El no peronismo en su laberinto: ¿Cómo ganar en la provincia de Buenos Aires?

17 de noviembre, 2014 | 12.37
Por Mariano Parada Lopez
Redacción El Destape
@mparadalopez

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En 1983 ocurrió un hecho inédito para la incipiente democracia que acababa de nacer. Con el 51,98% de los votos, e impulsado por el aluvión que significó el triunfo de Raúl Alfonsín, el radical Alejandro Armendáriz derrotó a Herminio Iglesias en las elecciones para gobernador de la provincia de Buenos Aires. Esa sería hasta hoy la única vez que el PJ no conseguiría gobernar al distrito más populoso del país.

La racha de gobiernos peronistas, iniciada en 1987 con Antonio Cafiero y continuada por Eduardo Duhalde (en dos oportunidades), Carlos Ruckauf (por dos años), Felipe Solá (un período y medio) y Daniel Scioli hasta hoy, implantó en la memoria colectiva la sensación de que la provincia, con el 38% del padrón nacional, era territorio inexpugnable para quien no viniera del PJ. Tan solo Graciela Fernández Meijide estuvo cerca en 1999 con la Alianza entre la UCR y el FrePaSo. De hecho, obtuvo más votos (41%) que la boleta del PJ (37%) pero el acuerdo entre el ex vicepresidente de Menem, el cavallismo y la UCeDe le permitieron imponerse por siete puntos, según los datos del Atlas electoral del politólogo Andy Tow.

Aquello sería una premonición para lo que vendría luego, con un presidente debilitado por estar rodeado de dirigentes de distinto signo político. Las propias medidas que tomó De la Rúa se encargaron de terminar de esmerilar su imagen y consenso en la sociedad, con un final ya recordado.

El Destape consultó a distintos analistas para indagar sobre las chances del espectro no peronista de hacer pie en la provincia que todos desean pero que a muchos les cuesta conquistar. Con 15,6 millones de habitantes (1,8 millón más que en 2001) y 11,4 millones de electores en la última contienda de 2013, hacer una buena elección es indispensable para asegurar un triunfo y la gobernabilidad de aquel que quiera habitar la Casa Rosada desde el 10 de diciembre de 2015.

El panorama, a priori, no parece alentador para aquellos que no suelen cantar "La Marcha": a menos que haya una polarización con un candidato opositor o una crisis, coinciden los especialistas, es muy difícil imaginar que el 2015 vea a un no peronista accediendo a La Plata, aunque la carrera todavía tiene varios metros más por delante.

Mariel Fornoni, de la consultora Management & Fit, considera que el comicio presidencial será muy importante para la batalla provincial: "La elección va a tener una gran tracción de la boleta presidencial. Si hay un candidato a presidente con muy buena performance, si se polariza, la gente que dice votar un cambio también estará dispuesta a acompañar. (Un presidente no peronista) va a necesitar contar con gobernadores, intendentes y cargos parlamentarios. Desde ahí, puede pasar que tenga una buena performance".

Para la carrera hacia la ciudad de las diagonales ya están anotados María Eugenia Vidal y Jorge Macri por el PRO, quien deberá definir si no baja nuevamente a Vicente López para resistir en esa comarca, hoy en manos del macrismo pero sin un sucesor claro en caso de que el primo del jefe de Gobierno porteño decida pegar el salto. Del lado del Frente Amplio Unen ya se lanzó Jorge Ceballes, de Libres del Sur y se menciona al doctor Facundo Manes, cercano a Ernesto Sanz y a Miguel Bazze, del lado de Ricardo Alfonsín

Ricardo Rouvier, de la consultora que lleva su apellido, ve en el electorado bonaerense un comportamiento que lo vuelve reacio a buscar un cambio más profundo: "Hay una idiosincrasia en la sociedad argentina donde el voto peronista sigue siendo principal. En Provincia, el peronismo institucional tiene una estructura más fuerte que en el resto del país. Está conformada por el gobierno ejecutivo (gobernador) e intendentes. Tiene una red de poder que se conserva y aceita. Lo que no cambia y se mantiene igual es la estructura de intendentes para abajo. El sistema de poder sigue siendo el mismo. El control territorial no lo tiene ninguna otra fuerza política".

Esa idiosincrasia y esa "red de poder" no impiden que, en situaciones excepcionales, el voto peronista cambie a otras opciones, agregó y completó: "Hay momentos en donde el peronismo 'se suspende'. La llegada del socialismo en Santa Fe es el fracaso del peronismo en esa provincia. A veces, el votante peronista gira el voto, elige otro y después vuelve".

En el '83, por ejemplo, la UCR ganó ampliamente en las elecciones distritales, con 91 municipios que abrazaron al proyecto alfonsinista, contra 29 que se volcaron al justicialismo.

En 1999, esa "suspensión del peronismo" casi logra desbancarlo. La Alianza UCR-FrePaSo se impuso en 55 municipios, incluyendo algunos del conurbano como Vicente López, San Martín, Morón, Avellaneda, Lomas de Zamora ("patria chica" de Duhalde) y Quilmes y estuvo muy cerca de hacerse con la joya preciada de los municipios: La Matanza, en la que la ex actriz Lidia Pinky Satragno salió a atribuirse la victoria por un boca de urna. El PJ y sus aliados de centro derecha ganaron en otros 56.

Doce años después, el Frente Para la Victoria se impuso en 92 distritos, a lo que habría que sumarle el triunfo del aliado Nuevo Encuentro en Morón. La UCR aliada a De Narváez bajo la sigla UDeSo triunfó en 19 distritos, además de dos triunfos de intendentes macristas: Cariglino en Malvinas Argentinas (de origen peronista anti-k) y Jorge Macri en Vicente López.

La clave estaría, para el consultor Enrique Zuleta Puceiro, en las transformaciones sociológicas de la provincia: "Antes existían dos provincias, el Gran Buenos Aires y el resto. Esa diferencia se ha atenuado. La provincia se ha transformado en una red de ciudades. Hay muchísimo conurbano en ciudades del interior bonaerense que reproducen las condiciones del GBA".

Según los datos de los últimos censos, en 2010 el 96,15% de la población bonaerense era urbana, contra 95,17% del 2001. El conurbano, según los datos del censo oficial, tuvo un crecimiento poblacional del 14,2% entre 2001 y 2010 (9,9 millones de habitantes en 24 distritos), contra 11% del interior bonaerense (5,7 millones).

La posibilidad de un cambio es bastante relativa. Según Fornoni, "en Brasil, el 70% decía que quería cambio y ganó Dilma, que prometía cambiar. La gente quiere cambios con cierta continuidad. Escuchás a Macri, que dice que no derogaría la Asignación Universal. Todos proponen cierto cambio con continuidad".

Rouvier va más allá y asegura: "Si no se produce una crisis, una vez superada vuelve a construirse esa red de poder. Hay coyunturas críticas donde los peronistas votan un candidato que no es muy peronista. Además de la crisis, tendría que aparecer una figura predominante, interpeladora y esa figura no apareció, aunque puede aparecer".

El director del Centro de Estudios Nueva Mayoría, Rosendo Fraga, pone el foco en la dispersión de la oferta opositora: "Si el voto no peronista se presenta dividido entre el PRO, por un lado, y el FA-UNEN por otro, el peronismo puede retener la provincia, ya sea en su vertiente oficialista u opositora".

Para el analista político, hay tres motivos para explicar la hegemonía peronista en la provincia: "Con un gobierno nacional peronista, en la mayoría de las provincias el peronismo se ha mantenido en el poder; el peronismo ha mostrado una gran capacidad de "cooptación", presentando como candidatos figuras que en su origen no son de su seno; cuando el no-peronismo se une y canaliza la vocación de cambio, puede ganar, siempre que el mismo peronismo no genere su propia alternativa para canalizar el descontento, como sucedió recientemente con De Narváez y Massa".

Fornoni agrega: "El punto es que los candidatos se diferencien. Todos son muy parecidos".

Zuleta Puceiro, por su parte, no observa grandes diferencias entre los candidatos peronistas y el resto: "Todos apuntan a las clases medias emergentes. Es una política centrista. No hay diferencia en el discurso de un intendente radical, de la Coalición Cívica, Insaurralde o Giustozzi. Es una política que no busca exacerbar contradicciones, el centro del espectro está ocupado por nuevas clases medias que viven este proceso". Y en esa línea, "el voto hacia el peronismo tiene que ver con un reconocimiento de responsabilidad hacia la gestión. Los partidos no peronistas o son personales (De Narváez) o tienen otros objetivos (la UCR): presentarse como una oposición al gobierno. En la práctica, el radicalismo no ha sido un problema para los gobernadores".