Desde la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva, uno de los líderes que más impulsó -con ideas y capital político- la apuesta a una integración regional paralela e independiente del sistema interamericano de la Organización de Estados Americanos (OEA) con sede en Washington, la discusión sobre la importancia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), la posibilidad de revivir la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) e incluso de fortalecer y ampliar el Mercosur se multiplicó hasta alcanzar un pico esta semana con el encuentro multilateral en Buenos Aires. Apenas dos días después, el flamante embajador estadounidense ante la OEA, Francisco Mora, salió a defender a esa cuestionada organización internacional y dejó claro que, para la Casa Blanca, "es la única organización en la que los países democráticamente electos tienen representantes".
El presidente estadounidense Joe Biden envió un representante a la cumbre de la Celac de esta semana, el asesor presidencial especial para las Américas, Christopher Dodd, quien habló de la unidad del continente y recordó la historia compartida, pero con un discurso sin ningún ánimo confrontativo. No entró en ninguno de los temas que tensaron el debate -la vigencia de la democracia y el respeto a los derechos humanos en Venezuela, Cuba y Nicaragua, o la crisis y la represión en Perú- y hasta celebró la integración de una región que no lo incluye: "Una América Latina y el Caribe integrada, segura y próspera no solo es coherente con los valores y principios de los Estados Unidos, sino que también puede promover la paz entre las comunidades del Atlántico y el Pacífico durante estos tiempos complicados."
Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.
Pero, menos de 48 horas después, el mensaje que llegó desde Washington fue mucho más confrontativo: "La OEA es una organización multilateral indispensable. Es el único foro multilateral dentro de hemisferio occidental en el que no solo Estados Unidos está representado, sino que también es la única organización en la que todos los países democráticamente electos tienen representantes y todos están comprometidos a defender la democracia y los derechos humanos, especialmente en un momento en que estamos viendo la erosión de la democracia y violaciones a los derechos humanos en muchos países. Es ahora, más que nunca, que la OEA es muy importante."
Así abrió el embajador Mora su primera conferencia de prensa internacional, de la que participó El Destape, a menos de un mes de haber asumido la representación estadounidense en la OEA, la organización que expulsó a Cuba en 1962 y a la que abandonaron Venezuela y Nicaragua en los últimos años. El diplomático, que fue funcionario del Departamento de Estado durante el Gobierno de Barack Obama, también defendió a la organización continental con el argumento de que tiene la estructura institucional para actuar y no solo debatir. "La OEA tiene dentro de sus cartas normas, tratados, compromisos de todos los países para defender las democracias en la región, mecanismos concretos para llevar a cabo el compromiso con la defensa de las democracias", sostuvo.
La falta de institucionalidad y hasta de agenda clara ha sido una crítica común a la Celac, que nació justamente como un espacio para hablar de todo y entre todos -incluidos los que fueron expulsados o abandonaron la OEA-, sin reglas limitantes ni la presencia o influencia directa de Estados Unidos y, también, Canadá. La débil institucionalidad de la Unasur también fue centro de las críticas cuando, tras el cambio de relación de fuerzas regional a favor de gobiernos de derecha o centro-derecha, la organización se apagó hasta quedar básicamente en coma. La única organización regional que puede acreditarse de una institucionalidad más sólida, que incluso fue utilizada para defender la democracia en más de un caso, es el Mercosur. Sin embargo, este bloque, que nació con un objetivo mucho más económico que político, nunca tuvo la intención de construir una integración latinoamericana paralela a la que defiende y encabeza Estados Unidos.
MÁS INFO
Por eso, el embajador Mora hizo hincapié en que los países miembros deben "usar la OEA para dialogar pero también para tomar decisiones concretas", e hizo un llamado para "hacer a la OEA más relevante de lo que ya es".
Pese a la convicción de Mora, el hecho que el representante estadounidense salga a defender la importancia de la OEA y llame a todos los países miembro a fortalecerla, luego que toda la región se reunió en Buenos Aires a discutir sobre integración en el marco de otro foro que, formalmente no lo incluye a Washington, no parece coincidencia.
Tampoco parece coincidencia que la OEA haya perdido fuerza en la región en los últimos tiempos. Es cierto que ningún otro espacio tiene los medios para responder de manera rápida y eficaz a las crisis o conflictos en la región, pero también es cierto que la OEA fue cómplice explícito del último golpe de Estado cívico-militar en la región, el de Bolivia en 2019, cuando defendió el supuesto fraude electoral que sirvió de excusa para derrocar a Evo Morales. Por el contrario, actuó con muchísima más tibieza cuando tuvo que reaccionar ante la masiva represión a manifestantes en Colombia, durante el Gobierno del ahora ex presidente Iván Duque, y actualmente en Perú.
Más de un líder regional señaló al actual secretario de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, como el principal responsable del rumbo tomado por la organización, de la que depende, sin embargo, otros organismos que sí conservan su legitimidad, como la corte y la comisión interamericana de derechos humanos. Pese a la lluvia de críticas que pesa sobre el secretario general, en la conferencia de prensa de este jueves, el flamante embajador estadounidense lo defendió: "Almagro ha demostrado liderazgo en materia de derechos humanos (...) y ha jugado un papel importante en un momento de erosión de la democracia". Y luego aclaró: "Pero lo que importa es la institución, no quien la dirige."