Brasil es desde hace dos décadas la nación de mayor importancia para la política exterior argentina, no solo por ser nuestro principal socio comercial, sino por el impacto político recíproco de los avatares internos de cada país en el otro.
El abandono de las falsas hipótesis de conflicto del pasado, dio paso a un escenario de colaboración creciente entre ambas naciones jalonada por:
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La constitución del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) que, funcionando inicialmente durante los años ’90 como una unión aduanera, consiguió aumentar sensiblemente el intercambio.
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A partir de los primeros años de este siglo, y con la llegada a la presidencia de Lula en Brasil y Néstor Kirchner en Argentina, se vertebró una alianza política y económica que permitiría enfrentar la pretensión de Estados Unidos de instalar un área de libre comercio en toda América (ALCA) y constituir la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), que multiplicó por diez el comercio intracontinental en Suramérica.
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El resquebrajamiento de este sendero definido por el acceso al gobierno en la Argentina de Macri y en Brasil de Bolsonaro, obliga a una mirada sobre el cuadro de situación político-económico del país hermano desde la perspectiva de la Presidencia de Alberto Fernández.
El arribo de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil, estuvo precedido por una serie de hechos de ruptura institucional sin precedentes desde el retorno de la democracia en ese país.
La interrupción del mandato de Dilma Rousseff, cuarta presidencia consecutiva del PT, avaló un avance inédito y opaco de la Justicia de ese país contra los líderes de la experiencia “petista”, pero más aún incidió en la ruptura de la alianza de clases entre la tradicional burguesía industrial paulista y un movimiento popular que llevaba varias décadas expresando anhelos de transformación en Brasil. Esa alianza de clases que permitió que un obrero metalúrgico, Lula, accediera a la presidencia de la octava economía del mundo, se desmoronó y abrió camino a una coalición empresarial con intereses en la producción primaria y el sector financiero, lo que alteró drásticamente ochenta años de política industrial.
En las elecciones presidenciales del año 2018, la presión de los EEUU, el poder judicial, los medios hegemónicos y las fuerzas armadas para impedir un retorno del PT al gobierno, definieron el encarcelamiento de Lula en abril para proscribirlo de la carrera electoral y limitaron enormemente las posibilidades del candidato alternativo. La intervención alcanzó niveles tan importantes que en ese mismo período el FMI le acordó un crédito a la Argentina de monto inédito por casi U$S 57.000 millones, a fin de impedir que un colapso del gobierno de Macri impactara negativamente sobre la candidatura de Bolsonaro en los comicios celebrados en octubre de ese año.
La presidencia de Bolsonaro está enmarcada por un gabinete integrado por oficiales superiores de las Fuerzas Armadas y su ministro de Economía, Paulo Guedes, abraza la ortodoxia pinochetista fundadora del modelo chileno que acaba de estallar, promoviendo un rumbo de libre mercado desindustrializador y sin capacidad de recuperar la economía.
En estos tiempos, el conflicto del gobierno con el Poder Legislativo y Judicial ha llevado a que grupos bolsonaristas se movilicen próximamente reclamando el cierre del Congreso y la intervención del Poder Judicial, con el beneplácito apenas disimulado del presidente y sus ministros. Se advierte un deterioro acelerado de la democracia en Brasil.
Así como señalamos en párrafos previos que la elección presidencial brasileña de 2018 fue un factor importante en la asistencia del FMI al gobierno de Macri, reflejando cómo la política de Brasil puede intervenir en la realidad Argentina, no es menos relevante el vínculo comercial que mantenemos. El cuadro que sigue, revela la importancia del intercambio argentino-brasileño en relación a nuestro país.
La magnitud del intercambio ha descendido sustancialmente del pico de U$S 43.000 millones hasta ubicarse un poco más arriba de la mitad de aquel tope. Esta tendencia a desestructurar los acuerdos políticos y económicos alcanzados en la primera década del siglo, se agudiza con la aplicación de políticas neoliberales en ambos países.
No obstante la reflexión previa, es necesario señalar que el comercio con Brasil oscila en una quinta parte del total de nuestro intercambio global, tal como lo muestra el cuadro previo.
Es necesario tener en cuenta en nuestra relación con la economía más grande de Suramérica que el PIB de Brasil ha sufrido un fuerte retroceso en el bienio 2015-2016, experimentando una recuperación muy débil a partir de 2017; y la sostenibilidad de la demanda de nuestros productos depende en mayor medida de la buena salud de la economía brasileña antes que de la relación de nuestros tipos de cambio. El cuadro que sigue muestra la evolución del PIB de Brasil en el último lustro.
Evolución PIB de Brasil | |
en porcentaje | |
2015 | -3,5 |
2016 | -3,3 |
2017 | 1,4 |
2018 | 1,1 |
2019 | 1,1 |
Fuente: Banco Mundial |
El cuadro previo evidencia que en los últimos dos años la economía brasileña apenas ha crecido el 1,1%, y las tensiones en torno al proceso de desindustrialización y privatizaciones encarado por el ministro Guedes no auguran una mejora en este escenario.
Otro síntoma de la situación adversa de la economía en Brasil es la devaluación de su moneda, el real, que se viene verificando desde fin de año. El cuadro que continúa muestra que el real, respecto del peso argentino, se devaluó un 10% en el lapso existente entre diciembre 2019 y lo que va de marzo del corriente año.
Evolución real/peso | |
Diciembre 2019 | 14,8948 |
Enero 2020 | 14,0752 |
Febrero 2020 | 13,8883 |
Marzo 2020 | 13,4152 |
Fuente: Mercado de Cambios |
La gravedad institucional y económica de Brasil, con un rumbo de ruptura respecto de su larga historia como potencia industrial, y la apelación a crecientes ataques al Estado de derecho para conseguirlo, deben alertar al gobierno argentino sobre la situación que atraviesa su principal socio político y económico.
Es difícil pensar muchos desarrollos en Argentina sin Brasil, pero en el presente es necesaria una mirada estratégica sobre la situación en el continente y nuestros potenciales aliados y/o adversarios extracontinentales.