El crack del 2008: una crisis no resuelta y el retorno de los nacionalismos

18 de febrero, 2018 | 06.00

Entre el final de la Guerra Fría y la crisis internacional de las burbujas financieras, el capitalismo experimentó un largo ciclo de crecimiento. Durante dos décadas aseguró que la historia había concluido y que el libre mercado proporcionaría paz y felicidad.

La economía mundial creció en el lapso 1990-2009 a una tasa promedio anual de 5,02% (cuadro I) al calor de la apertura comercial y financiera, la desregulación de los mercados y la retirada del Estado.

Fue el auge de la "tercera vía" de Tony Blair y el acceso generalizado a hipotecas para adquirir inmuebles de Bill Clinton. Estos eran el rostro cool del mundo liberal que reemplazaba el conservadurismo de Thatcher y Reagan.

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Pero a inicios del siglo XXI el mundo comenzó a mutar. El "fin de la historia" cedió frente al "choque de civilizaciones", a partir del atentado a las Torres Gemelas y las guerras en Medio Oriente. El escenario se volvió multipolar con el surgimiento de China y otras economías del Asia Pacífico capaces de incidir en la demanda global de un modo desconocido. Países que en 1990 representaban el 4,1% del PIB mundial veinte años después llegaron al 12,3%, elevando con su demanda el precio de los alimentos y la energía.

Este proceso tocaría su fin en 2008 cuando las hipotecas en poder de los estadounidenses exteriorizaran dificultades de pago por la caída de los ingresos. Todos los activos financieros se desplomaron y se sinceró el enorme desequilibrio entre la economía real y las finanzas.

La respuesta de los países desarrollados fue de política monetaria, para garantizar la liquidez de los bancos e impedir una destrucción generalizada del precio de las carteras de dichas instituciones. Apelaron a paquetes de emisión monetaria puros y duros y a descensos de la tasa de interés. La política fiscal, en cambio, fue muy limitada para recuperar la demanda efectiva.

La tasa de crecimiento promedio anual en los siete años posteriores al crack (2010-2016) fue de 2,02% (cuadro I), menos de la mitad del crecimiento promedio de los veinte años anteriores. Además, la concentración de ingreso y riquezas después de la crisis iguala a la que existía al comienzo de la Primera Guerra Mundial.

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El capitalismo ha entrado en una fase de estancamiento que ha pretendido resolverse sólo por la vía de una mayor capacidad de los mercados de asignar recursos y un predominio de la política monetaria, con una política fiscal acotada. Dicho programa ha fracasado.

Como contrapartida, las economías del Asia Pacífico han proseguido un acelerado sendero de expansión basado en dos cuestiones: 1) al carecer de burbujas financieras no sufrieron el impacto de la crisis, 2) desarrollaron un fuerte comercio intra-regional y potentes mercados internos que obraron como amortiguadores del desplome de la demanda global.

En el cuadro II se enumeran los países que se incluyen en este bloque y se expone la alta incidencia de los mismos en la tasa de incremento del PIB mundial en el lapso 2010-2016. Si se excluye a estas economías la tasa de crecimiento promedio anual global desciende del 2,02% al 0,98%, en tanto que los emergentes del Asia Pacífico lo hacen al 7,6% en igual período.

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Las economías desarrolladas se encuentran estancadas. El desempleo, la falta de oportunidades y el deterioro de la calidad de vida han habilitado amplios cuestionamientos al orden vigente. Una vez más, es en el Reino Unido y en los Estados Unidos dónde se manifiestan las reacciones al modelo global, con el triunfo de Donald Trump y el apoyo al Brexit.

Trump ha procurado desandar el camino de tratados de libre comercio en los que se encontraban insertos los Estados Unidos, apoyarse en el autoabastecimiento energético alcanzado y promover un conjunto de medidas fiscales y financieras que redireccionen la liquidez internacional hacia la potencia norteamericana. El Reino Unido, en tanto, apuesta a retomar el diálogo bilateral en su comercio global en respuesta a los límites duros impuestos por la Unión Europea.

Ambas potencias, triunfantes en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Fría, intentan reinstalar un bilateralismo en las relaciones internacionales, frente al multilateralismo dominante.

El presidente Macri ensaya una apertura comercial y financiera de dudosa viabilidad en este escenario, la cual ha llevado a la Argentina a alcanzar un récord en el desequilibrio de su balanza comercial, que asciende a u$s8.500 millones, y a que nuestro país lidere el ranking de colocación de deuda de los emergentes en el bienio 2016-2017.

La sustentabilidad externa en este contexto es compleja, y su corrección traumática a consecuencia de un “retorno al mundo” cargado de ideología y ligero en el análisis.