Jairo y Juan Falú, dos figuras consagradas y queridas dentro de la música popular argentina, emocionaron esta noche al público que se acercó al Centro Cultural Kirchner, donde se impusieron con un concierto profundo en homenaje a Atahualpa Yupanqui, de quien mañana se cumplen 30 años de su fallecimiento.
En el marco del cierre del "#Mica2022", Jairo y Falú evocaron al artista con un recital gratuito denominado "Tras la huella de Yupanqui", donde el cantante cordobés y el guitarrista y compositor tucumano recorrieron durante una hora y media parte del repertorio yupanquiano, un tesoro inmenso de la cultura nacional, abordado por ambos con sensibilidad y conocimiento, gesto valorado por una audiencia que los despidió aplaudiendo de pie.
"Los hermanos", "Camino del Indio", "Los ejes de mi carreta", "Zamba del grillo", "La olvidada" y "El alazán", fueron algunas de las canciones que la dupla interpretó con austeridad y solvencia en el Auditorio Nacional del CCK, retomando un segmento más intimista del espectáculo "Atahualpa por Jairo", realizado hace 25 años.
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En un pasaje de la noche Jairo recordó la importancia que tuvo para Atahualpa su compañera Nenette (su nombre completo era Antonietta Paule Pepin Fitzpatric), quien tras muerte en 1990 dejó un vacío inmenso en la vida del artista.
"Su mujer Nenette tocaba el piano maravillosamente y ella solía tocar para él obras de Chopin. Falleció en Buenos Aires y cuando Atahualpa tras su partida volvió a París, me dijo que se sentía como un trapo viejo. 'Quisiera estar en Alaska bajo la nieve', me dijo Atahualpa, que en ese momento era un hombre libre, pero también un hombre solo", recordó el cantante, quien volvió a demostrar su talento y su oficio de cantor.
Jairo y Falú -quienes habían conocido y tratado a Atahualpa en diferente grado, uno en forma accidental, el otro con familiaridad- abordaron esta noche, siempre dejando a la canción como protagonista excluyente; zambas, canciones, milongas, chacareras, vidalas y estilos que constituyen una sólida columna vertebral para cualquier antología del arte criollo.
Vestidos con saco y pantalón negro y camisa clara, ambos únicamente acompañados por un vaso de agua y una pantalla gigante de fondo en la que se apreciaban imágenes de Yupanqui (quien falleció a los 84 años en 1992) en sus diferentes etapas, además de paisajes, atardeceres y caballos.
La dupla interpretó con naturalidad, sin atriles, ni necesidad de alzar la voz en el caso de Jairo o de demostrar sus grandes virtudes como instrumentista en el de Falú, canciones del hombre que era capaz de afrontar el fervor festivalero sólo con su guitarra y su palabra profunda.
"Atahualpa iba a cantar en la ciudad de Nimes, que está ubicada en el sur de Francia, pero no pudo hacerlo porque antes lo sorprendió la muerte y en la Asamblea Nacional Francesa le hicieron un minuto de silencio, y estoy seguro que esa noche en Tucumán hubo eclipse de luna", dijo Jairo en los bises, antes de interpretar "Luna tucumana", clásica zamba que la dupla tocó acompañada por el canto del público, cerrando así una noche conmovedora en que los artistas se despidieron abrazados, hermanados por la música y ovacionados por la gente.
Así evocaron la obra de Héctor Roberto Chavero Haram, quien desde la infancia se bautizó como Atahualpa en referencia al cacique inca; el apellido Yupanqui se incorporó luego y su sonoridad remite, en quechua, al que viene de tierras lejanas para decir algo.
Hijo de padre ferroviario, estudió violín y guitarra desde los seis años con el profesor Bautista Almirón, que le presentó un horizonte distante del mundo rural que lo circundaba.
Los preludios de Fernando Sor y las transcripciones de Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann lo encandilaron de inmediato.
Sin embargo, Yupanqui iba a formar un lenguaje propio con el que alcanzó a atrapar caminos, paisajes, relatos de la vida cotidiana. "Los días de mi infancia transcurrieron de asombro en asombro, de revelación en revelación", recordó alguna vez.
Con información de Télam