Esta semana Domingo Cavallo, Roque Fernández, Ricardo López Murphy y José Luis Machinea, los cuatro ex ministros de la que quizá sea la etapa oscura más larga de la economía local y cuyas gestiones terminaron de consolidar los cambios iniciados por Celestino Rodrigo en 1975 y por José Alfredo Martínez de Hoz a partir de 1976, advirtieron sobre la amenaza de un “rodrigazo”, es decir pronosticaron un inminente shock de recesión, alta inflación y caída de los ingresos similar al ocurrido en la segunda mitad de 1975 y que precipitó la dictadura militar.
Es necesario recordar que el legado de Celestino Rodrigo fue haber iniciado “el principio del fin” de la etapa de desarrollo conocida como “Industrialización Sustitutiva de Importaciones”, la ISI y que su plan no fue más que lo que hoy se conoce como un ajuste clásico: fuerte devaluación, fuerte suba de tarifas y combustibles y aumentos de salarios por debajo de esas subas, es decir recortes del salario real. Dicho de otra manera, un ajuste de precios relativos en contra del salario.
Una mentira fundante sobre las causas de este primer shock de neoliberalismo (que por entonces todavía no se llamaba así) fue que el modelo de la ISI estaba agotado. Sin embargo, unos pocos números, que hoy impresionan, demuestran que tal agotamiento fue una falsedad. En 1975 el desempleo era del 2,3 por ciento, mientras el 10 por ciento más rico de la población obtenía doce veces más ingresos que el 10 por ciento más pobre. Desde mediados de siglo la industria había triplicado su producto y aumentaba rápidamente su participación en las exportaciones. La deuda externa rondaba los 8000 millones de dólares y los activos de residentes en el exterior eran de apenas 3.500 millones. Desde 1965 el crecimiento del PIB se había mantenido en torno al 5 por ciento anual. Existía protección social para los trabajadores, la educación y salud públicas gratuitas estaban generalizadas y eran servicios de calidad. Lo que vino a romper Rodrigo primero y la dictadura inmediatamente después fue este país con pleno empleo, crecimiento, industrialización, Estado de bienestar, una relativa igualdad y posibilidades de movilidad social ascendente.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Previsiblemente, al cambiar los precios relativos el plan Rodrigo disparó la inflación y la recesión, con lo que precipitó el clima social que necesitaba la instauración de la dictadura, el proceso que efectivamente le puso fin a la ISI. El inefable economista radical Pablo Gerchunoff sostiene que este proceso de destrucción a sangre y fuego del modelo de la ISI, que derrumbó los salarios aplacando la puja distributiva por la vía de la desaparición física de los delegados gremiales y de una generación política, fue “el primer intento de modernización de la economía argentina”, algo que otros colegas y contemporáneos, como Adolfo Canitrot caracterizaron mejor como estrategia de “disciplinamiento” de los trabajadores. Siguiendo con la caracterización del aspirante a historiador, la segunda etapa modernizadora habría sido el largo período de los ’90 coronado con la fallida administración de la primera Alianza, precisamente la conducida por los cuatro economistas que, sin que nadie les recuerde los graves resultados sociales y patrimoniales de sus gestiones, todavía posan de grandes augures y analistas.
Para las nuevas generaciones los ’90 son historia lejana, pero Cavallo y Fernández fueron ministros del menemismo. Machinea, López Murphy y nuevamente Cavallo fueron ministros de la primera Alianza. El propio periodizador Gerchunoff fue un oscuro funcionario de Machinea. ¿Adivine el lector cuál fue el “tercer intento modernizador”? Sí ¡el macrismo! Debe reconocerse que si hay algo que no puede negársele a la secuencia propuesta por el economista ultramacrista es coherencia.
La experiencia de los ’90 terminó, luego de una recesión que duró cuatro años, en la peor crisis de la historia económica local, la de 2001-2002. La desocupación llegó al 20 por ciento y la pobreza alcanzó a la mitad de la población. El resultado fue el fin traumático del gobierno de Fernando De la Rúa, los saqueos desesperados, los 39 muertos de la represión del 20 de diciembre de 2001 y un megaendeudamiento que terminó en default.
La clave de la relativamente baja inflación del período, el “éxito” que se atribuye a Domingo Cavallo, se basó en el sostenimiento del tipo de cambio en base a la entrada de capitales por privatizaciones primero y por endeudamiento externo después, es decir que el “éxito” se basó en la destrucción del patrimonio público y la multiplicación de la deuda en divisas. En paralelo, la puja salarial se mantuvo a raya gracias a la alta desocupación.
Pero quizá lo más paradójico de las previsiones de un “rodrigazo” es que los rodrigazos se producen por los ajustes de precios relativos en contra de los ingresos de los trabajadores, es decir por el mismo tipo de ajustes que realizaron --o intentaron realizar, en el caso de López Murphy, el breve-- estos cuatro ex ministros. Luego podría considerarse notable que los principales medios de comunicación destaquen estas previsiones como si hubiesen sido realizadas por analistas “neutrales” y con gran autoridad moral por sus trayectorias y aciertos y no por ex funcionarios con gestiones patrimonial y socialmente fracasadas. Sus éxitos, en cambio, fueron cumplir con los objetivos de destruir el Estado, reducir los grados de libertad de la política económica y transferir ingresos en favor de los más ricos, locales y del exterior.
El por qué estos cuatro ex funcionarios continúan dando consejos como si no fuesen los responsables de fracasos históricos resonantes, como si nada hubiera sucedido, no es precisamente un misterio. La economía convencional comparte con el periodismo el ser las únicas profesiones en las que provocar daño social de manera sistemática parece carecer de sanción social. Ello es así porque periodistas y economistas son actores políticos que trabajan en el mundo de la ideología. Ambos son “ideólogos”. Los economistas son los que crean el guion, los periodistas quienes, con talento dispar, lo traducen y difunden. Comparten una división social del trabajo con un objetivo común: legitimar un determinado orden político, lo que incluye no sólo las relaciones de dominación, sino también un determinado reparto del excedente, lo que importa al final del día.
Los cultores de las matemáticas aplicadas con poca conciencia de las relaciones de poder quizá se sientan ofendidos, pero la economía funciona como una de las formas de la ideología. En particular, la economía mainstream (o vulgar) es una pseudociencia, un aparato de legitimación para la aplicación de planes de ajuste “modernizadores” cuyo objetivo es el cambio, más o menos violento, de los precios relativos en favor del capital y cuyo resultado histórico fue siempre escenarios como el provocado por el “rodrigazo”. Sorprende que estos ex funcionarios y actuales ideólogos del subdesarrollo y la baja de salarios le retaceen a Rodrigo la admiración.