Por estos días en el ámbito político se debatió la relación entre redistribución y crecimiento. Desde un lado del espectro se argumentó que se necesita redistribuir para crecer y del otro que no se puede distribuir sin antes crecer. Más allá de los buenos o malos diagnósticos, que son los que conducen a las buenas y malas políticas económicas, el debate sirve de excusa para repensar algunos problemas fundamentales de la economía local.
Empezando por los números esta semana el Indec difundió la evolución de la distribución del ingreso correspondiente al cuarto trimestre de 2020. Se vio allí que el Coeficiente de Gini, que mide la desigualdad en la distribución, bajó levemente en términos interanuales. Un Gini de 1 significa desigualdad absoluta y uno de 0 igualdad absoluta. El número pasó de 0,439 a 0,435. En el mismo período el producto se desplomó en torno al 10 por ciento. O sea, mientras se debatía si la distribución era una condición indispensable para el crecimiento, el techo cayó sobre las cabezas de los polemistas, porque en un año de derrumbe económico la desigualdad mejoró levemente. Se trata claro de una anomalía. En la historia reciente el Gini cayó ininterrumpidamente entre 2003 y 2013, desde 0,530 a 0,410 aproximadamente, acompañando el crecimiento del PIB, y desde entonces, siempre junto con el PIB, cambió de tendencia hasta alcanzar un nuevo tope de 0,451 en el segundo trimestre de 2020. Sobre la base de los números la única conclusión que puede inducirse es que en el ciclo largo de las dos primeras décadas del siglo XXI, el crecimiento de la economía mejoró la distribución.
¿Ello quiere decir que redistribuir conduce al crecimiento económico?
Los resultados del crecimiento son heterogéneos. Puede existir una relación entre crecimiento y mejora de las condiciones de vida, aun en condiciones de aumento de la desigualdad, como lo muestra el caso paradigmático de China. Finalmente se trata de una relación matemática, una torta más grande permite que incluso una porción menor del total signifique una magnitud mayor, como lo grafica el abandono de la pobreza de cientos de millones de personas en la potencia asiática. Sin embargo también puede ocurrir que un proceso de crecimiento empeore tanto la desigualdad como las condiciones de vida, como en la Argentina de los 90. Casos de mejora en la distribución con caída del producto, como el mostrado por los números del Indec, son mucho más raros, casi una anomalía. En las grandes recesiones, como la de 2020, puede ocurrir que las ganancias caigan un poco más que los salarios.
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Quizá el análisis cualitativo aporte un poco más de luz que el meramente cuantitativo. Lo primero que debe aclararse es que no es lo mismo la redistribución de la riqueza que del ingreso. La primera es un “stock” y el segundo un “flujo”. Para redistribuir el stock de riqueza se necesita una revolución. Redistribuir el ingreso se supone que es más sencillo, significa redistribuir entre salarios y ganancias el valor agregado en el momento de la producción. Este reparto surge de una relación de poder de mercado que se expresa en la puja distributiva. Suele señalarse como distribución ideal, sin base científica alguna, al famoso 50 y 50. En esta puja inciden tres factores principales: el nivel de empleo y los roles de las organizaciones sindicales y del Estado. A mayor desempleo, menor poder de negociación de los trabajadores. La amenaza de quedarse afuera del sistema siempre es peor que seguir ganando lo mismo o un poco menos. Nada tiene más poder disciplinador sobre la mano de obra que un desempleo elevado. Luego, esta relación puede ser parcialmente compensada por la profundidad de la organización sindical y su combatividad, así como también por la neutralidad o no del Estado en las negociaciones salariales. No obstante, no debe perderse de vista que el factor clave en materia de distribución es el nivel de empleo.
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Con estos elementos ya es posible formular la pregunta ¿La redistribución conduce al crecimiento? Aparece aquí otra de esas confusiones económicas que resultan ideales para perder lectores en el camino: la diferencia entre cambios de “nivel” y “tasas de variación”. Si por ejemplo con el producto en un “nivel” de 100 se aumenta el ingreso de los trabajadores desde una relación de 40-60 respecto de la ganancia empresarial a otra nueva de 50-50 ello significará un aumento de la demanda y del producto hasta un nuevo nivel de, supongamos, 110. La “tasa de variación” anual del PIB producto del aumento de la demanda (por el mayor ingreso de sectores con una mayor propensión a consumir) habría sido del 10 por ciento.
Si se observa con detenimiento lo que produjo la redistribución fue un “cambio de nivel” en el producto. Para seguir creciendo a una tasa del 10 debería volverse a aumentar la participación de los trabajadores a por ejemplo una relación de 60-40, y luego a 70-30 y así sucesivamente ¿Qué pasará cuando la relación sea 100-0? es decir cuando desaparezca la ganancia ¿se frenará el crecimiento? Lo mismo corre para la vereda de enfrente. Si la teoría es aumentar la ganancia para aumentar la inversión y entonces crecer ello también da como resultado cambios de nivel y no de tasa de variación. De nuevo ¿qué pasará cuando la relación salarios-ganancia sea 0-100 y desaparezcan los salarios? ¿se detendrá el crecimiento? Así se demuestra por el absurdo que no existe relación entre redistribución y crecimiento. Cualquiera sea la teoría la redistribución sólo provoca “cambios de nivel por única vez”.
Luego está la macroeconomía. Supóngase que mañana el gobierno saca un decreto que duplica los salarios. Ello provocará dos cosas. Primero los empresarios trasladarán progresivamente a precios su mayor costo de producción, poniendo en marcha un proceso inflacionario, luego el aumento de la demanda provocará un aumento de la producción y. con ella, de la demanda de importaciones. Como las exportaciones no aumentarán en proporción los dólares se volverán más escasos y caros, lo que también impactará en la inflación retroalimentando el proceso. Un shock de demanda que induce un aumento de la producción necesita dólares para financiar la suba de las importaciones. Sin este prerrequisito el crecimiento se frena a través de la inflación y la devaluación.
La conclusión preliminar es que la magia no existe. Para crecer y redistribuir se necesita paralelamente aumentar las exportaciones para poder financiar las mayores importaciones demandadas por el aumento de la producción. Dicho de manera sintética, sólo se puede redistribuir consistentemente si se transforma la estructura productiva. No es una cosa o la otra, son movimientos paralelos. La redistribución sola es una herramienta de corto plazo que puede ser útil sólo en determinados contextos y por un tiempo acotado, por ejemplo para salir de las recesiones. Si en el camino de la expansión no se transforma la estructura productiva se llegará a una situación de estancamiento. El problema es que en el plano político esto puede significar cambios de gobierno y de orientación de la política económica.