Reino Unido está a las puertas de dar un giro radical y correr al Partido Conservador de Downing Street luego de 14 años, aunque sin salvarse de la irrupción de los partidos de ultraderecha. Que vuelva el Partido Laborista con Keir Starmer a la cabeza se explica en primer lugar por el fracaso de las políticas de austeridad que fueron la bandera de los conservadores y no tanto por un renacimiento del laborismo, que si regresa lo hará con una pátina muy distinta al tamiz “socialista” de Jeremy Corbyn, que estuvo cerca de ganar en 2017.
La ambigüedad del proyecto de Starmer es lo que algunos analistas señalan como su talón de Aquiles. El viraje hacia el centro que hizo el Partido Laborista, y que le permite recuperar votos perdidos a manos de los conservadores en la última elección, no alcanzará para movilizar a las bases populares si es que las papas queman: el pragmatismo no enamora. "Yo tengo cierto miedo por la ambigüedad del programa del laborismo porque cuando Corbyn era líder el proyecto era muy claro, la gente estaba polarizada y sabía qué estaba votando y qué no. Lo mismo pasó cuando ganó Boris Johnson. Ahora, en cambio, la gente sabe ciertas cosas, como que quiere echar a los conservadores, pero no les queda muy claro qué van a votar. Y eso me preocupa porque si bien hay bastante unidad en el partido, para bien o para mal, en un tiempo cuando quizás la economía no crezca tanto pueden aparecer internas y ahí se va a notar que este proyecto pragmático de Starmer no tiene una base fuerte de apoyo popular, imprescindible ante cualquier crisis política", analizó en diálogo con este medio, el vicealcalde de Elstree y Borenhamwood y laborista, Daniel Ozarow.
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El Partido Laborista viene en franco ascenso desde 2022, empujado por los escándalos y el mal desempeño de los tories. A la salida de Boris Johnson por el Partygate, se suma el mandato fugaz de Liz Truss (batió el récord del mandato más corto en Reino Unido al aguantar solo 45 días como primer ministra) y la gestión con pocos resultados de Rishi Sunak, que va por la reelección.
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Este martes, el diario británico The Guardian compartió un sondeo propio que promedió todas las encuestas de los últimos diez días y ubicó al Partido Laborista con una diferencia arrolladora. La fuerza de Starmer acumula el 40,7% de intención de voto mientras que los conservadores suman el 20,7%. Para tener mayoría, el laborismo necesita 326 escaños y si consigue más de 400 se consideraría un éxito, evaluó en diálogo con El Destape el profesor de Ciencia Política en la Universidad de Oxford, Ezequiel González Ocantos. El tercer lugar, con el 17% de los votos, quedaría para Reform UK un partido de ultraderecha que captó gran parte del voto conservador gracias al carisma de Nigel Farage que hizo campaña con un discurso antisistema. Si bien se vende como ajena a la política, Farage lideró la campaña del Brexit, fue parte del Partido Conservador, y es posible que en esta elección logre por primera vez y tras varios intentos un escaño en la cámara.
En Reino Unido, el caudal de votos no tiene una traducción directa en cantidad de bancas dentro de la cámara: los escaños se asignan al candidato más votado en cada uno de los distritos, de manera que un buen resultado a nivel nacional no garantiza necesariamente muchos escaños. Por eso los análisis vaticinan que Reform UK no alcanzará muchas bancas. Pero si lo hará el laborismo que en esta elección cuenta con un electorado más "eficientemente distribuido". "Al moverse al centro, el laborismo no va a mejorar de manera notoria su porcentaje de votos con respecto a la elección de 2017, que es la última que le fue bien pero si va a ser más eficaz. Este electorado es más amplio y distribuido más eficiente en los que hay que ganar para obtener mayoría", analizó González Ocantos. El profesor de Ciencia Política marcó diferencias entre el electorado que apoyaba a Corbyn y que hoy acompaña a Starmer: si el de Corbyn era urbano, de minorías étnicas y progresista; el actual es "más amplio social y demográficamente" y tiene un importante componente de clase trabajadora que en 2019 se había ido con Johnson. "Es una coalición electoral más diversa y eficiente. El Laborismo va a ganar muchos escaños por un margen más pequeño", concluyó.
Más allá de las zonas grises en el programa de gobierno laborista, Starmer asumió algunos compromisos bien claros. Propuso cobrar un impuesto de "emergencia" a las ganancias multimillonarias de empresas energéticas; crear una empresa estatal de energía, que atienda la agenda verde, mejorar los servicios públicos y eliminar privilegios impositivos a las escuelas privadas. "No va a ser muy distinto al programa de Tony Blair pero con la contraparte de que el margen fiscal es menor al que tenía Blair; hoy la torta es más chica y las presiones más grandes", analizó González Ocantos. Starmer prometió "no gastar más que los conservadores".
González Ocantos apuntó que el laborismo, si gana, estará condicionado por el fantasma de Truss, que no fue bien recibida por los mercados y dejó el cargo de forma fugaz. "La peor pesadilla del laborismo sería que suceda algo así por eso son tan cuidadosos. Además el mercado de por sí los mira con más cuidado", sostuvo el analista. Un punto en el que la fuerza de Starmer marcará un cambio fuerte es en política exterior. Además, el Partido Laborista intentará reconstruir el vínculo con la Unión Europea golpeado por el Brexit.
En resumen, Starmer propone un equilibrio muy difícil: ejecutar un cambio real con respecto a los últimos 14 años, pero sin sacudir a los mercados; ser pragmático, pero con una identidad diferente a los conservadores. Una misión aún más compleja para un líder que no enamora por sus características, sino en contraposición a sus rivales.