Cincuenta cuadernos: alfabetizar en la cárcel

Una experiencia educativa que conjuga a alfabetizadores privados de su libertad, estudiantes, egresadas de una Diplomatura Superior en Intervenciones Pedagógicas en Contexto de Encierro. ¿Cómo logran que la educación acontezca en los pabellones y llegue a los últimos? Cuando la red le gana a la reja.

15 de marzo, 2021 | 19.29

Cincuenta cuadernos. Larry pide para este año, por lo menos, cincuenta cuadernos. Nos pide que compremos el doble, porque se duplicó el número de asistentes al taller de alfabetización. Y hubo gente que tuvo que dejar afuera, aclara. Larry está detenido hace más de veinte años, hace más de diez años que estudia Sociología en el CUSAM (Centro Universitario San Martín), y hace cinco que empezó a enseñarles a leer y escribir a sus compañeros presos. Entonces hay que conseguir cincuenta cuadernos, cincuenta biromes, y hay que ingresarlas a más tardar el viernes a la Unidad Penal 46, en el Complejo Penitenciario San Martín.

A una semana de que comiencen las clases, tenemos reunión de equipo por zoom para ultimar detalles. En los cuadros de la pantalla dividida están Mara, Ornella y Laura, egresadas de la Diplomatura de Intervenciones Pedagógicas en Contexto de Encierro (DIPECE), Ana Luz y Carina, estudiantes de la carrera de Psicopedagogía (UNSAM), y Larry acompañado por Marcelo, docentes del taller de alfabetización y estudiantes del CUSAM, conectados con el celular desde el pabellón.

¿Cómo llegarle a un pibe o una piba que está encerrado todo el día, que fue expulsado del sistema educativo, que circuló toda su vida a-restado como resto social y ni siquiera tiene DNI? Y algo más difícil aún, ¿con quién? ¿a quién va a escuchar alguien que firmó su condena sin saber leer y escribir, que le han prometido todo y cumplido nada? ¿Quién es capaz de interpretar su lenguaje profuso de gestos, silencios, miradas, todo un mundo que está por fuera de la palabra y es definitorio en el vínculo?

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Hace más de una década, la Universidad de San Martín se hace estas preguntas, da lugar a estas preguntas y se forma con ellas. De la experiencia colectiva que implica atravesarlas, de las ideas, estrategias pedagógicas, prácticas y conceptos, surgió en el año 2016 una instancia de formación como la Diplomatura (DIPECE), donde actualmente se forman docentes e interesadxs en trabajar en contexto de encierro. Se trata de una propuesta más dentro de la cada vez más amplia oferta de formaciones que han desarrollado las universidades públicas que tienen programas en contexto de encierro y están reunidas en la Red Universitaria Nacional de Educación en Contextos de Encierro.

La particularidad del espacio educativo dentro de las cárceles requiere, por su complejidad y singularidad, de una comprensión y un abordaje específico. Las actividades educativas se desarrollan dentro de tensiones no sólo por la singularidad de la población a quien va dirigida, sino también por el contexto donde priman cuestiones de seguridad disciplinaria que obstaculizan el desarrollo de las mismas. En la genealogía de las cárceles, Foucault señalaba que la unión del aparato disciplinario con el aparato pedagógico en función de "corregir al delincuente", termina instalando la concepción de "tratamiento". Es decir, el sujeto alojado en la cárcel es concebido como alguien anormal, que porta una patología a tratar.

La modalidad de organización de las instituciones penitenciarias responde a lo que Erving Goffman denomina "instituciones totales o cerradas", cuyo fin es el control de los sujetos mediante la homogeneización, la masificación, la clasificación y el despojo de sus derechos, incluso el de la educación. Ahora bien, que un estudiante detenido le enseñe a leer y escribir a sus compañeros rompe toda una lógica de vulneración de derechos e inaugura un horizonte de inclusión desde adentro. En ese adentro, también están los trabajadores del servicio penitenciario, que en su mayoría provienen de los mismos barrios que quienes están privados de su libertad. Es por ello que en CUSAM estudian juntos detenidos con agentes penitenciarios.

La educación es una práctica social compleja donde la formación de un sujeto crítico y comprometido sucede al mismo tiempo que la transformación de la realidad y las instituciones involucradas (universidad, cárcel y barrio). Estas experiencias plantean la necesidad de reformular la función de los profesionales que intervienen para contribuir a la construcción de un espacio en el cual la educación sea un derecho y no un beneficio de las personas privadas de su libertad.

La cárcel es una foto de lo que pasa afuera: la población carcelaria en su gran mayoría proviene de sectores vulnerables a los que no se ha garantizado el acceso a la educación. Y, por consiguiente, no han tenido la oportunidad de establecer lazos de filiación que le permitan constituirse como miembros de un mundo más igualitario. Vamos a equivocarnos menos si las políticas públicas atienden que el tejido social vuelve a zurcirse desde abajo, entre pares, para poder llegar a los últimos. Detrás de las imágenes espectaculares de las cárceles que exacerban el odio y punitivismo de la sociedad civil, hay muchos Larrys en los pabellones sobrepoblados de las cárceles bonaerenses, es decir, mucha autogestión y organización colectiva, que garantizan que la semana que viene comiencen las clases también en los pabellones.

 

Para más información: dipece@unsam.edu.ar