La forma de cuantificar los avances y retrocesos temporales en la economía, se realiza en función de lo sucedido en el mismo mes del año anterior, para que los factores estacionales de cada mes no dificulten esta estimación. Sin embargo, esa cifra, que según el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del Indec arroja para agosto un retroceso interanual del 11,6 por ciento, poco dice de la gestión del actual gobierno, pues como en todo el mundo, la pandemia ha significado el ingreso a otra realidad en la que el grueso de los países tuvieron caídas de dos dígitos.
Es por eso que para esta situación anómala, la comparación entre los meses de pandemia pueda dar una idea más certera del lugar en el que se encuentra la actual situación económica, por fuera del ruido diario debido a la actual situación de crisis.
En este sentido, resulta revelador un informe de la Universidad de Avellaneda, que exhibe el importante crecimiento de diferentes guarismos económicos, algunos de los cuales llegan incluso a un crecimiento interanual. Según apunta el informe, desde el Indec señalaron que la
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Utilización de la capacidad instalada en la industria (UCI) se encontraba en abril activa en un 42 por ciento, pero para agosto se había alcanzado el 58,4 por ciento, es decir un nivel similar al de los años 2018 y 2019, mientras que el EMAE industrial, creció un 47,1 por ciento en relación a abril e incluso un 11,7 por ciento en relación a febrero, último mes sin la pandemia.
Incluso, se verificó en dos sectores un crecimiento interanual, es decir una producción mayor incluso a los mismos meses del 2019 gobernando por la alianza Cambiemos. Uno de ellos fue la construcción, actividad privilegiada por cumplir con los cometidos de ser “mano de obra intensiva” y no requerir de ingentes divisas para su funcionamiento, donde elÍndice Construya de las 11 empresas líderes en construcción, exhibió en septiembre un incrementó del 18,5% en relación al mismo mes del año pasado. En tanto, otro de los sectores mano de obra intensiva, como la industria automotriz, marcó para septiembre un crecimiento interanual del 16,1 por ciento, gracias la producción de 32.149 vehículos.
Con todo, estas buenas noticias tienen un correlato concreto. Uno de ellos, es que los resultados se explican también por creciente nivel de apertura. Y es que la estricta cuarentena solo se cumplió inicialmente, pues más allá de su discurso público, y más por omisión que por acción, el gobierno modificó paulatinamente su enfoque y comenzó a privilegiar la economía sobre lo sanitario, una de las razones por las que Argentina se encuentra entre los países que mayores muertos poseen por millón de habitantes en la actualidad. El segundo, es que existe un amplio interrogante sobre la posibilidad de que esta recuperación sea sostenida y se derrame hacia otras actividades, no solo porque la “segunda ola” de Covid que se verifica en Europa podría llegar a la Argentina, sino por el elemento histórico y estructural de la “restricción externa”, es decir la carencia de dólares, profundizado por la mala praxis u otros intereses del macrismo, que agotó todo el financiamiento internacional que podría obtener la Argentina, sin generar una industria que reduzca su demanda y amplié su llegada de dólares vía exportaciones industriales.
En este aspecto, posiblemente lo más sorprendente sea que, en términos objetivos, el fantasma de la “restricción externa” debería estar alejado por algún tiempo, debido a que en la actualidad ingresan al país más dólares de los que salen, al punto que se estima que este año la balanza comercial llegará al superavit record de 15.000 millones de dólares, y en medio de un alza sostenida del mayor producto de exportación argentina, la soja, que orilló los 400 dólares por tonelada. También, a causa de las pocas divisas que serán reclamadas en los próximos meses, debido a la exitosa renegociación de la deuda con los bonistas privados y a una muy factible renegociación con el FMI.
Sin embargo, ninguno de estos elementos fue un impedimento para que poco tiempo atrás se opera una corrida cambiaria, en donde el dólar blue llegó a 195 pesos, y que solo pudo ser frenada en la última semana con acciones que implican un alto costo para el país, como bonos indexados al valor del dólar o la inflación por 254 mil millones de pesos y la “liquidación” de bonos de Anses en montos que no se lograron cuantificar, dentro de un contexto de pérdida de reservas en el que, por primera vez desde 2017, las mismas perforaron los 40.000 millones de dólares.
Si esta foto se da con el derrumbe de las importaciones, debido a que las mismas se desplomaron en un 30 por ciento a causa de la actual recesión, resulta complejo predecir que puede suceder a medida que la industria acelere su marcha, teniendo en cuenta que la misma es ampliamente dependiente de bienes de capital e insumos importados.
Por eso, ni el avance en la actividad económica y el panorama de alejamiento temporal de la "restricción externa", estratégicamente solapada por los medios neoliberales, ni el fuerte interrogante que plantea la futura demanda de dólares para la industria, así como la reticencia a la liquidación de divisas por parte de los sectores exportadores y su consecuente especulación por parte de actores económicos con capacidad de adquirir dólares, pueden estar ausentes en el análisis de un presente que dista tanto de una economía quebrada como de un futuro promisorio.
Tal vez sea ahora, cuando el gobierno está abandonando su estrategia defensiva frente a la pandemia, el momento en que pueda medirse su verdadera capacidad para gestionar la economía, en uno de los cuadros más delicados que tuvo la Argentina en su historia.