Al mismo tiempo que el gobierno de Estados Unidos y algunos de sus socios siguen alertando que una invasión rusa a Ucrania es "altamente posible" o "inminente", la guerra separatista que estalló en el este ucraniano en 2014 y que ya provocó más de 14.000 muertos y un millón de desplazados, recrudeció en las últimas horas con varios ataques en el frente de batalla, la mayoría del lado controlado por Kiev, incluidas zonas pobladas.
En apenas unas horas, autoridades ucranianas, líderes separatistas pro rusos y la prensa internacional en el terreno denunciaron 29 violaciones al frágil alto el fuego que rige en la zona en conflicto: ataques de artillería, con morteros y lanzagranadas. Fotos de la prensa mostraron desde casas dañadas hasta un jardín de infantes, donde, según medios locales, los niños fueron evacuados apenas momentos antes del impacto.
De un lado y del otro se acusaron de haber iniciado los ataques, una escena que se repite cada vez que se viola el alto el fuego acordado por Rusia, Ucrania, Francia y Alemania en los llamados acuerdos de Minsk 2, que establecieron una tregua como base para negociar una resolución pacífica del conflicto, algo que nunca pasó.
Ucrania volvió a quedar en el centro de la pulseada de las potencias mundiales en los últimos meses: Estados Unidos y sus aliados europeos denunciaron una movilización de entre 130.000 y 150.000 militares rusos alrededor de las fronteras de Rusia y Bielorrusia con Ucrania, mientras que Moscú sostiene que se trata de ejercicios militares soberanos y aprovecha para exigir, una vez más, que Ucrania no ingrese a la OTAN, la alianza bélica creada por las potencias occidentales al inicio de la Guerra Fría para frenar cualquier posible expansión de la entonces Unión Soviética.
Lo llamativo es que esta escalada se concentró por ahora exclusivamente en la posibilidad de una invasión rusa, casi sin mencionar o tomar en cuenta la guerra que está devastando a parte de Ucrania desde hace casi ocho años y en la que tanto Rusia como las potencias europeas ya son actores relevantes.
Sin embargo, hoy ese conflicto, que sigue muy vivo, volvió a recrudecerse y a colarse en medio del cruce de amenazas y denuncias entre Estados Unidos y Europa, por un lado, y Rusia, por otro.
El frente diplomático
Rusia hoy tomó una decisión muy fuerte: expulsó al número dos de la embajada de Estados Unidos en Moscú, Bart Gorman. El funcionario hacía poco menos de tres años que estaba en ese país, el Kremlin aún no dio una explicación formal y el Departamento de Estado ya advirtió en un comunicado que está "analizando" cuál será su respuesta: "La acción de Rusia no fue provocada y consideramos que es un paso más en esta escalada."
En paralelo, la confrontación pública continuaba en el Consejo de Seguridad de la ONU y con las giras de líderes europeos a Rusia. Hoy le tocó al canciller italiano, Luigi Di Maio.
En la sede de la ONU en Nueva York, el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, volvió a acusar a Rusia de estar buscando una excusa para invadir a Ucrania y trató de apurar frente a las cámaras a los representantes del gobierno de Vladimir Putin: comprométanse públicamente a no invadir y listo, les sugirió en más o menos palabras. La respuesta no llegó de la otra punta del salón, sino desde Moscú, donde a su par ruso, Sergei Lavrov, le tocó hoy recibir a su colega italiano en el incensante desfile de dirigentes europeos por Moscú.
Lavrov, a diferencia de la Casa Blanca, vinculó el conflicto separatista en el este ucraniano con la tensión actual. Acusó al gobierno estadounidense de solo hablar de la libertad de Ucrania para aliarse con quien quiera -una alusión clara a sus aspiraciones de ingresar a la OTAN y la Unión Europea- y no del "resto de los compromisos" que, dijo, asumió con Rusia.
"Semejante actitud deshonesta se observa en su enfoque hacia los Acuerdos de Minsk", aseguró el veterano diplomático ruso y agregó sobre el recrudecimiento del conflicto separatista: "Esperamos que nuestros oponentes de las capitales occidentales, de Estados Unidos y la OTAN, usen su influencia para evitar que las autoridades de Kiev incrementen la tensión en la zona."
Los Acuerdos de Minsk
Los Acuerdos de Minsk no solo establecieron un alto el fuego que hoy está en peligro de extinción, sino que además lograron frenar el momento más caliente de la guerra: Rusia reconoció que las dos provincias donde milicias pro rusos se levantaron en armas y dijeron fundar dos repúblicas independientes son parte de Ucrania, pero siempre y cuando el Estado ucraniano acepte negociar una autonomía y una amnistía para los separatistas. Esto no sucedió por lo que el conflicto continúa y el gobierno ucraniano sigue acusando a Moscú de apoyar militar y financieramente a los milicianos.