Apenas unos días después de que existiera una sensación de alivio en el mundo por la reunión de los líderes de las dos Coreas, un nuevo presunto ataque israelí en territorio sirio devolvió los reflectores al siempre conflictivo Medio Oriente.
El domingo 29 de abril hubo un bombardeo sobre campamentos de militantes iraníes en Siria, que habría tenido el clásico sello israelí: ningún país se lo atribuyó, Israel no lo reconoció oficialmente, pero en los medios de comunicación israelíes circulan versiones de que –efectivamente- fue la aviación israelí. Por lo general, semanas, meses o años después algún funcionario israelí lo reconoce al pasar, como ha sucedido en otras ocasiones con ataques israelíes en Siria o Iraq.
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Este bombardeo parece haber tenido como objetivo emplazamientos iraníes en territorio sirio. Por eso no es casual, que, al día siguiente, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu -en un mensaje grandilocuente y con gráficos de todo tipo por televisión- aseguró que los iraníes mentían y que seguían desarrollando armamento nuclear aunque ellos lo negaran. Su discurso no fue solo para alertar a los israelíes del peligro iraní. También tuvo otro destinatario de manera explícita: el presidente de Estados Unidos.
Netanyahu dijo que nunca se debió haber firmado un acuerdo con Irán y que muy pronto Donald Trump debería tomar una decisión que fuera buena para Israel, para EE.UU. y para la paz en el mundo, poniendo otra vez en el mismo plano los intereses de ambos países.
Desde ya que existe una gran expectativa por saber si dentro de pocos días Donald Trump cancela o ratifica el acuerdo impulsado por Barack Obama entre Alemania, China, Francia, Reino Unido y Rusia con Irán, firmado en 2015 que comprometía al Gobierno iraní a no continuar con su desarrollo nuclear.
Trump respaldó rápidamente a Netanyahu como si sus dichos sobre Irán fueran ciertos. Sin embargo, vale la pena recordar que en 2002 Netanyahu fue uno de los que aseguró de manera tajante que “no había duda alguna” de que Saddam Hussein estaba desarrollando armas nucleares, lo que resultó falso.
La decisión que tomará Trump sobre Irán llegará casi al mismo tiempo del traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén, un hecho que ya motiva rechazos entre los palestinos y el mundo árabe e islámico.
En el Medio Oriente una chispa puede encender una hoguera, o varias. ¿Sabrán Netanyahu y Trump que están jugando con fuego?