El Congreso de la Nación Argentina debatió las claves del acuerdo con el FMI, donde el ministro de Economía, Martín Guzmán, manifestó que "el acompañamiento del Congreso va a ser decisivo para actuar de forma que fortalezca a la República y nos fortalezca como estado Nación”. Además, agregó que el Fondo presentó un programa "para la recuperación y para la reducción de la inflación" y sostuvo que por esa razón el Gobierno asumió el compromiso de “cumplirlo".
Este hecho tiene un carácter excepcional porque no necesariamente los acuerdos con el fondo se han discutido en el parlamento. Sin embargo, no es la primera vez en la que Argentina renegociar un préstamo con el Fondo Monetario Internacional. Desde su creación, Argentina lleva más de 20 acuerdos con esta institución. Un culebrón bastante triste y complejo, con pocos (o ningún) programa han llevado un final feliz para el pueblo argentino. Historia conocida por todos, historia poco feliz, historia traducida en nuestras vidas cotidianas, en nuestras crisis, en nuestros sueños.
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Obviamente, el FMI nunca fue creado como herramienta para el desarrollo nacional. De hecho, este acuerdo que hoy se debate lejos está de ser el fin de una novela y ponerle el moño a una gran historia. Sin embargo, cada vez parece más costoso pensar un salto al vacío sin el FMI. Pero claramente esta semana de debate de un acuerdo posible en el Congreso no pareciera que vaya a estar lleno de festejos, ni por la oposición que tomó este préstamo, ni por el oficialismo que no festejó en ningún momento esta salida.
Pero, ¿Para qué está el FMI? El FMI está y estuvo siempre orientado al mismo objetivo: estabilizar las finanzas globales, creado después de la Segunda Guerra para ayudar a eliminar desequilibrios en el balance de pago en el marco de un sistema financiero internacional regulado, bajo los acuerdos de Bretton Woods. Ese FMI, tenía como objeto simplemente compensar algunos desequilibrios macroeconómicos de escasez de divisas para los países que formaban parte. En un sistema internacional controlado por los gobiernos y no por los mercados. Luego, esto se diluye con la caída propia de Bretton Woods y con crisis, que quizás volvamos a ver ahora, como la del Petróleo del ´72 que llevo a profundas crisis en la región.
En ese momento histórico, en los 40s, bajo el gobierno de Juan Domingo Perón, Argentina comenzaba a pensar seriamente en un proceso de industrialización, con el primer proyecto de incorporación de masas al estado. En un proceso de desarrollo constante y planificado. Los trabajadores empezaban a ser tenidos en cuenta en la distribución del ingreso y en la discusión de la agenda por el famoso 50-50. Pero este proceso de 1946 contó con un telón de fondo de crisis política y falta de acuerdos, pero principalmente tocó fondo en 1949 con un episodio de restricción externa producto del crecimiento.
Qué quiero decir: el talón de Aquiles del desarrollo económico argentino se hacía presente ya en ese momento. La economía argentina necesita de dólares para crecer por su propia estructura productiva, lo que implica es que para producir necesitamos importar insumos, maquinaria, bienes de capital para que las empresas puedan producir y generar ocupación, además de fomentar un mercado pujante con puestos de trabajo genuinos, pero a veces las exportaciones no crecen lo suficiente para generar esos dólares. Generando una demanda de dólares mayor a las que el país produce.
Desde ese momento hasta nuestros días, y a excepción de los períodos 1964 - 1974 y 2003 - 2008, la economía argentina no ha logrado sostener los procesos de crecimiento económico en el tiempo. Esto se debe a una crónica tendencia a generar déficits en el balance de pagos, es decir, que necesitamos más dólares de los que tenemos. Esto genera frenos al crecimiento y retracciones muy disruptivas como las de mediados de la década de 1970, la crisis de la deuda a inicios de los 80’, los picos hiperinflacionarios y la salida de la convertibilidad, a finales de 2001 (Waldman y Gómez, 2018).
Con esa gran dificultad que tenemos, hoy la Argentina se encuentra en una carrera contra el tiempo para poder encausar el camino del desarrollo nacional. La gran pregunta es si estamos a tiempo de revertirlo, de modificar el camino que quizás el FMI tiene planificado, si como sociedad estamos dispuestos a generar esos acuerdos necesarios para tener un país desarrollado.
La realidad nos choca de frente, nos pone en alerta. La realidad del 40% de pobreza producido por la crisis del gobierno de Cambiemos y la pandemia del Covid hace que no podamos evitar mencionar la cruda realidad. Nuestros pibes y pibas tienen serias dificultades para comer e ir a la escuela. El sueño de tener un trabajo digno parece más imposible.
Eso nos obliga a mi generación, los que nacimos en el ’88 con la democracia construida, gracias a la muerte de muchos, en este mes de marzo de memoria, verdad y justicia por culpa de la trágica dictadura del ’76. Esto nos obliga a pensarnos como una generación que no podemos perder más el tiempo, donde pongamos la necesidad de soñar un país maravilloso y ser quizás ese conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas, que corramos con un reloj, pero que hagamos que el resto de la sociedad no siga pensando que la única manera de generar el camino, para darle la vuelta definitiva a que la alternancia democrática no signifique que nuestros pibes caigan por debajo de la línea de la pobreza. Que generaciones se queden sin oportunidades, que la inflación sea una tortura para todas y todos. Creo que nuestra generación que vivimos los privilegios de los que nos conquistaron la democracia, nos conquistaron el estado de derecho, nos conquistaron esta Argentina con instituciones sólidas. No podemos permitir que la Argentina se vuelva en un teleteatro, en un show, en un escenario de mala política, sino que tenemos que recuperar el sentido más sano y profundo de la política y de la democracia para hablar en serio lo que necesita nuestro país.
Hoy se discutió la letra chica del acuerdo con el fondo, quizás lo más importante lo recordaba Wado de Pedro, sosteniendo que el acuerdo nos evita una catástrofe mayor, pero no nos resuelve los problemas estructurales de Argentina.
Esa Argentina que sigue chocando cíclicamente con la restricción externa, no sólo por la estructura productiva de base, sino por la dirigencia en su conjunto de tener ese plan superado a excepción de los años que dijimos para generar el cambio estructural.
Ese cambio estructural que es exportar más, producir mejor, que quiere decir utilizar nuestros recursos naturales para generar mayores capacidades productivas que se traduce en más trabajo y mejores vidas. Resignificar nuestros sueños. Para esto tenemos que estar a la altura de este cambio estructural. No nos podemos tomar en joda una renegociación un acuerdo con el FMI, que no nos tomemos en joda un presupuesto nacional, que no nos tomemos en joda el 50% de la pobreza juvenil, tampoco como dicen algunos, que se soluciona achicando al estado, con propuestas simplistas.
El mundo no estaría siendo sencillo para este trabajo, pero me parece que el compromiso es ese. Convertirnos como generación, en el conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas con ese reloj para explicarle a todo el mundo en Argentina que no tenemos más tiempo que perder. Que tenemos la obligación de pensar primero en las generaciones que estamos perdiendo, en los pibes y pibas que estamos perdiendo. De pensar que ese cambio estructural es posible. De planificar el desarrollo económico como lo hizo en su momento Perón, cómo consiguió modificar Cristina la distribución de la riqueza y aumentar el salario de los que menos tenían. Generar la reincorporación de los excluidos por el modelo nefasto neoliberal de los ’90, pero también tenemos la obligación más apremiante mientras explicamos que no tenemos más tiempo, que somos ese conejo blanco que le exigimos a todo el mundo que estén a la altura de la circunstancias, pero también tenemos muy en claro que el acuerdo con el FMI puede evitar una catástrofe, pero no nos garantiza absolutamente nada y solamente generando las capacidades criticas, una militancia activa, poder popular. Solamente con eso vamos a conseguir algo distinto esta vez y que sea un puente lo mas corto posible para recuperar efectivamente soberanía e independencia económica para sacarnos al FMI de encima, el fondo con que nos dejo Macri.
Este es el desafío y es la tarea que nos toca como generación para que la Argentina tenga la oportunidad de ser ese país desarrollado con equidad, crecimiento, oportunidades para todas y todos, donde los sueños sean posibles.