi estuvo en la misma cárcel que él y lo define como "pedante insoportable".

Además recuerda que por un informe de Lanata le quitaron ciertos derechos que habían conseguido. Carrascosa rememora que los mejores momentos que vivió fueron cuando pudo hacer un programa de radio del que participaba por teléfono desde la cárcel.

"El cambio ocurrió después de una denuncia que se hizo en el programa de televisión de Lanata sobre el cura Grassi —el único preso VIP en mi pabellón, un pedante insoportable—, el cura tenía muchas prerrogativas y lo denunciaron porque se hacía llevar comida al penal que había sido donada para la Fundación Felices los Niños, que él dirigía. Nosotros, que veníamos haciendo las cosas bien, trabajando tranquilos y enseñando un poco algo de lo que habíamos aprendido, pagamos el pato", contó. 

La charla con el Papa Francisco

Carrascosa cuenta que uno de los golpes más fuertes que recibió en la cárcel fue la muerte de su hermana que vivía en Corrientes y a la que no pudo despedir por decisión del Servicio Penitenciario. En esos días, el viudo atravesaba un momento de suma angustia hasta que escuchó el discurso que dio el Papa Francisco cuando en Río de Janeiro le pidió a la juventud que "hagan lío". En ese momento decidió escribirle una carta que  Francisco contestó con una llamada. 

"A los pocos días, habíamos terminado de comer después del programa y sonó el teléfono. Cuando lo atendí, la voz del otro lado dijo:

   —Hola, ¿Carlos Carrascosa?

   —Sí —contesté.

   —Habla el papa Francisco.

   Me quedé blanco, no sabía qué decir, se me transformó la cara (eso me contaron los compañeros que estaban conmigo). La charla fue corta: me agradeció la carta, me deseó suerte y me dijo que rezaría por mí. Lo único que atiné a decirle fue que yo también rezaba por él. Me quedé mudo de emoción y volví al pabellón, feliz. Les conté a todos lo que me había pasado, por suerte, tenía testigos si no los muchachos no me hubieran creído". 

La vida antes de María Marta García Belsunce 

Luego de intentar el ingreso para estudiar medicina, Carrascosa hizo el curso de ingreso a la Marina Mercante en la Escuela Nacional de Náutica Manuel Belgrano. Luego ingresó en la empresa Líneas Marítimas Argentinas (ELMA) con viajes en rutas como Brasil, Europa, el mar Mediterráneo y el mar del Norte.

Carrascosa cuenta que iban a las islas Canarias por petróleo, entraban al Mediterráneo y paraban en Málaga, Valencia, Barcelona, Livorno y Génova.  De sus viajes contrabandeaba  Whisky, cigarrillos, telas y otras cosas que en Argentina no se podía comprar.

"La vida en alta mar es muy divertida, excitante. No tenía la ambición de seguir navegando toda mi vida, pero durante esos años me divertí mucho, me gustaba lo que hacía. Quería conocer el mundo y lo conocí, quería divertirme y me divertí... Y después vería. Por eso nunca ascendí de grado en la Marina Mercante. Por ahí, si no hubiera iniciado mi relación con María Marta, quizás hubiera seguido navegando. Pero a mí me gustaba hacer eso, vivir el momento. Era como un hippie sin marihuana", contó. 

Cómo entró a la Bolsa

Luego de trabajar en dos financieras, Carrascosa logró los contactos suficientes y los conocimientos para operar en la bolsa, pero le faltaba dinero. Entonces decidió poner en venta el departamento que habían restaurado con María Marta García Belsunce y no la consultó. 

"No tenía la plata, pero sí tenía el departamento al que acabábamos de mudarnos. Ese departamento en el que habíamos puesto tanto entusiasmo. Entonces decidí ponerlo a la venta. Así fue cómo conseguí los 100.000 dólares que costaba la acción. Lo hicimos a medias: 50.000 dólares con un crédito personal que tenía con ellos y 50.000 dólares que ellos aportaban", cuenta el viudo en el libro. 

Luego explica que en 1991, "el volumen que manejábamos era tan grande que el banco decidió comprar otra acción y asociarnos para crear la casa de bolsa Carlos Carrascosa & Cía., que fue la que más dinero movió por aquella época. Tres años más tarde, el 30 de abril de 1994, dije “hasta acá llegué”, porque ya estaba conforme con todo lo que tenía. Le vendí mi acción al banco y me pagaron lo que valía, que en ese momento era un huevo. Hasta ahí había aprendido que para operar en la bolsa hay que hacerlo con las tres “P”: paciencia, plata y pelotas". 

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