El dramatismo de las imágenes que llegan desde Ucrania, la posición de debilidad en la que quedaron Estados Unidos y las potencias occidentales después de meses de amenazas grandilocuentes y la promesa de estos mismos países de que lograrán frenar el desarrollo de Rusia a fuerza de sanciones pueden hacer parecer que estamos ante una guerra histórica que cambiará el rumbo del mundo. Pero lejos de inaugurar un cambio de era, el conflicto en Ucrania está más cerca de haber desnudado el mundo que se viene cronstruyendo hace décadas.
1. ¿Es un conflicto distinto? ¿Se cruzó alguna línea que no se había cruzado antes?
Todos los conflictos tienen características y causas propias, eso es una obviedad. Pero en términos de derecho internacional y de objetivos militares y políticos, no parece haber nada nuevo en el horizonte. No es la primera vez que Rusia desconece la legitimidad de un Estado en una ex república soviética, invade y fuerza una renegociación su posición en el mapa de influencias de Moscú y la OTAN en Europa. El ejemplo de Georgia en 2008 está fresco en el recuerdo de los líderes internacionales. Tampoco es una novedad para los países que hoy denuncian los bombardeos y ataques rusos como ilegales. Estados Unidos y distintas coaliciones aliadas -que en algunos casos incluyeron a todas las potencias europeas y en otros solo a algunas- invadieron terceros países porque desconocían la legitimidad de esos Estados y tenían el objetivo expreso de derrocar al gobierno. Los ejemplos más presentes en la mente de todos son Afganistán en 2001 e Irak en 2003.
El hecho que Estados Unidos haya violado el derecho internacional de la misma forma que Rusia lo hace ahora no lo justifica en lo más mínimo. Pero sí demuestra que el presidente Vladimir Putin terminó apropiándose de las reglas de hecho creadas por Estados Unidos en el mundo unipolar que siguió al fin de la Guerra Fría. "Las acciones unilaterales y frecuentemente ilegítimas no han logrado resolver ningún problema. - había denunciado el líder ruso en la Conferencia de Seguridad de Munich de 2007- Hoy estamos viendo un uso descontrolado de la fuerza -fuerza militar- en las relaciones internacionales, fuerza que está hundiendo al mundo en un abismo de conflictos permanentes. Como resultado, no tenemos la suficiente fuerza para encontrar una solución íntegral para ninguno de estos conflictos. Encontrar una resolución política también se vuelve imposible. Estamos viendo un mayor desdén por los principios básicos del derecho internacional."
Tampoco se puede decir qué los bombardeos contra zonas civiles, incluso grandes ciudades como Kiev, sean una novedad, lamentablemente. De hecho, muchos de los periodistas y analistas internacionales que sí ven en esto una excepción lo hacen con un discurso abiertamente racista que se resume más o menos así: estas cosas no pasan en capitales civilizadas, como si las guerras que mataron a cientos de miles, obligaron a millones a escapar y destruyeron el futuro de varios países o territorios en las últimas tres décadas fueran inferiores.
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2. ¿Cambió la relación de fuerzas entre las potencias?
Otro argumento que ha circulado en estos últimos días es que el blef del gobierno de Estados Unidos y sus aliados europeos que el avance militar ruso dejó al descubierto ubicó a las potencias occidentales y, especialmente a Washington, en una posición de debilidad frente a una Rusia que salió empoderada. Pero el análisis de que Estados Unidos es una potencia hegemónica en descenso no es nuevo. Hay académicos que vienen argumentándolo hace décadas y el ascenso constante y cada vez más rápido de China no ha hecho más que darles la razón. De hecho, varios de los errores de cálculos políticos de los sucesivos gobiernos estadounidenses en política exterior han estado vinculados, justamente, a sus esfuerzos por conservar el poder incuestionable que supo tener.
Estados Unidos ya no es la primera potencia comercial, pero sí lo continúa siendo en el frente militar. La decisión de no enfrentar directamente a las Fuerzas Armadas rusas en el campo de batalla ucraniano no tiene que ver con una inferioridad bélica. Aunque se trata de uno de los sectores más secretos de un país, es muy difícil imaginar que Moscú tiene una ventaja tecnológica militar sobre Washington. Un escenario inverso, en cambio, parece más verosímil.
Por eso, la decisión de Joe Biden de no entrar en una guerra con Rusia se debe a lo mismo que evitó un conflicto directo durante toda la Guerra Fría: disuasión nuclear. Ambas potencias tienen capacidad nuclear y, por eso, Putin se lo recordó el domingo pasado a la OTAN cuando puso a sus "fuerzas de disuación" en máxima alerta. Lo mismo sucede con las potencias europeas, a las que además se le suma que un conflicto armado con consencuencias imprevisbles se dirimiría en las puertas de su territorio, no en Medio Oriente o África.
Otra posible explicación, según el director de estudios y economista del École des Hautes Études en Sciences Sociales (Escuelas de Altos Estudios en Ciencias Sociales, EHESS) de Francia, Jacques Sapir, es que "Ucrania no es una prioridad para Estados Unidos". "Ucrania no está en el corazón del interés de Estados Unidos, el corazón es China y Taiwán. Por eso, lo que pasa en Europa es secundario", explicó el veterano estudioso de la economía rusa a El Destape en una entrevista conjunta con Página/12.
Pero, aunque este conflicto no cristaliza una nueva relación de fuerzas militares o económicas entre Estados Unidos y Rusia, la lluvia de sanciones impuestas la Casa Blanca y sus aliados del G7 sí podrían forzar a China a mostrar cuánto ha avanzando en el frente financiero, otra dimensión en la que por ahora Washington sigue siendo la potencia hegemónica global.
3. ¿Las sanciones pueden asfixiar el desarrollo futuro de Rusia?
Como sucedió en 2014, cuando Rusia invadió con decenas de miles de militares -sin insignias oficiales, pero sin dudas tropas regulares- la península ucraniana de Crimea y luego la anexó a su territorio tras un referendo de dudosa legitimidad, Estados Unidos y las potencias aliadas del G7 limitan ahora su confrontación con Moscú a una estrategia basada únicamente en sanciones económicas, financieras y políticas. El propio Biden aclaró que esta estrategia no mostrará resultados en un corto plazo, sino que tardará pero, prometió, más adelante limitará la capacidad de crecimiento ruso, tanto en términos de financiar su investigación y desarrollo tecnológicos, como su posibilidad de exportar commodities, principalmente energía y alimentos, su principal fuente de divisas.
Para Sapir es exactamente al contrario: la lluvia de sanciones que los países del G7 impusieron en los últimos días puede complicar las finanzas y la economía de Rusia en el corto plazo, pero no a largo plazo. Además, acelerará el acercamiento de Moscú a China.
Hasta ahora, Estados Unidos, las potencias europeas y aliados como Canadá, Japón y Australia han impuesto sanciones contra Rusia para frenar el acceso de la deuda soberana a mercados occidentales, congelar activos del Banco Central y de varias instituciones financieras y empresas estatales y sacar a estos bancos del sistema de transferencias internacionales Swift, congelar activos y suspender pasaportes con beneficios de diputados, funcionarios, multimillonarios vinculados con el poder político en Moscú y hasta al propio Putin, y cerrar el espacio aéreo para aviones civiles y comerciales.
"Las sanciones que se impusieron son mayormente simbólicas", aseguró la semana pasada Sapir, pero adelantó que las que podrían sumarse -y luego se sumaron- siguen esa misma línea en el largo plazo. Primero, destacó que Rusia tiene una deuda pública relativamente baja (17,7% del PBI, según cifras de finales de 2020) y "el 80% está en manos de bancos chinos y el otro 20%, de bancos rusos". Segundo, sostuvo que el gasoducto Nord Stream 2 que fue suspendido por Alemania no había empezado aún a funcionar y, tercero, sostuvo que, ante las amenazas de las potencias occidentales, hace tiempo que Rusia busca una alternativa al sistema Swift junto con los chinos. "Por supuesto habrá problemas durante varias semanas, pero no habrá una interrupción larga de la capacidad del sistema ruso para hacer de transacciones", aseguró.
Lo mismo para sus exportaciones tanto de energía como alimentos. Sapir sostuvo que Rusia encontrará en China un comprador más que dispuesto y con dinero, incluso también un posible proveedor de tecnología, si ese mercado también se le cierra.
Por eso, si esta guerra puede significar un punto de quiebre en el orden internacional, no tiene que ver con Rusia, sino con la potencial oferta de China de un sistema financiero y comercial paralelo al creado por Estados Unidos y las potencias occidentales después de la Segunda Guerra Mundial. Es difícil imaginarse, sin embargo, que esto sucederá en las próximas semanas, pero esta estrategia de sanciones contra Moscú podría desnudar cuán avanzado está Beijing en este aspecto y, claro, acelerar el proceso.
Por el contrario, Europa no parece haberse preparado para este escenario y un posible cese o reducción significativa del suministro del gas ruso. Son varios los países europeos que tienen una dependencia muy alta: Austria, Finlandia, Lituania, Eslovaquía, Hungría, Polonia, Alemania e Italia, entre otras. La semana pasada, en una conferencia en Qatar, los principales proveedores de gas del mundo aclararon que no tienen la capacidad de reemplazar el suministro actual de gas ruso a Europa, si este se cortara, como ya sucedió antes, en 2008 y 2009, cuando Moscú entró en un conflicto diplomático con Ucrania. Además, Sapir explicó que aún, si Estados Unidos y aliados como Egipto enviarán este recurso energético a la Unión Europea, el bloque no tiene la capacidad para regasificar el gas líquido que importarían.
Por eso, cuando el gobierno británico propuso el domingo sancionar a Rusia limitando sus exportaciones de energía a países europeos, su sugerencia no fue incluida en la lista de medidas de la UE.
El orden internacional tallado por EEUU al desnudo
No hay duda de que la sanciones impuestas contra Rusia golpearán a su economía la semana que viene y seguramente durante varias semanas. Pero aún no está claro si el golpe será estructural, como prometió Biden, de la misma manera que nada indica que la pulseada ganada por Putin en el frente militar en Ucrania haya dejado una huella definitiva en el equilibrio de fuerzas entre las grandes potencias mundiales, especialmente en la hegemonía estadounidense.
En cambio, la situación actual parece haber desnudado el orden internacional tallado durante la era unipolar que lideró Estados Unidos desde el fin de la Guerra Fría: un andamiaje de reglas internacionales reivindicadas por todos los países que una y otra vez se ve obligada a acomodarse para cohabitar con las intervenciones militares unilaterales e ilegítimas de la superpotencia y, en los últimos años, potencias regionales. Rusia copió el modelo estadounidense que tanto denunció y, aunque es un antecedente peligroso, teniendo el problema de credibilidad que tendrán las amenazas estadounidenses y europeas desde ahora, no representa nada nuevo, ni para Moscú ni para Washington.
Lo que sí es peligroso es que, en un mundo en el que las potencias ya saben que pueden violar las reglas más fundamentales del andamiaje que dicen respetar, las voces que denuncian estas guerras u ofensivas unilaterales de manera constante y sin importar la potencia agresora y el lugar agredido son cada vez menos.