¿Despreciamos a las heroínas y héroes que antes aplaudíamos?

26 de septiembre, 2020 | 12.54

Al comienzo de la pandemia en muchos países de América Latina y el Caribe hubo fuertes muestras de apoyo hacia el personal de la salud que se exponía al COVID-19.  Eran, y todavía son, considerados “esenciales”; una nueva categoría que intentó definir a las personas que siguieron trabajando en los diversos ámbitos de la salud para que la vida de quienes podían refugiarse en sus hogares y evadir el contagio continuara de la manera más “normal” posible.

Con el correr de los meses, y cuando se pudo percibir que el COVID-19 había llegado para quedarse, se “naturalizó” que el personal de salud debía seguir cumpliendo su tarea, como si no existiera pandemia. Al estar más expuesto también se visibilizaron las condiciones de trabajo y los bajos salarios en casi toda la región. La paradoja apareció en su real dimensión; las personas “esenciales” no son realmente valoradas como tales.

A diferencia de muchas tareas que pueden hacerse de manera rutinaria, el cuidado de la salud implica niveles de tensión inigualables, y más en momentos de una pandemia.  Amén del debate sobre las diferentes formas de combatir al COVID-19, en casi todos los países el personal sanitario manifestó que estaba desbordado y cerca del colapso. Y no hablamos de la infraestructura, sino de la parte humana.  Respiradores o tests de todo tipo se pueden comprar, pero formar y capacitar especialistas en terapias intensivas lleva años.  Como dice un informe de Amnistía internacional el sistema de salud no son solo camas y ventiladores, sino todas las personas que hacen que un hospital funcione y que incluye también al personal administrativo o de limpieza, que también se exponen al contagio.

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El grito “nos están matando” desde Perú no es metafórico.  Día a día muere personal sanitario que está, literalmente, en la primera línea del combate al COVID-19 porque no descansa. Según un informe de la Organización Panamericana de la Salud, con fecha del 3 de septiembre, cerca de 570.000 trabajadores de la salud se han infectado y 2.500 han muerto por el coronavirus en las Américas. El dato es impactante.

Increíblemente, en plena pandemia en Argentina, Chile y Perú el personal médico fue reprimido por manifestar sus reclamos. Y si de paradojas hablamos, sabemos que en ningún hospital se le negará la atención al policía que le partió la cabeza a una enfermera cuando llegue con síntomas de COVID-19.

Se los ha llamado “héroes”.  Piden menos aplausos y más reconocimientos. Exigen mejores condiciones laborales y salarios acordes a la importancia de su trabajo.  En realidad, es una cuestión de valores. Ha llegado la hora de poner a todo el personal sanitario en lo más alto de la valoración social y remunerativa.  Claro que, cabe preguntar, si esto es compatible con los actuales sistemas económicos y la “ética” de quienes gobiernan, que dicen valorar al personal sanitario.  Lamentablemente, pareciera que a sus palabras se las lleva el viento.

*Nota publicada en Nodal