El Partido Laborista hizo ayer una elección histórica en Reino Unido que le permitió volver al poder después de 14 años. No solo superó los 326 escaños necesarios para lograr la mayoría absoluta sino que quedó muy cerca de los 418 escaños que consiguió el laborismo con Tony Blair en 1997, la mejor perfomance que tuvo el partido de centro izquierda. La elección confirmó la caída del Partido Conservador, que tuvo su peor resultado en términos de escaños desde hace más de un siglo, y la exitosa campaña que hizo Nigel Farage, el líder de ultraderecha la frente de Reform UK.
Las dudas que se abren a partir de hoy son varias. El líder laborista Keir Starmer deberá terminar de darle forma a un programa de gobierno que muchos analistas consideran ambiguo, una decisión que fue estratégica para romper la hegemonía conservadora. Los británicos pedían a gritos un cambio y el laborismo hizo del cambio una campaña. "Los conservadores son el caos, nosotros la estabilidad", decía Starmer y prometía un gobierno de largo plazo, frente a las salidas indecorosas de Lizz Truss y Boris Jhonson; la primera luego de tener el mandato más corto de la historia al quedarse sin la banca de los mercados, y el segundo por el escándalo del Partygate al trascender que Jhonson celebrara encuentros durante la etapa más restrictiva del covid-19.
Otra de las grandes dudas radica en cómo será la oposición al laborismo, y en particular el tono que asumirán los conservadores que, a diferencia de lo que suguerían algunas encuestas, no quedaron destruídos. Hicieron su peor elección histórica pero no quedaron por debajo de los 100 escaños como vaticinaban algunos sondeos. El dato de color es que varios ministros conservadores, como el de Economía y Defensa, se encaminaban anoche a perder sus bancas en la Cámara de los Comunes.
MÁS INFO
Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.
"Depende de quiénes sean los diputados conservadores electos ahí vamos a ver qué tipo de estrategia de defensa van a diseñar. Todo depende de si quedan moderados o no", apuntó en diálogo con El Destape el profesor de Ciencia Política en la Universidad de Oxford, Ezequiel González Ocantos. Es que en Reino Unido los escaños se asignan al candidato más votado en cada uno de los distritos y eso no se sabe hasta que no esté contado el último voto. Además, este sistema electoral hace que no haya una traducción directa entre un buen resultado a nivel nacional y la cantidad de bancas.
"El punto con los conservadores es si van a querer parecerse a Reform UK, como lo hicieron hasta ahora, o si van a diferenciarse", agregó el profesor de Ciencia Política. La clave de la derrota de los conservadores es que apareció un partido que le robó el electorado. Reform UK trabajó una plataforma antimigrante y de austeridad fiscal pero marcando diferencias con el partido histórico. Las encuestas que se difudieron en las últimas semanas marcaron que gran parte de los votos que perdió el Partido Conservador se había ido con Farage. González Ocantos apuntó que tanto el laborismo como los conservadores se radicalizaron cuando perdieron de forma vergonzoza. Con la victoria de Blair en el '97, los conservadores se fueron aun más hacia la derecha y los laboristas cuando perdieron contra David Cameron en 2010 se corrieron más a la izquierda. "En términos históricos, uno pensaría que los conservadores ahora hicieran eso. Pero la diferencia es que antes no había opción más a la derecha que ellos", agregó el analista. La pregunta es si serán una versión B de la ultraderecha.
Pasada la medionoche, Farage festajaba que hicieron una elección mejor de lo que esperaban y los datos preliminares confirmaron que al menos en tres distritos al noreste de Inglaterra Reform Uk quedó en segundo lugar. En esos mismos tres lugares, en la elección del 2019, el partido del Brexit que se considera predecedor del de Farage había quedado en tercer lugar, lo que marca el crecimiento de esa tendencia. "La revuelta contra el establishment está en marcha", tituló Farage un video en el que celebró haber alcanzado casi el 30% en esos distritos.
La clave de la victoria de los laboristas, en tanto, fue armar una campaña destintada a un voto táctico. Por eso Starmer no consiguió una arrolladora mayoría de votos (hasta anoche se estipulaba que habían conseguido un poco menos que los que obtuvo Jeremy Corbyn en 2017) pero los que captó fueron clave. Y lo hizo con un viraje en su discurso que fue de la izquierda al centro. Starmer hechó mano del pragmatismo y sabe que el estrecho margen fiscal lo restringirá para maniobrar la economía. Por eso prupos no gastar más que lo que gastaron los conservadores.
"Al moverse al centro, el laborismo no mejoró de manera notoria su porcentaje de votos con respecto a la elección de 2017, que es la última que le fue bien pero si fue más eficaz. Este electorado es más amplio y distribuido más eficiente en los que hay que ganar para obtener mayoría", analizó González Ocantos. El profesor de Ciencia Política marcó diferencias entre el electorado que apoyaba a Corbyn y que hoy acompaña a Starmer: si el de Corbyn era urbano, de minorías étnicas y progresista; el actual es "más amplio social y demográficamente" y tiene un importante componente de clase trabajadora que en 2019 se había ido con Johnson. "Es una coalición electoral más diversa y eficiente. El Laborismo va a ganar muchos escaños por un margen más pequeño", concluyó.
El otro punto que se anotó el laborsimo fue en Escocia, adonde destronó al Partido Nacionalista Escocés y recobró el apoyo que supo tener en la época de Blair.