Dólar, reservas y recesión: el marketing de la estabilidad

El Gobierno entra a las elecciones con el dólar calmo, pero esa presunta bonanza esconde un gran problema a futuro. 

04 de julio, 2019 | 12.56

Si hay un área en la que no se le pueden atribuir grandes fallas a la alianza Cambiemos, es aquella relacionada con el marketing. Esta herramienta fue clave para sus triunfos en 2015 y 2017, y para conseguir que buena parte de la sociedad conciba sus fracasos como total responsabilidad del gobierno anterior. Hoy, la principal herramienta de marketing es la estabilidad del dólar, bajo la cual se busca convencer a la sociedad que se ha logrado domar la economía y que finalmente se ven los frutos del plan económico diseñado con el FMI. 

Lo cierto es que al margen de cuestiones fortuitas, como lo son la baja de tensiones comerciales entre China y Estados Unidos y la consecuente estabilización de los mercados financieron globales, o el hecho de que la Reserva Federal de este último país no prevea la suba de tasas a corto plazo, -lo que implica mayor cantidad de fondos especulativos que se dirigen a nuestra región en lugar de salir-, el marketing de la estabilidad cambiaria se basa en elementos tan débiles como provisorios, que permiten exhibir que en absoluto el gobierno ha logrado una paz cambiaria sustentable.

En rigor, la actual estabilidad, que implicó un descenso de casi el 10 por ciento en el valor del dólar desde el pasado 26 de abril, cuando el Banco Central anunció que podría utilizar los dólares del Fondo para intervenir en el mercado cambiario, está sentando las bases de una nueva y profunda crisis financiera, además de representar un costo social mayúsculo, por los estragos que está causando en la economía real.

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En efecto, una de las aristas en los que se sustenta esta precaria estabilidad, son las altas tasas de interés que el Banco Central abona para evitar que los pesos se fuguen el dólar, las cuales actualmente se sitúan en torno al 65 por ciento. Este nivel de tasas otorgadas por el gobierno, signaron el regreso de la bicicleta financiera o del carry-trade, esto es capitales especulativos de corto plazo que convierten sus dólares a pesos para aprovechar las tasas de interés, aunque prestos a regresar en masa a dólares cuando vean el menor signo de inestabilidad cambiaria, tal como sucedió el año pasado. Paralelamente, las altísimas tasas implican también una enorme deuda cuasifiscal, pues según el Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), todas las semanas se renuevan cerca de 230.000 millones de pesos, con lo que el aumento de stock de las Letras de Liquidez –el instrumento creado por el gobierno para que a través de los bancos los depositantes mantengan sus tenencias en pesos-, creció un 161% entre octubre y junio, situándose actualmente en la monumental cifra de 1,211 billones de pesos que le Estado le adeuda a los bancos, y estos a los depositantes. Es decir, un cúmulo de pesos que siempre está a tiro de dolarizarse, y de socavar de esta forma la estabilidad cambiaria.

El otro vértice sobre el que se apoya el marketing de la estabilidad, es la disponibilidad de dólares, en gran medida prestados, para que los argentinos adquieran sin ningún tipo de restricción.

Durante mayo, el Banco Central informó en su balance cambiario que la fuga de capitales, o en su definición técnica “formación de activos externos del sector privado no financiero”, llegó a los 2.496 millones de dólares, mientras que a lo largo de los primeros cinco meses del año acumuló 9.536 millones de dólares, agregando además que las reservas internacionales disminuyeron en 6.883 millones de dólares en mayo, cerrando en 64.779 millones de dólares.

Así, con una bola de nieve nominada en pesos que en algún momento buscará la dolarización, y un drenaje constante de las divisas tomadas en préstamo del FMI; la actual estabilidad luce más como otra de las campañas de marketing del gobierno que como la respuesta exitosa a un año de volatilidad cambiaria.

Mientras, la economía real

El costo de sostener esta aparente estabilidad cambiaria, no solo representa un enorme riesgo de eclosión a futuro, sea por la corrida de los pesos hacia el dólar o por el hecho de que el constante drenaje de divisas implique la imposibilidad de sostener la demanda de dólares o el cumplimiento de las obligaciones externas. También el presente, en este caso en la economía real, está sintiendo el peso de esta política económica centrada en aparentar una estabilidad cambiaria. Y es que las altas tasas de interés resultan incompatibles con cualquier proyecto productivo, sobre todo en un país cuya economía experimenta más de un año recesión y caída del consumo interno. Así, pesos que en otros tiempos iban a ampliar la capacidad productiva de una empresa, hoy se dirigen a la especulación, lo que se traduce en que durante el primer cuatrimestre de este año la economía, según el Indec, la economía haya experimentado una caída del 4,6 por ciento con respecto al 2018, mientras que según la UIA la industria haya tenido un retroceso del 9 por ciento en la comparación interanual.

Estos guarismos, que no se experimentaban desde la profunda crisis socioeconómica de 2001 y 2002, no hacen más que aumentar la presión social, pues en la medida que la economía se contrae, disminuye la recaudación fiscal y la consecuente capacidad del Estado para cumplir sus obligaciones sociales y financieras.

Por eso, al igual que en sus anteriores campañas electorales, el marketing pasará y será necesario administrar la realidad, cuyo grado de complejidad difícilmente pueda ser encarado sin enromes costos sociales.