Sergio Olguín: “No temo perder lectores por mi ideología”

El autor publicó un cautivante libro de cuentos. En una entrevista con el Destape habló de la dictadura, del negacionismo del gobierno y de los desafíos de contar historias. 

16 de noviembre, 2019 | 22.18

“Me gusta que el lector se sienta en una montaña rusa”, dice Sergio Olguin sobre Los hombres son todos iguales. Y lo consiguió. El libro de cuentos tiene la particularidad de parecer escrito por diferentes autores o por el mismo autor en diferentes tiempos de su vida. Las historias son heterogéneas como la de dos amigos que se reencuentran para revivir su adolescencia delictual, o aquella que muestra la rabia de un niño con una madre excentrica que sufre bullying y ataca a su victimario de la peor manera. 

"La literatura es una conexión de prejuicios y malos entendidos. Leer es malentenderse, diría un filósofo francés. Uno escribe una cosa y el lector entiende otra.  Uno no puede hacerse cargo de los lectores. Cuando escribo me siento libre", analiza Olguien, quien además sostiene que no teme que lo lean con prejuicios o dejen de leerlo por sus opiniones políticas. 

"Antes los intelectuales eran asesinados por oponerse a la dictadura, mi riesgo es muchos menor", sostiene. 

Hay un cuento de Los hombres son todos iguales que recuerda al mundo extraterrestre perfecto creado por Bradbury: a dos adolescentes en 2110 les impiden vivir su amor y se trasladan a Buenos Aires, un suburbio abandonado en el pasado donde se encuentran con un bisabuelo bohemio que los intenta ayudar. “Quise mostrar que con la tecnología pueden crearse represiones y que siempre habrá jóvenes que las combatan”, explicó Olguin.

 

-Los cuentos están escritos de forma heterogénea y pareciera que fueron escritos por autores diferentes.

-Es extraño eso, porque como lector me gustan los libros de cuentos en que se reconoce el estilo del escritor en cada pieza. Un libro de cuentos es un encastre de unidades que pueden estar o no estar en un mismo tono.  Lo pensé y decidí que quería escribir un libro heterogéneo. Como escritor me divertía mucho más la idea de que el lector no supiera con qué se va a encontrar en el próximo cuento. Me gusta que el lector se sienta como en una montaña rusa, que suba, baje, que sufra, que se divierta. Hay algunos cuentos que son trágicos, pero otros que son más humorísticos.

 

-Volviste al cuento, tu últimas obras eran novelas ¿Por qué elegiste el género?

-Me sentí cómodo escribiendo cuentos, un género que había abandonado desde Las Griegas. Es el género con que comencé y Lanús, que es mi primera novela, tiene una estructura que está dividida en capítulos como cuentos. Me sentí en mis orígenes.

-¿Observás una diferencia entre los cuentos y la novela en la escritura?

-Sí, la novela puede ser una aventura en que sabes dónde terminás, pero no dónde va a pasar. En los cuentos habitualmente conocés la escritura y no aparecen personajes secundarios. La escritura es menos sorpresiva en los cuentos. Me ha pasado que hay personajes como Federico en la Fragilidad de los cuerpos que lo cree para una escena y se quedó en tres libros.

-¿Hay una idea que guíe el libro?

-No hay algo estrictamente, pero hay una preeminencia  al vínculo entre los varones que guía el libro. Entre padre e hijos, hermanos, amigos varones. Son historias que traté en Lanús que fui abandonando al priorizar las relaciones entre mujeres. Fue un lindo reeencuentro con esas historias.

 

-El título de la obra refiere a la frase de un personaje, ¿por qué lo elegiste?

-Me gusta que los títulos de los libros refieran a algo más lúdico que certero. En este caso hay una contradicción, porque los hombres no son todos iguales y prueba de ellos son los cuentos que muestran a hombres tan diferentes en cada obra.

-¿Los escritores se deben involucrar en política?

-Los ciudadanos se tienen que involucrar en política, es algo que nos costó mucho. Yo soy de las personas que vivió su mayor parte de la vida en democracia, pero que pasé mi infancia en dictadura y vi a los adultos sufrir por eso. Nuestra misión es sostener la democracia, tal como decía Alfonsín.

-¿El gobierno de Macri negó esto?

-Sí, el gobierno de Macri hizo un revisionismo y un negacionismo de la dictadura escudándose en falsos valores republicanos. La dictadura también usaba un discurso a favor de lo republicano. Esto volvió más urgente la necesidad de expresar nuestra opinión a favor de la democracia y del sistema democrático.  Los escritores tenemos una forma mayor de llegar a las personas y me parece un avance muy grande que podamos expresarnos públicamente, eso lo consiguió el kirchnerismo.

-Hay una gran disparidad ideológica entre los escritores

-Yo no coincido con las ideas de Federico Andahazi o de Marcelo Birmajer, me siento más cerca de Guillermo Martínez, de Martín Kohan. Es bueno que existan estas diferencias y también va a nacer un riesgo: que te lean con prejuicio o que no te lean. Pero ese es un riesgo mucho menor al que tenían los escritores en dictadura que era perder la vida.

-¿No temés al prejuicio?

-La literatura es una conexión de prejuicios y malos entendidos. Leer es malentenderse, diría un filósofo francés. Uno escribe una cosa y el lector entiende otra.  Uno no puede hacerse cargo de los lectores. Cuando escribo me siento libre y ese bien lo tengo que cuidar mucho.

-¿Qué libro estás leyendo ahora?

-Estoy leyendo los Monederos falsos de André Gide. Es un autor poco leído hoy,  que es muy valiente al declarar su sexualidad,  que confesó su militancia comunista, que luego vió las atrocidades de Stalin y se volvió antistalinista. Lo había comenzado a leer y fui postergando la lectura, hasta que la semana pasada lo volví a tomar. Me encontré con que estaba marcado con un boleto del colectivo: era un 112 que era un viaje de Capital a Lanus o al revés. Era del año 94, sesenta centavos salía el pasaje. Pasaron 25 años en los que tuve dos hijos, publiqué más de diez libros, pasó toda una vida. Note que para mí había una continuidad en la lectura, pero también me di cuenta qué rápido pasa el tiempo.