Brasil se juega mucho más que una elección presidencial. La posibilidad latente de Jair Bolsonaro de alcanzar la Presidencia pone en jaque los acuerdos democráticos alcanzados por las fuerzas políticas desde el fin de la dictadura en 1985 y su posterior cristalización en la Constitución de 1988.
En ese marco, es importante preguntarse ¿Qué nos puede deparar una eventual presidencia de Bolsonaro? Por sobre todas las cosas una gran incertidumbre, pero también algunas certezas que pueden surgir en torno al perfil autoritario que el ultraderechista pretende inyectarle a su presidencia. Si bien entre el dicho y lo hecho hay un largo trecho y gobernar un gigante como Brasil es más complejo que ser el candidato de un sector social enojado, cansado o decepcionada con la política, sus postulados no dejan de ser preocupantes para el futuro de la democracia en el país vecino.
De alguna manera se trata de saber que posibilidad tiene el excapitán del ejército de institucionalizar su condición de diputado bravucón que lo tiene hace tres décadas dentro del sistema político. ¿Cerrará el Congreso por decreto como dijo en 1999? ¿Impulsará la posesión de armas para resolver los problemas de la seguridad pública como prometió en campaña? ¿Meterá preso a Fernando Haddad? ¿Abandonará la ONU y exterminará a la izquierda? Solo lo sabremos una vez que asuma el poder, siempre y cuando obtenga la victoria. Por el momento, solo son bravuconadas.
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De todas formas, vale la remarcar tanto los riesgos como la estructura de poder con la que cuenta para lograr, como nunca antes se había visto desde el retorno democrático, ningunear a los partidos políticos tradicionales y confrontar con los medios masivos de comunicación como O’Globo y Folha de Sao Paulo. “En un sistema presidencialista de coalición cualquier presidente tiene que acordar con el parlamento”, dicen todos los especialistas. ¿Seguirá siendo así?
Allí nos encontramos con dos sectores clave que funcionan como base de sustento del candidato del Partido Social Liberal, las Fuerzas Armadas y la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD). La primera goza de un prestigio mucho más alto de lo que podemos pensar los argentinos y encontraron en Bolsonaro el empuje para tener incidencia en asuntos centrales de la esfera pública. Ya sea con militares retirados o con la cúpula del ejército actual, las Fuerzas Armadas serán parte del diseño de las políticas públicas de Brasil y contará una mayor representación en el parlamento. Por su parte, la IURD a través de su fundador Edir Macedo, hizo público su apoyo y alineó inmediatamente al bloque de los evangelistas. Los medios que les responden, como Record TV, y buena parte de sus fieles que en algún momento votaron a Lula se volcaron a Bolsonaro por considerarlo el candidato capaz de “resolver la crisis moral que atraviesa el país”. En 2016, Marcelo Crivella, sobrino de Macedo, ganó la alcaldía de Río Janeiro demostrando el aumento de la representatividad electoral de estas propuestas.
Bolsonaro tiene que devolver favores y, en el caso del sector evangelista, se expresará en la asignación de tierras fiscales para la construcción de templos (y suculentos negocios inmobiliarios), recursos y licencias para los medios de comunicación de los que son propietarios. Esto le permite a Jair enfrentar a los medios masivos de comunicación en plena campaña electoral a pesar de las denuncias en su contra por recibir financiamiento ilegal de parte de empresas para instrumentar la estrategia electoral de las noticias falsas vía whastsapp.
Otro favor que será devuelto es a quien le dio el tiro de gracia al sistema político brasilero, el juez Sergio Moro quien viene negociando un lugar en el Supremo Tribunal Federal que será ampliado de 11 a 22 integrantes. De no ser así, el poder judicial tiene con que condicionar a un gobierno sin mayorías parlamentarias y denuncias por financiamiento ilegal. Sabemos que en Brasil un vaso de agua y un juicio político no se le niega a nadie, y la cárcel, mucho menos. La Justicia buscará conservar el poder que, paradójicamente, el PT le permitió acumular y controlar cerca del 2% del PIB, cuando en el mundo entero normalmente es el 0,6 por ciento. Como bien señala el periodista Pablo Giuliano, “Bolsonaro es hijo de la anomalía institucional generada por la Operación Lava Jato”.
¿Qué pasa con la economía?
Mucho se habla de la homofobia y misoginia de Bolsonaro, largos debates se producen sobre si es fascista pero poco se dice de lo que propone en términos económicos. En una primera etapa se dijo con certeza que el cerebro económico del posible presidente de Brasil es el neoliberal Pablo Guedes y con él vendrían una serie de reformas del neoliberalismo clásico.
Sin embargo, el programa del “Chicago boy” y ex asesor de la dictadura de Augusto Pinochet en Chile entró en tensión con un sector de las Fuerzas Armadas que espera un modelo liberal y desarrollista-industrial (en el amplio sentido de la palabra) más parecido al que implementó la dictadura. Cabe destacar que, a diferencia del gobierno de facto de Argentina, en Brasil no se aplicó un neoliberalismo financiero ni en tiempos de dictadura ni durante la década de los 90. De hecho, Bolsonaro propuso asesinar al entonces presidente Fernando Henrique Cardoso cuando este intentó avanzar en un esquema de privatizaciones de empresas públicas. Es decir, ni Bolsonaro ni los integrantes del ejército son neoliberales como Guedes, y el futuro de la economía de Brasil oscila entre la Escuela de Chicago y el espíritu de Mario Henrique Simonsen. De la resolución de esta interna vendrá la certeza de como impactará una eventual presidencia de Bolsonaro en Argentina y la región.
Por lo pronto, vale la pena preguntarse si la buena relación que Jair Bolsonaro dijo querer sostener con Estados Unidos, la confirmación de abandonar el pacto de París y sus fuertes críticas a las Naciones Unidas son indicios de un nuevo unilateralismo parecido al de Donald Trump en Estados Unidos. De ser así, significarían pésimas noticias para Argentina que aún abraza la multilateralidad del proyecto global que supo impulsar Barack Obama y la Unión Europea y que hoy, definitivamente, está en crisis. Asimismo, el amor por Washington, ¿significará un cambio en las relaciones con China? ¿Qué pasará con el enorme mercado que Brasil tiene con los países árabes si estrecha vínculos fuertes con Israel que lo lleven a cambiar su política exterior respecto de Palestina? El ultraderechista se bautizo en el rio Jordan en 2016 y paso a llamarse Jair Messias Bolsonaro. Este hecho fue, además, el sello que lo unió tanto con Israel como con la IURD.
Si se termina imponiendo la generación del 64, ¿cómo reaccionarán los mercados que confían en Bolsonaro por tener a Guedes como gurú económico? Recordemos que pretende incorporar a representantes de las finanzas en un futuro Gabinete como el CEO para América Latina del banco estadounidense Bank of America (representantes de Goldman Sachs en Brasil), la telefónica TIM (perteneciente a Telecom Italia), el director del banco español Santander, el titular del Banco Central, Ilan Goldfajn (ex FMI y Itaú Unibanco) y Sergio Eraldo de Salles Pinto, socio del fondo de inversiones Bozano.
Autoridad, orden y jerarquía
“Las minorías tienen que adaptarse a la voluntad de las mayorías”, dijo Bolsonaro hace un tiempo en un acto público. “Los afrodescendientes no sirven para nada, ni siquiera para procrear”, sostuvo en un charla con la comunidad judía en Rio de Janeiro. ¿Locuras? Así piensan muchos de los votantes de Bolsonaro que consideran que los negros, indígenas y pobres no tienen derecho a estudiar en una universidad o no toleran que un tornero metalúrgico haya llegado al más alto cargo que un ciudadanos brasilero puede aspirar.
Sus electores confían en que tiene autoridad para tomar las riendas en tiempos de crisis, orden para encaminarla y jerarquía para que todos estén en el lugar que les corresponde: la mujer en la cocina, el pobre en la favela y el rico accediendo a los beneficios.
¿Estamos cerca de una aventura fascista como denuncio Lula en su última carta? La democracia brasilera esta cayéndose a pedazos y el anormal funcionamiento institucional de un país que supo ser ejemplo mundial nos ha llevado a naturalizar que Lula este preso sin pruebas y que el ejercicio de la política signifique un riesgo para la vida y la libertad como le sucedió a Marielle Franco. Todo indica que con Bolsonaro será peor, aún a pesar del propio Bolsonaro.
Pensar estratégicamente
El Partido de los Trabajadores tiene una enorme tarea por delante, sea cual sea el resultado del balotaje. Pensar estratégicamente implica organizar la reacción y consolidarse como única alternativa al terremoto venidero.
Si se logra dar vuelta la tendencia, será central no volver a cometer el error de recostarse en la superestructura y la bonanza económica para construir una base de sustento que le permita enfrentar a factores de poder que están dispuestos a todo.
Por el contrario, la instrumentación del frente por la democracia no puede ser una decisión coyuntural para ganar una elección sino que debe ser la estrategia del amplio espectro progresista para la etapa que se viene. Allí deberán confluir mujeres, partidos de izquierda, socialdemócratas, grupos religiosos, sindicatos, movimientos sociales y todos aquellos que consideren de suma urgencia la construcción de una fuerza propia amplia y heterogénea que pueda discutir por abajo el consenso alcanzado para que Bolsonaro esté en el lugar en el que está. El rol histórico del PT es ser la centralidad en la recomposición de la democracia.
*Director de @ResumendelSur