El año electoral tiene razones que el calendario no entiende. Mucho antes de poner a enfriar la sidra para el brindis del 31, la política ya comenzó a funcionar en modo de campaña y rosca por las listas. El panorama político cruje por la ola expansiva del efecto Javier Milei, que provocó rupturas en todos los bloques opositores, tironeados también por la atracción gravitatoria que ejercen Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner, dos líderes que vuelven a ocupar el centro del escenario y acaso también de una boleta. Pero el propio oficialismo no está exento de tensiones y fracturas, incluso dentro del triángulo de hierro que constituye la mesa más chica en la que se toman las decisiones sensibles del gobierno y de la estrategia política.
La salida del diputado Roberto Mirabella de la bancada de Unión por la Patria fue un desafío directo a la conducción del peronismo. El santafesino fue explícito a la hora de anunciar su monobloque: “Soy opositor a Milei mirando a mi provincia y no al PJ Nacional” escribió en sus redes sociales. “La agenda que se sigue es una agenda porteña, pensada para el conurbano, y enfocada en liderazgos del pasado, que se eligen como ‘rivales’ para la tribuna, sin enfocarse en los temas que son urgentes, porque lo urgente es el presente”, completó. Mirabella, que llegó al Congreso por un acuerdo entre el exgobernador Omar Perotti y CFK, debe revalidar su banca y sabe que si las listas se cierran en el Instituto Patria esta vez no habrá lugar para él.
El problema es que el diputado santafesino no es el único en esa situación. Las heridas de la interna fallida acompañarán al peronismo en este proceso, hasta que se salde la cuestión del liderazgo o se rompa en forma definitiva el frente opositor. Una veintena de diputados y alrededor de diez senadores están en una situación similar a Mirabella. No comulgan con el kirchnerismo, no tienen canales de diálogo abiertos con las nuevas autoridades y se imaginan que la lapicera no va a tocarlos esta vez. Algunos ya hablan de conformar rancho aparte para afrontar el año electoral. La temporada veraniega estará atravesada por quinchos y tertulias donde se van a definir los pasos a seguir. A esta altura no hay nada garantizado.
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Una ruptura en esos términos puede tener consecuencias en los armados provinciales de cara a las elecciones locales y nacionales. Si hay bloques separados en marzo lo más probable es que haya listas separadas en octubre; hipótesis que se torna casi indefectible en caso de que se concrete la suspensión o eliminación de las PASO que propone el oficialismo y acompaña una parte de la oposición. A eso hay que sumarle que en provincias como Tucumán y Catamarca los gobernadores peronistas intentarán jugar en tándem con el gobierno. El resultado podría dividir ese voto en dos o tres opciones en algunos distritos, despejando el camino del candidato que llegue con el apoyo político, logístico y financiero de la Casa Rosada.
Es por eso que incluso los mandatarios provinciales que están en este momento distanciados de la conducción partidaria, como Ricardo Quintela y Axel Kicillof, intentan bajarle el tono a las elucubraciones sobre ruptura, impulsadas principalmente por legisladores de los llamados “sin tierra”. Eso, sin embargo, no los pone a salvo de internas en el pago chico, como las que dejaron al gobernador bonaerense sin presupuesto ni autorización para endeudarse por lo menos hasta febrero. La inflexible negativa opositora que bloqueó la iniciativa se construyó con el guiño de algunos intendentes y legisladores del peronismo, en negociaciones a espaldas del ejecutivo provincial. La relación con La Cámpora está dinamitada.
Mientras tanto, el radicalismo firmó esta semana, con una foto en la Casa Rosada, su divorcio. El que blanqueó su alineamiento fue el jefe del bloque de la UCR en la cámara de diputados, Rodrigo De Loredo, que está apurado porque su histórico rival Luis Juez, con quien compite por una candidatura a la gobernación cordobesa, lo primereó en la relación con Milei y hoy es el favorito del presidente. Para dar vuelta esa puja le llevó en ofrenda una docena de legisladores dispuestos a acompañar al gobierno en el Congreso, justo después de que el tribunal de ética partidario decidiera expulsar a los tres pioneros en ponerse la peluca, Mariano Campero, Martín Arjol y Luis Picat, que ocuparon lugares de privilegio en la foto con Milei.
De Loredo asegura que los veinte diputados del bloque que conduce lo acompañan en este movimiento para acercarse al gobierno. Como prueba de eso celebra la presencia de Julio Cobos, un hueso duro de roer para el oficialismo hasta ahora. Cerca de Facundo Manes, uno de los referentes del sector que prefiere mantenerse en la oposición módica que mantuvieron hasta ahora, creen que pueden engrosar sus filas con tres o cuatro legisladores que aún forman parte del bloque oficial pero no estuvieron en la Casa Rosada. En la Cámara Alta el bloque de trece va camino a partirse. Algunos senadores que llegaron al Congreso en lista radical están pensando que esta temporada les sienta mejor el violeta.
Milei apuesta a conseguir con la UCR lo mismo que ya hizo con el PRO: en vez de realizar acuerdos de cúpula en los que se ve obligado a ceder, les vacía las estructuras por abajo, de a un dirigente por vez, hasta que no queda mucho por negociar. La interlocutora en ambos casos es la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que de esta forma ejecuta su venganza contra Macri, que la abandonó en la mitad de la campaña presidencial para impulsar al candidato de La Libertad Avanza. Hoy ella es una pieza clave de este gobierno y ejecuta la sangría de dirigentes que el expresidente no consigue detener. Hombres y mujeres que durante décadas fueron sus empleados y ahora no le atienden el teléfono.
Macri sabe que la propuesta de Milei de “ir juntos en todos lados o ir separados” es una disyuntiva entre la capitulación total y una competencia en la que muy probablemente el PRO reciba una derrota sin atenuantes. Lo que no sabe es cómo salir de esa trampa. La ciudad de Buenos Aires es el último bastión que le queda por defender, incluso si eso implica que vuelva a postularse. Es que la mayoría de las figuras taquilleras que contaba en su escudería ya están negociando su ficha en el equipo rival. En 2025 Patricia Bullrich, Cristian Ritondo, Diego Santilli, Rogelio Frigerio, Diego Kravetz, Luis Caputo y Soledad Acuña, entre tantos otros, serán candidatos o harán campaña por candidatos de La Libertad Avanza.
Si consigue domar los corcoveos del dólar, que esta semana les recordó a los argentinos que nunca hay que darlo por sentado, el oficialismo tiene todas las condiciones para hacer una buena elección legislativa. La fragmentación opositora, cuando se trata de repartir bancas de forma más o menos proporcional, suele terminar beneficiando al que consolida una primera minoría. Pero eso no significa que el propio Milei no tenga que lidiar con internas que pueden poner en riesgo todo lo que construyó y lo que destruyó hasta ahora. A medida que se acerquen los cierres de listas, haya que tomar definiciones de fondo sobre estrategia electoral y decidir quién es elegido y quién queda herido, las tensiones van a multiplicarse.
No resultará sencillo para el triángulo de hierro cumplir simultáneamente con todos los compromisos adquiridos. Los dirigentes del PRO y la UCR que se acercaron de la mano de Patricia Bullrich con la expectativa de conseguir un lugar en las listas son muchos y en algunos casos están enfrentados entre ellos. Los peronistas que se arrimaron a través del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, también reclaman su parte. Los gobernadores que funcionaron como aliados desconfían de los armados novedosos en su territorio y van a poner condiciones. Serán meses de negociaciones a varias bandas que pondrán a prueba por primera vez la capacidad de los armadores que rodean al presidente.
La prueba de fuego llegará cuando choquen, en algún momento, los proyectos de expansión de Karina Milei y Santiago Caputo, las dos piezas de la mesa chica del presidente que tienen miradas distintas respecto a la estrategia de La Libertad Avanza para 2025. Mientras que la secretaria general de la Presidencia apuesta por acuerdos con referentes territoriales para armar el partido desde abajo en todos los distritos del país, tarea que delega en sus colaboradores Martín y Lule Menem y Sebastián Pareja, el estratega sin cargo apuesta a la “batalla cultural” y quiere llenar las listas con referentes de “Las Fuerzas del Cielo”, su grupo de tareas digital, y otras celebridades surgidas o potenciadas por las redes sociales.
Un experimentado dirigente que visita la Casa Rosada de forma cotidiana pero no toma partido en esa disyuntiva pregunta en voz alta qué puede pasar cuando los muchachos de X se pongan ásperos en la interna. “No tienen códigos, puede ser una masacre”, se responde a sí mismo. La combinación de servicios de inteligencia y patotas expertas en viralizar operaciones en las redes sociales apuntando sus cañones contra la baja nobleza de la política local, una casta poco austera y bastante desprolija de la que se nutre el armado de Karina, puede ser explosivo. “Y si el conflicto escala, no sé hasta dónde puede llegar --advierte el veterano--. ¿Qué va a pasar cuando el presidente se entere que espían a su hermana?”.