La semana pasada, Italia superó a China en cantidad de víctimas fatales del coronavirus. Mañana, seguramente, tendrá más del doble. Cuando el foco de la pandemia se movió de Asia al sur europeo, los italianos se llevaron la peor parte: hoy es el país con más casos activos, 50.418, y que lamentó más muertes, 6.077. Sin embargo, en las últimas horas, por primera vez en semanas, tienen un motivo de esperanza. Por segundo día consecutivo, el número de nuevos casos confirmados y de muertes causadas por la pandemia se redujo de forma sostenida. La novedad llega cuando se cumplen dos semanas de que el país entró en lockdown y podría indicar que las medidas tomadas marcan el camino correcto. Si la tendencia se confirma, es una buena noticia para todo el mundo.
Las autoridades del gobierno italiano informaron hoy que hubo 4790 nuevos casos confirmados. Son 779 menos que ayer y 1867 menos que el sábado, el peor día desde que se dispararon los contagios. La novedad es doblemente significativa porque desde el viernes pasado se incrementó considerablemente la cantidad de tests realizados a casos sospechosos. La cantidad de víctimas fatales también retrocedió en una proporción incluso algo mayor. De 793 muertes hace cuarenta y ocho horas a 651 el domingo y “tan solo” 602 en esta jornada. Aunque resulta demasiado pronto para sacar conclusiones, el declive es pronunciado y coincide con que se cumplieron catorce días desde que el premier Giuseppe Conte extendió a todo el país las medidas de restricción.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Aquel 9 de marzo, cuando se cerró la persiana del país, Italia ya tenía casi diez mil casos confirmados y 463 víctimas fatales. Aunque el primer positivo había sido a fines de enero, el caso --creían-- había podido aislarse y durante buena parte de febrero el coronavirus era para los italianos solamente un eco lejano de noticias de oriente, mientras crecía en silencio. El 18 de febrero, un hombre ingresó a la guardia de un hospital en Codogno, una pequeña ciudad de la Lombardía, por un caso de gripe severa. Dos días más tarde, su prueba de laboratorio daba positivo. El 23 de febrero ya había 130 casos confirmados, se declaró cuarentena en once ciudades y se canceló el carnaval de Venecia. Al día siguiente eran 200. Un día después, 309. Once habían fallecido.
El primer ministro Conte dijo ese día: “Italia es un país seguro. Probablemente es más seguro que muchos otros”. El 27 de febrero, con 650 infectados y diecisiete víctimas fatales, Nicola Zingaretti, líder del Partido Democrático, compartió una foto tomando un aperitivo con un grupo de estudiantes. “No debemos cambiar nuestros hábitos. Nuestra economía es más fuerte que el miedo. Salgamos por un trago, un café o una pizza”, escribió en sus redes sociales, como apoyo de la campaña Milán no se detiene. Nueve días más tarde, Zingaretti anunció que su prueba para el coronavirus había dado positivo. Para entonces, era uno entre 5883 italianos que sufrían la enfermedad. Entre ellos, 233 habían muerto. Las alarmas por el colapso del sistema de salud ya se filtraban online, aunque los medios no se hacían eco.
La vida, en la mayor parte del país, continuó con normalidad hasta el 8 de marzo, cuando en un sólo día la cantidad de víctimas fatales aumentó en un cincuenta por ciento. Recién entonces, Conte decidió poner en cuarentena a todo el norte del país. Como el decreto que anunciaba la medida se filtró a los medios antes de entrar en vigencia, muchos habitantes de esa región que provenían de otras parte de Italia se apresuraron a volver a sus hogares, lo que causó que la enfermedad se difundiera por todo el territorio. Al día siguiente, el primer ministro tuvo que extender la restricción a todo el país. El número de casos siguió creciendo dos semanas más, durante las cuales el lockdown se hizo cada vez más estricto. Hasta este fin de semana hubo nuevos anuncios.
Hoy, solamente funcionan las industrias esenciales. Los únicos comercios que abren son los que venden comida o medicamentos. Está prohibido trasladarse de un distrito a otro. Cerraron las escuelas y universidades, no hay espectáculos ni cines. Tampoco se puede acceder a los parques y paseos públicos. Más de cuarenta mil italianos fueron multados por romper la cuarentena, solamente la última semana. El ejército patrulla las calles y establece checkpoints para controlar que nadie haga ninguna actividad ni movimiento que no esté autorizado. Recién ahora pueden ver los efectos de esas medidas, y les tomará semanas, si no meses, comenzar lentamente el regreso a la normalidad. La lección italiana sirvió, sin embargo, para que otros países, como la Argentina, puedan anticiparse a los hechos.