El plan económico de Javier Milei: La estabilización de los cementerios

El problema de fondo es que tras la megadevaluación del pasado martes la posibilidad de una hiperinflación está a la vuelta de la esquina salvo que se produzca una anomalía,

17 de diciembre, 2023 | 00.05

Vamos a repetir algunos axiomas, no hay otra forma de empezar. Los economistas, quienes tienen la habilidad y los conocimientos para serlo y quienes se perciben como tales por ser poseedores de algún título habilitante, tienen diferentes creencias y cosmovisiones en torno de las cuales construyen su realidad. Luego están las leyes económicas, que existen y son universales, por eso la economía es una ciencia. La política económica es un arte que se basa en la ciencia. Es un arte porque las recetas no son estáticas y estandarizadas, en tanto los contextos sociohistóricos son variables, pero se basa en la ciencia porque sus resultados responden a leyes que presuponen relaciones causa-efecto. Estos poquísimos conceptos permiten concluir con rapidez que el “buen hacedor” de política económica es quien tiene control sobre las relaciones causa efecto de sus medidas. Analizar con eficiencia lo que hace el hacedor demanda habilidades similares: prever en cada contexto las relaciones causa efecto de las medidas. El analista, sin embargo, se ubica un escalón por debajo del hacedor, su tarea no demanda creatividad y arte, solo observación.

En el mundo de las creencias el ideario de La Libertad Avanza es el de la desregulación absoluta. La creencia es que el Estado es el enemigo y toda regulación es una intromisión a la libertad del capital, a la libre empresa reducida en el discurso a libertad genérica. Para los autodefinidos “ultra ortodoxos”, presidente y ministro dixit, el funcionamiento de las variables macroeconómicas se ubica en un rango superior a la realidad de la que emanan, es decir a la vida material de los actores. El resultado de la creencia se sintetiza en la repetición de metáforas religiosas sobre sufrimientos presentes para llegar a los paraísos futuros, la historia conocida de transitar el valle de lágrimas. En paralelo, y para que el sufrimiento se sufra, se agita y protocolariza la voluntad de reprimir para desmotivar toda reacción. 

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Ahora bien, una economía capitalista periférica sin dólares, con una inflación anual de tres dígitos y precios básicos distorsionados necesitaba inevitablemente un ajuste en el contexto de un plan de estabilización. Si Unión por la Patria se hubiese impuesto en las elecciones también hubiese tenido que asumir la tarea. Cuando las variables fundamentales de la macroeconomía se “desajustan” hay que “ajustarlas”. Si se ignora el problema los desajustes se agudizan y pueden pasar dos cosas: o que el ajuste lo haga de hecho el mercado, es decir la interacción cotidiana de actores económicos jerárquicos, o que lo haga el gobierno que reemplace al que no quiso hacer el ajuste. Dicho de otra manera: lo que no puede hacerse con los desajustes es ignorarlos sin que haya consecuencias. Si alguien creía que la situación a la que se había llegado se arreglaba con aumentos de salarios, más controles de precios, cierre del comercio exterior y ultra cepo es porque nunca entendió el funcionamiento de una economía capitalista periférica en el siglo XXI. Un buen contraejemplo de comprensión fue el plan de Juan Domingo Perón de 1952, que ajustó las variables cuando había que hacerlo sin que nadie lo acuse de no ser verdaderamente peronista.

Descontado que lo que está en debate no es ajuste sí o ajuste no, y descontada la necesidad de un plan de estabilización, que por definición no es sólo ajuste, se necesita pasar a la naturaleza del ajuste actual, a analizar que predice la ciencia y no las creencias. Hasta el momento la medida central y efectiva fue la revaluación de alrededor del 100 por ciento del dólar oficial, es decir una devaluación del peso de alrededor del 50 por ciento, y la virtual fijación del tipo de cambio con un ajuste programado del 2 por ciento mensual. ¿Qué dice la historia, que es el laboratorio de las políticas económicas, sobre los saltos devaluatorios? Que en la economía local, altamente entrenada para funcionar en contextos de inestabilidad, existe una sola posibilidad de que una devaluación no sea inmediatamente neutralizada por la suba de precios: que el marco en el que se devalúa sea el de una recesión. Si no hay recesión el traslado a precios es prácticamente inmediato, como sucedió tan recientemente con la implementada por Sergio Massa tras las elecciones generales. Es la triste y más que predecible realidad a la que hoy se asiste: una aceleración inflacionaria que no tardará en volver a dejar “atrasado” el tipo de cambio, pero que, en el camino, al mochar fuertemente los ingresos de la mayoría, y sumado a los recortes del gasto, incluida la obra pública, conducirá a una recesión también rápida.

Lo más complejo es que, al parecer, inflación y recesión serían fenómenos inducidos adrede. No olvidar que para la ultra ortodoxia las variables están por encima del sufrimiento. Ya antes de asumir el presidente distópico adelantó que se venía la estanflación. No solamente es la primera vez en la historia en la que existe un presidente liberal libertario, sino también la primera vez que sangre, sudor y lágrimas se prometen sin que haya un estado de guerra. El problema de fondo es que tras la megadevaluación del pasado martes la posibilidad de una hiperinflación está a la vuelta de la esquina salvo que se produzca una anomalía, la desaparición de la resistencia sindical. Vamos de nuevo: se asiste a un rápido traslado a precios de la devaluación porque todavía no hay una recesión, pero al mismo tiempo se cree que en algún momento la recesión le pondrá freno a los precios. Oferta y demanda, pero la estabilización de los cementerios.

Existe también otra posibilidad, que en las ahora palaciegas ensoñaciones liberal libertarias se esté imaginando un programa de shock social y económico, que la recesión discipline a los trabajadores, que la hiperinflación pulverice al peso y que ello conduzca a la ansiada dolarización, algo así como un nuevo reinicio siguiendo el modelo de la convertibilidad, con el ministro Caputo como el Erman González de un futuro Cavallo. Si esto es así, el desafío será la conducción política de la recesión, detalle para cuyo análisis falta información. La historia está en construcción. Todavía falta saber cuál será el comportamiento y los realineamientos de la oposición en el Congreso y cual la conducta del poder territorial de los gobernadores, es decir cómo será finalmente la construcción de la gobernabilidad libertaria. En este punto cualquier conclusión es apresurada.