Menos de un año y medio después de abandonar la oficina de primer ministro después de 12 años ininterrumpidos en el poder, Benjamin Netanyahu consiguió este jueves la mayoría parlamentaria para volver a encabezar el Gobierno de Israel, nuevamente de la mano de aliados ultrareligiosos y de extrema derecha. Con el fin del escrutinio, la Comisión Electoral anunció que todo el bloque de derecha que lidera suma 64 de las 120 bancas del Knesset (Congreso). El premier saliente, Yair Lapid, y sus aliados de centro, en cambio, solo reunieron 51 escaños.
Los israelíes votaron cinco veces en menos de cuatro años y cada resultado desnudó una fuerte atomización, que obliga a la conformación de coaliciones muy heterogéneas que, luego en el poder, tienen muchos problemas para consensuar políticas y mantenerse en el poder. Eso le sucedió a Lapid y, por eso, tuvo que llamar a elecciones anticipadas. Y esta vez el electorado castigó a muchas de las fuerzas que formaron parte de esa coalición de Gobierno, como la tradicional izquierda sionista de Meretz o el otrora poderoso Laborismo. El primero no llegó a superar el umbral electoral y quedó fuera del Parlamento, el tercero apenas lo superó y logró sumar 4 bancas.
El apoyo mayoritario en el Parlamento para la vuelta de Netanyahu ya es seguro y, por eso, el propio Lapid felicitó a su rival e informó que dio instrucciones para preparar una "transición ordenada". “El Estado de Israel está por encima de cualquier consideración política”, dijo el premier saliente en un comunicado citado por el diario Times of Israel. “Le deseo suerte a Netanyahu por el bien del pueblo de Israel y del Estado de Israel”, agregó.
Ahora, será el protocolo estipula que el presidente Isaac Herzog, cuyo papel es principalmente simbólico, encargar a Netanyahu a formar Gobierno en los próximos 42 días. Pero todo indica que no necesitará mucho tiempo para hacerlo y que el Parlamento lo apruebe.
Mientras esta vez el escenario poselectoral no estará marcado por la incertidumbre de las ajustadas cifras en el Parlamento, sí está dominado por el temor a una asunción de un Gobierno con una orientación aún más extrema que la de los anteriores Ejecutivos de Netanyahu. La razón: la tercera fuerza en estas elecciones, que pasará de tener seis bancas a 15, es Sionismo Religioso, un partido con una retórica incendiaria antipalestina, antiárabe y anti-LGBTIQ+.
El principal referente de esta fuerza de extrema derecha religiosa, Bezalel Smotrich, ya dijo que quiere las carteras de Defensa y de Seguridad Pública, dos puestos claves en un momento en el que el conflicto entre israelíes y palestinos registra su mayor pico de violencia en siete años.
"Ya es hora de volver a traer seguridad a las calles, de restablecer el orden, de mostrar quién manda, ya es hora de matar a un terrorista que lleva a cabo un ataque", declaró Itamar Ben Gvir, el número dos de la lista de Sionismo Religioso. Ben Gvir es discípulo de un rabino racista, Meir Kahane, que fue expulsado del Parlamento y cuyo partido Kach fue calificado de "grupo terrorista" por Estados Unidos antes de ser asesinado en Nueva York en 1990.
Aún no está claro cómo quedará el gabinete de Netanyahu, pero por ahora el líder de 73 años le encargó a uno de sus hombres de confianza, Yariv Levin, que encabece las negociaciones del nuevo frente oficialista.