Ética y Política: ¿Cuál es la grieta?

Mientras se instala la idea de la "grieta" para forzar un distanciamiento de los argentinos, asistimos a una escalada antidemocrática con inquietantes similitudes a procesos destituyentes verificados en numerosos países de nuestro subcontinente.

04 de octubre, 2020 | 11.00

La política es la herramienta por excelencia para dirimir los conflictos sociales, propugnar las transformaciones que se postulen y resolver las divergencias propias de la pluralidad democrática. La ética, que es fundamental en política para enriquecerla y convertirla realmente en un instrumento semejante, no admite comportamientos duales puramente especulativos.

Descuidando a quienes nos cuidan

Es sorprendente la falta de consideración por el enorme esfuerzo que diariamente realiza el personal de la salud, que resulta de diversas manifestaciones sociales, con todo lo que significa sostener durante tantos meses ese servicio esencial.

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Las conductas irresponsables que se constatan en relajamientos de la necesaria prevención individual, cuyos efectos se advierten de inmediato por el aumento de los contagios, no pueden encontrar justificación alguna en las angustias, agotamiento y hartazgo que, sin lugar a dudas, provoca la situación sin precedentes que vivimos.

Mucho menos admisible es que esas actitudes se conviertan en agitaciones colectivas, movilizaciones y manifiestos que se montan sobre ese tipo de disconformismos para apuntar a cuestiones por completo ajenas, como se corrobora a diario.

La especulación que de ello hacen sectores de la oposición legitimando, promoviendo y hasta encabezando esas convocatorias a marchas y concentraciones, lejos están de la responsabilidad política que le cabe a la dirigencia como de una aceptable expresión de disensos.

Lo sucedido el 21 de septiembre (Día de la Sanidad) frente a la Legislatura porteña, cuando fueron brutalmente reprimidas trabajadoras y trabajadores de la Salud que intentaban presentar un petitorio de reclamos y demandas para el reconocimiento como profesionales del personal de enfermería, agregó a la desaprensión social una violencia institucional inconcebible.

La misma Policía de la Ciudad tan tolerante frente a las recurrentes protestas callejeras de los “anticuarentena”, a pesar de la flagrancia contravencional e incluso delictual –agravada en los casos de las agresiones a móviles y trabajadores de prensa-, se trocó en “tolerancia cero” y actos de violencia extrema contra aquellos otros manifestantes.

Esa dualidad evidenciada por el personal policial no puede entenderse como patrimonio exclusivo de los “guardianes del orden”, sino que corresponde como responsabilidad primaria al Gobierno de la CABA y a los funcionarios que comandan esa fuerza de seguridad, quienes además mantuvieron total silencio frente a esos sucesos.

Otro tanto se verificó en la dirigencia política afín de Juntos por el Cambio, que no expresó repudio alguno ni realizó declaraciones en defensa del derecho de protesta a las que son tan afectos en cada oportunidad que los “propios” –militantes y enajenados que se les suman- hacen gala de provocaciones inconcebibles.

Desmemoriados seriales

Los eternos buscadores de mugre, a lo que se prestan gustosamente –aunque no gratuitamente- periodistas y panelistas que la van de tales, celebraron la oportunidad brindada por la indefendible inconducta del ex diputado Ameri.

El festín que imaginaron se les frustró por la atinada, oportuna y homogénea reacción de Massa, de Máximo Kirchner, de los restantes diputados de ese bloque parlamentario y de los referentes del Frente de Todos que, más allá del impulso de la vía institucional para sancionar al legislador, instaron a la inmediata renuncia del entonces diputado. A pesar de ello, y sin reconocimiento alguno a esa digna actitud partidaria, el hecho ocupo un espacio central en los medios de comunicación opositores repitiendo una y otra vez las imágenes de aquella sesión virtual de la Cámara, dando pie al carancherío político como a las peores expresiones de la antipolítica que se regodeaba calculando cuánto dinero costaba el funcionamiento del Congreso.

Haciendo gala de una moralina que atrasa, con invocaciones a una República de pocos y con una hipocresía que sí atentaba contra el pudor más elemental, formulaban diatribas que nunca expresaron respecto de otras inconductas de tanta –sino mayor- gravedad institucional que registra la historia parlamentaria.

Como, por ejemplo, la sustitución del acartonado senador Bullrich por una figura de cartón durante una sesión también virtual, la desaparición de diputados como Luis Juez o Mario Negri –Presidente del interbloque de Juntos por el Cambio- en similares circunstancias para dar entrevistas periodísticas y concurrir a un canal de televisión (TN) ausentándose en el medio de debates relevantes.

La virtualidad, con el recurso a alguna gigantografía, le hubiera sido útil a Macri para aparentar que trabajaba cuando fue diputado y brillara por sus ausencias (de las 321 votaciones en 2006 faltó a 288). Aunque su mayor récord lo obtuvo en sus cargos Ejecutivos, en los que tomó largas vacaciones como Jefe de Gobierno de CABA (280 días) y como Presidente (157 días).

Ricos sin vergüenza

En el mundo entero ha crecido la desigualdad a extremos exorbitantes, con una concentración de la riqueza tan descomunal como la expansión de la pobreza que ha provocado y la consiguiente retracción en el acceso a bienes básicos.

La Argentina no escapa a esa ignominiosa situación, incrementada exponencialmente por las políticas implementadas por el Gobierno de Cambiemos que impulsó una enorme transferencia de ingresos al segmento más rico de la población. Que tuvo como contrapartida una caída superior al 23% en los ingresos de los asalariados formales, una constante destrucción de empleo, una mayor precarización del sector informal y el empobrecimiento de las capas medias de la sociedad.

Los ganadores de esa epopeya neoliberal también fueron beneficiados con negocios financieros especulativos, apertura de múltiples vías para la fuga de divisas a expensas de un endeudamiento externo nunca antes registrado en tan corto tiempo, blanqueo de capitales a un costo insignificante y sin compromiso de repatriación.

Sin embargo, en una situación de emergencia tan extraordinaria como la que atraviesa el país ninguna contribución voluntaria han ofrecido y se oponen férreamente a que se les imponga un aporte mínimo a unos pocos (algo más de 9.000 personas) de ese selecto grupo de adinerados.

Claro que es preciso tener en cuenta que “tener 200 millones –piso para ser alcanzado por ese aporte- es tener un poco más que el promedio. No estamos hablando de grandes fortunas”, según la apreciación del Vicepresidente de la UIA y Presidente de la COPAL (Coordinadora de Empresas Alimenticias), que a esa desopilante opinión agregaba que debe considerarse que quien ha invertido en maquinarias, en infraestructura para la producción o en explotaciones agropecuarias posee ese patrimonio afectado a una actividad y no representa una liquidez para sufragar tributos de aquella especie.

Dejando de lado la humorada del “promedio”, la fundamentación formulada constituye una absoluta falacia toda vez que el aporte está dirigido a las “fortunas personales” y no involucra el patrimonio que los afortunados poseen en las sociedades comerciales que son-formalmente- las titulares de los inmuebles, inversiones bursátiles, maquinarias y demás bienes de capital de sus empresas.

Por eso cuando el Ministro Guzmán al anunciar esta semana una serie de medidas dirigidas a impulsar las exportaciones, decía, “estamos todos en el mismo barco” con alusión a los representantes del establishment que lo acompañaban en ese acto, era imposible no recordar una de las tantas geniales imágenes creadas por Quino, en el que sólo remaba uno y, casualmente, se llamaba Fernández.

Escandalizados selectivos

Los últimos datos proporcionados por el INDEC dan cuenta del nivel de pobreza actual que asciende al 40,9% y representa 18,5 millones de personas entre las cuales cerca de la mitad son niñas, niños y adolescentes.

Pero esa información no mueve a los dirigentes opositores a cejar en su rechazo al aporte a las grandes fortunas, que tildan de confiscatorio, ni a reconsiderar las posturas reaccionarias y represivas frente a la ocupación de tierras en Guernica por personas en situaciones de extrema vulnerabilidad.

En algún caso se ha llegado hasta proponer que para desalojarlos se deben usar tácticas como si se tratara de una “toma de rehenes”, cortando todo abastecimiento de alimentos, agua y energía eléctrica.

La cerrada defensa de la propiedad en casos, como el referido, en que no existen constancias fehacientes de la titularidad de terrenos que han permanecido baldíos por varias décadas, contrasta con la indiferencia por la intrusión, colonización de espacio públicos y despreocupación por el impacto ambiental de mega emprendimientos inmobiliarios, y la venta o concesión a precio vil de tierras fiscales.

La doble vara se evidencia en tantos otros campos, como en torno a la organización, funcionamiento y calidad del servicio de Justicia, a cuya degradación han contribuido con operaciones combinadas de espionaje, medios de comunicación y cooptación de magistrados.

Nuevamente revelada en la cínica invocación de la independencia del Poder Judicial para sostener a jueces adictos en cargos a los que llegaron violando los procedimientos constitucionales, con la pretensión de lograr impunidad por los desmanes e ilícitos en los que se encuentran seriamente comprometidos numerosos funcionarios del Gobierno anterior y hasta el mismo ex Presidente Mauricio Macri.

¿Qué grieta?

Desde hace unos años se viene naturalizando un eufemismo que pareciera describir una realidad contingente, eludible y presentada, generalmente, como producto exclusivo de las acciones de fuerzas políticas populares. Se habla de “grieta” como un forzado distanciamiento de los argentinos, que presume una idealizada imagen de una natural unión totalizadora.

Plantear una grieta presupone una sólida base común preexistente, que en realidad nunca se ha verificado desde nuestra conformación como Nación. Por el contrario, desde los inicios han estado en disputa diferentes visiones y aspiraciones para la construcción de los principales cimientos de la Patria.

Las tensiones han sido y siguen siendo las que se expresan entre la reivindicación de la soberanía o el sometimiento a la dependencia de poderes foráneos e intereses extranacionales; entre una sociedad igualitaria o la inequidad tributaria de privilegios que adoptan diversos ropajes –hoy disfrazada de “meritocracia”-; entre el fortalecimiento de lazos solidarios para un crecimiento colectivo o un individualismo desentendido de todo compromiso comunitario; entre la búsqueda de superar la pobreza estructural o su aceptación como natural, irremediable e incluso beneficiosa para una necesaria estratificación social.

Desde el siglo XX hasta nuestros días también ha formado parte de esas centrales disputas el tipo de régimen republicano, entre una democracia amplia –social, plural, diversa, participativa- u otra formal -elitista, restringida- y proclive a quebrar la institucionalidad frente a cualquier avance popular que ponga en riesgo los poderes fácticos hegemónicos.

En la actualidad asistimos a una escalada antidemocrática que evoca tiempos que pensábamos superados, en que -como en tantas otras ocasiones- se formulan proclamas “libertarias” sin que haya libertad ninguna avasallada, se manipula a la opinión pública para erosionar al Gobierno nacional y se advierten inquietantes similitudes con procesos destituyentes verificados en numerosos países de nuestro subcontinente.

No hay grieta alguna sino “Modelos de País” en pugna, que impone un claro posicionamiento y un esfuerzo cotidiano para decodificar la razón, sentido y propósito de las acciones que se llevan a cabo tanto dentro como fuera de los canales institucionales. La defensa de la democracia nos compete a todos, como el respeto a una regla básica que es la del sometimiento a la voluntad popular sin cortapisas.

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Álvaro Ruiz

Abogado laboralista, profesor titular de derecho del Trabajo de Grado y Posgrado (UBA, UNLZ y UMSA). Autor de numerosos libros y publicaciones nacionales e internacionales. Columnista en medios de comunicación nacionales. Apasionado futbolero y destacado mediocampista.