Gira presidencial y relaciones internacionales

09 de febrero, 2020 | 00.05

Quienes no somos especialistas en ese rubro de la política llamado relaciones internacionales, observamos con cierto asombro las múltiples visitas que el presidente Alberto Fernández realizó a varios países de Europa. La sorpresa proviene de aquella máxima construida por la derecha en nuestro país: el peronismo en el gobierno implica automáticamente aislamiento internacional, por una supuesta ideología intransigente y por definición (de ellos) aislacionista. 

Sin embargo, como durante otros gobiernos del mismo signo, sucede lo contrario: Argentina necesita hoy del apoyo de los países centrales en la negociación con el Fondo Monetario Internacional y va en busca de ellos; si esa es la situación frente a la que se encuentra, fruto de la irresponsable política de endeudamiento del gobierno macrista, lo razonable era seguir ese camino. Así, el presidente del peronismo aislacionista, que nos dicen gobierna a contramano de lo que sucede en el mundo, fue invitado a Israel y cenó con el Primer Ministro Benjamín Netanyahu; fue largamente recibido por el Papa Francisco; se entrevistó con Ángela Merkel, la líder de Alemania; con el premier francés Emmanuel Macron, lo mismo que con el de España, Pedro Sánchez. Los encuentros incluyeron al Presidente del Consejo de Ministro de Italia Giuseppe Conte. El viernes el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, recibió las cartas del nuevo embajador argentino Jorge Argüello, a quien el mandatario le prometió apoyo: “dígale que cuenta conmigo”.

Podría decirse que el tramo 1 del proceso de negociación se cumplió. Solo siendo muy ingenuos se puede pensar que el apoyo recibido por esos mandatarios y mandatarias significa que la negociación irá decididamente por los carriles que busca la Argentina. Desde luego que no, pero sí nos señala dos cosas: por una parte nos marca que el actual gobierno toma con seriedad el tema de la deuda y si es necesario conseguir apoyos para lograr un acuerdo, Fernández se pone esa recolección al hombro. Y a la vez esa cuota de pragmatismo no se sobreactúa; no hubo mensajes sobrepasados de adjetivos o palabras fantaseando sobre el tipo de relaciones que nuestro país quiere sostener con los estados centrales; la piedra angular de la gira es el tipo de acuerdo que se quiere lograr con el FMI y no a la inversa, que las visitas moldeen a la Argentina en su posición hacia el Fondo. Nuevamente: nada está asegurado y los apoyos son una herramienta más, sin duda fundamental, en esta negociación.

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El otro aspecto es el desenmascaramiento (una vez mas) que se produjo de las admoniciones macrista respecto a que el mundo le daría la espalda a una Argentina gobernada por el peronismo. No le ocurrió nada siquiera parecido en su paso por Europa al presidente Fernández. Durante todo el gobierno anterior escuchamos enunciados altamente simplificados y por lo tanto muy pobres en sus argumentaciones, respecto de cómo funciona el sistema de relaciones internacionales; y entra como emblema de ese montón de palabras sin sentido la mentada calificación de “países serios”. Economistas, políticos, intelectuales, periodistas, convencidos aparentemente que en los países centrales no hay conflictos, no hay instituciones que no funcionan, no se aplican programas económicos que fracasan. Curiosamente, apelando al realismo se construyen una visión de un mundo que no existe; y por eso cada tanto deben salir a afirmar que ciertas crisis evidentes en esos países, son en realidad una anomalía…una y otra vez. 

Hay una contracara de estos apoyos, para algunos inesperados: las relaciones con América Latina muy particularmente con Sudamérica. La región vive una situación política difícil que toma distintos matices en cada país. Tenemos desde 2013 un nuevo ascenso de la derecha a los gobiernos en procesos electorales pero que incluyeron serias irregularidades, como destituciones exprés de mandatarios y encarcelamiento de opositores. Hace pocos meses Evo Morales fue derrocado por un golpe de Estado, que aún varios dirigentes políticos se niegan a admitir como tal. Este nuevo poder político de la derecha que retoma el sendero del ajuste económico, reactiva movimientos de protesta social, con Chile como el caso relevante; ciclo crítico que continúa agravándose a pesar que los principales medios en nuestro país hayan decidido no informar más al respecto. Porque no solo en Venezuela la situación se enmarca en una crisis, ya que además del país trasandino debemos sumar a Colombia donde ha recrudecido la violencia y a Ecuador. Perú que superó una crisis presidencial cuando el Congreso intentó destituir a Martin Vizcarra, ha elegido un nuevo parlamente en donde si bien es cierto que el Fujimorismo y el APRA han sido claramente derrotados, la dispersión de las preferencias electorales ha sido notable y es difícil entrever cómo será la conformación de una fuerza parlamentaria mayoritaria.

Y por fin Brasil, que encierra el caso más relevante en cuanto a nuevos rostros de la derecha: Jair Bolsonaro encabeza una coalición que busca representar los valores culturales tradicionales, nacionalistas y no pocas veces reaccionarios, con una orientación económica neoliberal. Ese “animal político” es un fenómeno relativamente nuevo en la región, porque grupos que se identificaban con ideologías de ese tipo en lo cultural y político rechazaban el liberalismo económico. Eso dejó de suceder, como también los vimos en la campaña electoral escuchando a Ricardo Gómez Centurión, por caso.

De una región gobernada por partidos populares ha queda bien poco; y no solo eso, han dicho presente movimientos autoritarios y violentos. Y además ha significado el retorno de la inestabilidad políticas, fenómeno que el populismo había logrado despejar. Por eso, mientras Argentina buscó y consiguió varios apoyos en una lejana Europa para una negociación clave, se le presenta un frente de alta incertidumbre en su propia región. De hecho, no hemos escuchado a ningún presidente de Sudamérica explicitar acompañamientos hacia la negociación Argentina, y ese no es un dato menor. Entonces ¿cómo debemos pensar las relaciones con nuestros vecinos de siempre con quienes hace unos pocos años, construimos acuerdos, lazos e incluso instituciones políticas y económicas ahora que enarbolan otras políticas?

El gobierno se ha movido hasta ahora con prudencia y mucha paciencia a ciertas provocaciones; levantó sus principios al otorgarle asilo a Evo Morales; impulsa políticas que compensen este avance de la derecha con el Grupo de Puebla. Esos son por ahora los primeros pasos en la construcción de su política exterior apremiada por las urgencias; lo hace en un clima internacional tenso y una región a la deriva habitada por la intolerancia, la protesta social y la inestabilidad política en algunos países. El macrismo soñaba con ser un anexo de los países centrales anhelando que fueran ellos quienes diseñaran nuestro desarrollo. El gobierno actual se alejó pronto de esos principios en busca de otro horizonte, en las circunstancias que le tocaron en suerte, encarando primero las urgencias; en el transcurso del tiempo se irán abriendo los nuevos caminos. 

 

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