Leonardo Cositorto aconseja al presidente Javier Milei desde la cárcel. Afirma que le han hecho una cama. Unos años atrás, Cositorto soñaba dar consejos, pero levantando acaso una Copa Argentina, con chapa de campeón. Su mundo comenzó a derrumbarse en 2022 cuando decenas de estafados en Villa María, Córdoba, comenzaron a reclamar sus dineros en las oficinas de Generación Zoe, la firma de Cositorto que aparecía en camisetas de fútbol, en carteles de patrocinio y en remeras que lucía el DT mediático Ricardo Caruso Lombardi cada vez que aparecía en televisión.
Una fiscal abrió ese año la primera causa y, hace unos días, Cositorto fue condenado en un primer juicio a indemnizar con cuatrocientos mil dólares a un grupo de damnificados. Dijo el dictamen judicial que “la publicidad engañosa difundida en medios de comunicación y redes sociales fue clave” para concretar una estafa estimada de 120 millones de dólares. La vida de $LIBRA, la criptomoneda que hoy complica a Milei, es mucho más breve. Duró solo cuatro horas. Sin tiempo de subirse a la plataforma siempre ruidosa que ofrece el fútbol.
El mundo cripto lleva años como gran patrocinador del deporte. Equipos de la Premier League, en todo el mundo, en la F1, el Staples Center, la casa de Los Angeles Lakers, cambió su nombre por el de “Crypto.com Arena”. La cripto hoy bajo polémica en nuestro país está en versión “memecoin”. No hay que ser experto en el mundo cripto para advertir que, con ese nombre, allí puede haber algo extraño.
Detenido en 2022 en República Dominicana, encarcelado en Bouwer, en las afueras de Córdoba capital, con causas en cuatro provincias, Cositorto es recordado por su arenga en el vestuario de Deportivo Español. No le habla a los jugadores de táctica, sino de criptomonedas y billeteras virtuales, el premio si ganan, les dice. Y también les habla de fe. “¿Ustedes saben de qué están hechas las cosas? De materia prima. En las cosas que no se ven, la materia prima es la fe. La fe es la sustancia de lo que no se ve”. Los futbolistas gritan que sí y salen a ganarle al líder Ituzaingó, por la Primera C del fútbol argentino, un mundo del ascenso sin cámaras de TV, pero con historias que alimentarían varias series de Netflix, donde Cositorto sí tiene la suya. Deportivo Español autorizó a Cositorto a dar esa y otras arengas, como experto en coaching, y dueño de Generación Zoe, que aportaba dinero para pagar al equipo salarios “en pesos” y también premios especiales, buena parte de ellos en criptomonedas y a la billetera virtual que tenía cada futbolista, un funcionamiento onda show que servía para publicitar el negocio del empresario.
Tras una primera experiencia en Cañuelas, que acababa de ascender a la B Metropolitana, Cositorto puso cartelería, publicidad en la voz del estadio y redes sociales y camisetas de todas las disciplinas de Deportivo Español, a cuyo fútbol arribó como manager Caruso Lombardi. Español y Caruso dijeron siempre que, hasta que estalló el escándalo, Cositorto cumplió con todos sus compromisos, duplicando inclusive premios habituales de la categoría, a modo de incentivar a los jugadores. Cero queja. Y, también, cero autocrítica para advertir que estaban siendo usados para estafar a miles de ciudadanos.
Además de Cañuelas (300.000 pesos por mes) y Español (inversión mensual de 1.650.000 pesos), Cositorto fue sponsor también, entre otros, en Chacarita (ya Primera Nacional, una inversión proyectada de 25 millones de pesos). Impulsó equipos con nombre propio (Deportivo Zoe de Cañuelas y Zoe Atletic Club de Villa María, un proyecto obviamente fallido que incluyó nombres de peso, como los hermanos Diego y Rodolfo Graieb y Néstor Apuzzo (ex DT de Huracán), pruebas a 1200 jugadores, de los cuales 150 fueron aprobados, y hotel y comida para los que no eran de la zona.
¿Qué buscaba Cositorto arriesgando dinero en el fútbol? Ganar visibilidad. Ascender a Primera, ganar una Copa Argentina o, simplemente, vender jugadores argentinos a destinos exóticos, como sucedió con unos veinticinco futbolistas, trasferidos a Andorra, Tailandia, Finlandia y clubes de ascenso regional en España, entre otros, y en los cuales Cositorto también tenía intereses. El fútbol, simplemente, como plataforma para una estafa que terminaría siendo mucho mayor.