(por Héctor Puyo).- El viernes 3 de junio se cumplirá un siglo del nacimiento de Alain Resnais, ese realizador francés del que nunca se tuvo en claro si perteneció o no a la "nouvelle vague" y que en 1961 recibió un premio de la Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión (Bafta) por dirigir la coproducción franco-japonesa "Hiroshima mon amour", una historia de amor físico entre una europea y un nipón que en su momento pareció el colmo de la osadía.
Lo cierto que "Hiroshima ", uno de los grandes clásicos del cine del siglo XX, se refería a muchas cosas más que al erotismo, como la guerra, la muerte y sobre todo a la soledad del ser humano, pero para las audiencias del momento tenía elementos ininteligibles; lo mismo que la próxima obra de Resnais, "Hace un año en Marienbad" (1961), que jugaba con la verdad y la simulación y daba saltos en el tiempo que luego fueron incorporados al lenguaje fílmico por los más disímiles realizadores.
Alain Pierre Marie Jean Georges Resnais nació en Vannes, en la Bretaña francesa, el 3 de junio de 1922 y, como aseveró un crítico extranjero, en la historia del cine hay un antes y un después de él. En los 91 años que vivió -murió en Neuilly-sur-Seine, Hauts-de-Seine, en 2014, año en que llegó a rodar "Aimer, boire et chanter"- su escritura cinematográfica fue reconocible e inconfundible, aunque ya no rechazada como al principio.
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Sus películas tenían una estructura musical, lo que las hacía atractivas aun para aquellos y aquellas que no supieran de música pero que se dejaban llevar por la cadencia de su narración, y poseían -poseen- un halo poético que hace de aquel cine un arte que definitivamente pugnaba por alejarse del teatro o de la novela, aun en ocasiones como "La guerra ha terminado", que tiene como fondo un guion de Jorge Semprún con base en hechos reales.
Su cine supera todo lo que se hizo antes, en lo formal y en lo conceptual, y fue tan revolucionario que se dice que sin la corriente ventosa de su estilo no se sabe si la "nouvelle vague" hubiera existido, un concepto de mover las cosas en la pantalla -incluso los personajes- que mantuvo hasta sus últimas obras.
Primero fue documentalista y desde 1936, a los 14 años, se interesó por la obra pictórica de personajes ya poco recordados como Oscar Dominguez, Lucien Coutaud, Félix Labisse, César Doméla y Henri Goetz y sin prejuicio alguno hizo en 1947 un corto publicitario para la marca Nestlé, que algunos le criticaron.
Hasta que en 1956 hizo estallar la pantalla con "Nuit et brouillard" (Noche y niebla), un cortometraje de 32 minutos de duración con relato en off de Jean Cayrol en el que mostraba desde el presente la barbarie de los campos de exterminio nazis, ya casi transformados en baldíos pero aún con huellas de la barbarie, y donde la alternancia del color y el blanco y negro no era asunto de capricho.
Sin que las víctimas se vieran más que en algunas insoportables tomas originales de crematorios y fosas comunes -registradas por los propios nazis- están allí en sus objetos personales rigurosamente seleccionados y amontonados, como esos miles de cepillos de dientes que gritan haber pertenecido alguna vez a la intimidad de alguien. Pese a sus intenciones, ningún cineasta, incluido Steven Spielberg, pudo superar el horror del Holocausto y las masacres simultáneas del nazismo como lo hizo la muestra de esos pequeños utensilios.
Aquel montón de documentales, algunos mudos, fueron su salto al cine profesional, ya que a diferencia de quienes lo hicieron desde la crítica en Cahiers du Cinéma Jean-Luc Godard, Claude Chabrol, François Truffaut, Pierre Kast, etcétera- destrozando o adorando filmes ajenos desde la máquina de escribir, él lo hizo con el ojo en la cámara, como Agnès Varda o Georges Franju. Eso sí, aunque no lo gritara como algunos de sus colegas, la política nunca estuvo lejos de su pensamiento.
Resnais se inscribió en el Institut des Hautes Études Cinématographiques (IDHEC), en París, donde tuvo como compañeros a Chris Marker coautor de "Las estatuas también mueren" (1953), con Ghislain Cloquet y Resnais y autor de la encomiada "La jetée" (1962)- y pese a su carácter bucólico disfrutó de años juveniles junto a Varda y su esposo Jacques Demy; también fue viudo de Florence Malraux, hija de André Malraux, y luego compartió su vida con la actriz Sabine Azema, 27 años menor, intérprete de varios de tus títulos y quien lo acompañó hasta el día de su muerte.
Abandonó repentinamente el IDHEC, fue montajista para obras ajenas de Varda, de François Reichenbach, entre otros- y en su propio largo "Ouvert pour cause d'inventaire" (1946) comenzó a experimentar con alteraciones de tiempo y espacio, esas que mantuvo hasta sus últimas obras y que le daban el extraño carácter musical que contenían.
En el Río de la Plata quedaron varios de sus títulos sin conocer, tal vez por el temor de distribuidores y exhibidores ante el desconcierto de ciertos públcos, pero llegaron a exhibirse aún en las grandes salas de estreno "Hiroshima, mon amour" (1959), con Emmanuelle Riva y Eiji Okada, "Hace un año en Marienbad" (1961), con Delphine Seyrig, Giorgio Albertazzi y Sacha Pitoëff, "Muriel" (1963), con Seyrig y Jean-Pierre Kérien, "La guerra ha terminado" (1966), con Yves Montand, Ingrid Thulin y Genevieve Bujold, "Lejos de Vietnam" (1967), un documental militante y colectivo a cargo de Godard, Joris Ivens, William Klein, Claude Lelouch, Resnais, Varda y Chris Marker, "Te quiero, te quiero" (1968), con Claude Rich, Olga Georges-Picot.
También se exhibieron "El caso Stavisky" (1974), con Jean-Paul Belmondo, Charles Boyer y un joven Gérard Depardieu, "Providence" (1977), con Dirk Bogarde y John Gielgud, "Mi tío de América" (1980), con Depardieu y Nicole Garcia, "La vida es una novela" (1983), con Vittorio Gassman, Ruggero Raimondi, Geraldine Chaplin y Fanny Ardant, "L'amour à mort" (1984), con Azéma, Arditi y Ardant, "Melo" 1986), con Azéma y Arditi,con Ardant, Azéma, Pierre Arditi y André Dussollier, "Smoking" y "No Smoking" (ambas de 1993 y con Azéma y Arditi), "Conozco la canción" (1997), con Azéma, Arditi, Dussollier y Jane Birkin.
Algunos de sus últimos títulos fueron "Pas sur la bouche" (2003), con Azéma, Arditi y Audrey Tatou), no vista comercialmente en la Argentina, "Corazones" (2006), con Azéma, Arditi, Dussollier y Lambert Wilson, y "Las hierbas salvajes" (2009), con Dussollier, Azéma, Anne Consigny y Mathieu Amalric, de la cual seguía brotando aquel ritmo musical inconsciente que era su marca de fábrica.
Filmó dos películas más, que no llegaron a estas playas, tal vez porque para las nuevas generaciones el nombre de Alain Resnais no gozaba del prestigio que había tenido en épocas pasadas, porque el cine a consumir comenzó a ser de origen estadounidense y porque algunos franceses, como Luc Besson, se desesperaban por transformarse en íconos de Hollywood.
Con información de Télam