En Lima, el presidente saliente (y derrotado) de Estados Unidos, Joseph Biden, se reunió ayer sábado con su par chino, Xi Jinping, en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico. Xi y la inauguración del megapuerto de Chancay (contralado en un 60% por la empresa estatal china Cosco Shipping y un 40% por una sociedad controlada por Transition Metals que compró parte de la minera peruana Volcan) fueron sin duda las estrellas del evento y opacaron por completo al líder norteamericano.
El megapuerto está diseñado para ser un centro logístico de avanzada en el Pacífico sudamericano (es el primer puerto inteligente de la región) y uno de las principales escalas del gran proyecto chino conocido como “la Ruta de la Seda” (Iniciativa de la Franja y la Ruta).
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Según las previsiones, la Terminal Portuaria Multipropósito de Chancay (nombre oficial) será un boom para el intercambio comercial entre nuestros países y Asia: se ahorrarán 23 días de viaje marítimo y un 20% del costo logístico. Brasil tendrá su salida al Pacífico y Bolivia su salida al mar. La obra terminada tendrá 15 muelles, grúas especializadas de 90 metros de altura y vehículos autónomos, entre otros avances tecnológicos. Se espera que produzca 4.500 millones de dólares más de ganancias y genere 8.000 empleos directos en Perú.
Como ya lo ha expresado de todas las maneras posibles la generala Laura Richardson, ex jefa del Comando Sur, la presencia de China en el continente es la peor pesadilla del imperio. El puerto de Chancay construido en el mismísimo “patio trasero” es, por lo tanto, una prueba irrefutable de la creciente debilidad de Washington (que no puede frenar a su rival) y de la progresiva fortaleza de Beijing, que no encuentra obstáculos.
La solución que ha encontrado la Casa Blanca, por ahora, es la de siempre: la militarización. Entre varias medidas (como la asistencia de 65 millones de dólares para Perú, que incluyen nueve helicópteros Black Hawk en los próximos cinco años, para la supuesta lucha contra el narco), el Departamento de Estado informó que “está tomando medidas para reforzar la seguridad en el Puerto de Chancay a través de asistencia técnica y provisión de tres escáneres de inspección de vehículos y cargamentos por un total de más de 8,5 millones de dólares (…) para asegurar que la carga que se desplaza a través del puerto no sea una amenaza para la seguridad del Perú”.
La inauguración del puerto de Chancay se realizó en el marco del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, siglas en inglés). Hubo 21 líderes presentes. La ausencia más relevante fue la del presidente ruso Vladimir Putin, sobre quien pesa una orden de captura internacional decidida por la Corte Penal Internacional.
Otro ejercicio interesante que refleja los tiempos que corren es comparar la reunión de APEC con la Cumbre Iberoamericana, realizada también esta semana, en forma paralela, en Ecuador. Esta comparación exhibe un drástico cambio en el intercambio comercial a nivel mundial y demuestra, claramente, que el ciclo occidental con eje en el Atlántico -abierto hace cinco siglos atrás-, ha caducado y otro, con epicentro en Asia y el Océano Pacífico, lo sucede.
APEC, una de las zonas comerciales más dinámicas del globo (60% del PBI mundial), concentró la expectativa mundial. En contraste, la Cumbre Iberoamericana está tan devaluada que la misma prensa hegemónica que hace apenas una década la promocionaba como “estímulo para la política regional”, hoy se burla de ella subrayando en sus titulares que “marcó el record de líderes ausentes”. De los 22 mandatarios invitados, además del presidente anfitrión, Daniel Noboa, y el rey español Felipe VI (su promotor), apenas concurrieron cuatro presidentes. Esta cumbre fue inventada por España al finalizar la Guerra Fría (1991), en plena expansión del neoliberalismo, para facilitar el desembarco de sus empresas (bancos, petroleras, aeronáutica, etc) en sus ex colonias americanas.
MÁS INFO
De APEC al G-20
El encuentro de países de Asia-Pacífico en Lima, inaugurado por una presidenta que llegó al poder de manera tortuosa, la peruana Dina Boluarte, buscó reafirmar la economía de libre comercio entre sus integrantes. Puertas adentro se discutían las líneas principales: crecimiento sostenible con inclusión y la innovación digital, entre otras. Pero fuera del recinto, las calles de Lima ardían de manifestaciones antigubernamentales.
Baluarte es la segunda dirigente más impopular del continente según un estudio de Latinobarómetro de 2023. La rechaza el 83% de los peruanos. Pesan sobre ella graves acusaciones de corrupción y violación de los derechos humanos. A fines de 2022 e inicios de 2023 las protestas ciudadanas fueron reprimidas con brutalidad con un saldo de 49 muertos.
Boluarte traspasó la presidencia pro tempore de APEC a su par de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol (también muy impopular, apenas 16% de apoyo). El presidente XI, por su parte, anunció que la cumbre de 2026 tendrá lugar en China.
¿Cómo será la reunión del año próximo en Seul? Es la pregunta del millón. La asunción del presidente Donald Trump el 20 de enero del año próximo deja un escenario abierto a cualquier variable. Hay quienes especulan que el republicano podría retirar a EEUU del organismo lo que sería, según presumen esas fuentes, un golpe para los países de APEC.
Este lunes 18 de noviembre se inicia otro cónclave de enorme importancia donde nuevamente coincidirán Biden y Xi, la cumbre del G 20 en Río de Janeiro. Al finalizar, el día miércoles 20, Xi tendrá una conversación bilateral con el presidente Lula da Silva en Brasilia. La reunión de los 20 países con mayor peso en el mundo abordará temas complejos para consensuar: desde la “alianza contra el hambre y la pobreza” hasta el cambio climático y un acuerdo internacional para gravar a las grandes fortunas.
Tanto Lula como Itamaraty temen que fracase el intento del G 20 de llegar a un documento final conjunto. El presidente de Argentina, Javier Milei (quien estaría acompañado por el flamante canciller Gerardo Werthein) podría ser la voz disidente.
En este encuentro, también se podrán observar los nuevos balances de poder mundial: se cruzarán varios de los integrantes del dinámico BRICS ampliado con ciertas potencias declinantes como las europeas, subsumidas en graves tensiones internas y externas, como la guerra perdida en Ucrania y la incertidumbre del nuevo gobierno de Trump que los pondrá en problemas.