Elecciones 2019: Córdoba, Buenos Aires y el destino de Mauricio Macri

23 de marzo, 2019 | 08.40

Comparten más cosas que solamente llevar el mismo nombre que una provincia, con los problemas de nomenclatura que eso trae aparejado. Córdoba y Buenos Aires son, también, las dos ciudades más pobladas del país; ambas son gobernadas por figuras jóvenes y promisorias de Cambiemos; las dos aparecían, en todas las consideraciones previas, como plazas seguras para los candidatos de la alianza oficialista y, ahora, las dos tienen un final abierto.

En octubre de 2015, entre ambas ciudades, Mauricio Macrisacó un millón y medio de votos. Una de cada seis boletas amarillas a nivel nacional se explicaron por el apoyo de los dos principales centros urbanos. Ambos distritos también cimentaron su triunfo en el ballotage. Las dificultades que está encontrando el gobierno en el corazón de su electorado ponen en manifiesto la fragilidad con la que el oficialismo ingresa en la recta definitiva de este año electoral.

La interna irresoluble en tierras del Fernet se volvió una pesadilla para Cambiemos. No solamente azuzó una tibia revuelta de radicales destratados que recorrió el país, desde Chubut hasta Misiones, sin consecuencias. El conflicto entre el diputado Mario Negri y el intendente Ramón Mestre por la gobernación se replicó en la capital, donde los votos de Cambiemos se dividirán entre el inexplicable Luis Juez, candidato de Macri, y Rodrigo De Loredo, yerno del ministro de Defensa Oscar Aguad y delfín de Mestre.

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Ramón Mestre, intendente de Córdoba.

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Ramón Mestre, intendente de Córdoba.

Un resultado probable de esa partición es el triunfo del peronista Martín Llaryora, que cuenta ahora con inmejorables chances de arrebatarle a los radicales el gobierno metropolitano. En la Casa Rosada, encuestas en mano, asumen como un hecho la victoria del hombre de Juan Schiaretti. No parecen demasiado apesadumbrados por la noticia. No harán, en todo caso, ningún esfuerzo por evitar ese resultado. Eso puede entenderse por la excelente relación entre Macri y el gobernador cordobés, que ya tiene más de treinta años.

Pero el fenómeno tiene una segunda explicación, menos candorosa. Es que en el gobierno nacional todavía no le perdonan a la UCR que sus dirigentes territoriales no se adecúen sin protestar a la estrategia que emana del despacho de Marcos Peña. La victoria del candidato radical en La Pampa cayó pesada. El cisma cordobés fue leído como un desafío abierto a la autoridad presidencial. Se hará tronar, pues, el escarmiento. Los votos que se repartan Llaryora, Juez y De Loredo confluirán en octubre hacia la boleta de Macri, le aseguran.

La entrada en la competencia nacional de Roberto Lavagna le mete ruido al macrismo en Córdoba; el ex ministro de Economía visitó esa provincia esta semana y se encontró con el gobernador, que es el más interesado entre los fundadores de Alternativa Federal en sumarlo a ese armado, seguramente porque no tiene, él mismo, ambiciones presidenciales. Macri supone que habrá reciprocidad por los favores que hizo en la interna mediterránea. Schiaretti todavía no jugó sus cartas.

Entre Cristina Kirchner y la reelección, sin dudas apoyará a Macri, pero no ve con malos ojos la oportunidad de jugar con un candidato que lleve a la Casa Rosada un programa más afín a las necesidades de la economía de su provincia, que tiene a la industria automovilística en estado de coma y al campo trinando por las retenciones que tuvo que imponer el gobierno, quemando todos sus manuales, cuando el déficit se les escapaba por la canaleta del pago de intereses de deuda y la anemia fiscal.

Lavagna todavía no mide en las encuestas (la mayoría siguen dándole menos intención de voto que a Sergio Massa), pero ya se constituyó una alternativa válida para un sector nada despreciable del círculo rojo. A eso se debe la súbita calentura presidencial hacia el economista. Las críticas de Macri fueron seguidas, como en una coreografía, por mímicas de Peña y Dujovne. Demasiado para que no se note. El Presidente teme volverse prescindible. Es un gigante que sabe que sus pies son de barro.

Si perder la ciudad de Córdoba a lo mejor no resultaría traumático para el gobierno nacional, un traspié en CABA sería catastrófico. No es un escenario remoto: hace cuatro años, Martín Lousteau estuvo a menos de 55 mil votos de dejar al PRO con las manos vacías. Todas las encuestas que maneja el jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, dicen que si se repitiera el escenario, esta vez el resultado le sería esquivo. El ex embajador en los Estados Unidos está evaluando la oferta de Lavagna para competir nuevamente por la ciudad.

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Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno porteño.

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Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno porteño.

Pero no se acaban ahí los problemas para Cambiemos en el distrito donde nació el macrismo. Siempre de acuerdo a números encargados por ellos mismos, no solamente Lousteau ganaría una segunda vuelta; cualquier candidato que no esté identificado con el kirchnerismo tendría chances de derrotar a la fórmula oficialista en esa instancia. El principal obstáculo para Larreta es la imagen negativa del presidente Macri, que funciona como un lastre. Por eso, como anticipó El Destape, evalúa desdoblar la fecha del ballotage.

Otro asunto para la discordia será el cierre de listas, particularmente la selección de los candidatos a ocupar bancas en el Senado, dos lugares muy preciados, máxime cuando uno de ellos puede venir con un lugar en la línea sucesoria como yapa. Es necesario contentar a propios y aliados y presentar una fórmula competitiva, para no pasar sobresaltos. Por ser la ciudad en la que se incubó, durante doce años, el macrismo, no escasean los aspirantes. Habrá rosca, negociaciones y tironeos.

El actual presidente provisional del Senado, Federico Pinedo, tiene pocas chances de ir por otro período, excepto que medie una orden directa de Macri en su favor. Larreta quiere darle el lugar a Lousteau por aquello de ‘ten a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más cerca’. Para Diego Santilli, sería una plataforma ideal para proyectarse hacia la jefatura de gobierno metropolitana en cuatro años. Elisa Carrió promueve a Fernando Sánchez y María Eugenia Vidal vería con buenos ojos que fuera Carolina Stanley. Al final de todo, decidirá Peña.

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