El deporte nacional dio otro impacto durante la semana. En una negociación relámpago, Gabriel Deck se sumó a la NBA y se transformó en el decimocuarto jugador argentino en llegar a la cúspide del básquet. Tras un paso exitoso por Europa y la Liga Nacional finalmente alcanza la competencia más alta de la disciplina, pero más allá de estas luces, su pasado cuenta con el apoyo en el patio de una escuela pública.
Colonia Dora es un pueblo que está a 30 kilómetros de Añatuya y a 160 de la capital de Santiago del Estero. Tiene, según el último censo, menos de cuatro mil habitantes. Ahí, hace 26 años, nació Gabriel Deck o "El Tortuga". Allí "Tortu" dividía su tiempo entre la pelota naranja, el trabajo en un campo de alfalfa para ayudar a su papá y la escuela N°731 Combate de San Lorenzo. De todos ellos, Deck le sumaba dos lugares para jugar al básquet: la cancha con 40° a la sombra que construyó con volantes de tractores en el amplio terreno de su casa o en el piso de baldosas del club Mitre. Sin embargo, el acompañamiento llegó en el patio del colegio.
Con facilidad para los deportes, “Tortu” mostraba su talento en todas las competencias deportivas. Desde fútbol hasta vóley. Un día, en la escuela, una docente lo vio, lo marcó y lo invitó a dar un salto importante para su futuro. Le abrió una puerta.. “La que lo vio fue una profesora. Paola Aguilar, ella le dice si quería jugar. Lo vio con aptitudes para el básquet y a partir de ahí se trasladaron a Santiago del Estero”, recuerda para El Destape, Jacqueline Chein, actual directora del colegio. Fue el arranque.
En la escuela N°731, actualmente, estudian más de 400 chicos. Es un punto de referencia para la región y no solo para los de Colonia Dora. Se acercan a estudiar de diferentes parajes cercanos. El colegio cuenta con un comedor y durante la pandemia entregaron bolsones de comida para cada uno de sus alumnos y sus familias. Muchos de ellos tienen que hacer varios kilómetros para llegar a la clase. Mientras cuenta esta actualidad, la situación se volvió un disparador para otro recuerdo de Chein: “Gabriel hacía cuatro kilómetros para venir a la escuela. A veces en bicicleta o caminando. Yo no fui su maestra, pero me acuerdo de que lo veíamos y que tenía muchísimo talento” y, además, agregó: “Se nos infla el pecho. Es un chico de acá, de nuestro pueblo. Nosotros tratamos de reforzar los valores que aprendió en su casa”.
En el caso de Deck, la escuela fue el punto de referencia y contención. Si bien jugaba en un club de barrio, Paola Aguilar, su profesora de educación física de cuarto a sexto grado, fue la que terminó de observar sus capacidad y motorizó el primer gran paso. En una entrevista con el diario El Liberal de la provincia norteña contó: “Era un chiquito totalmente talentoso. Un chiquito esponja, como le decía, porque lo que lo ponías a hacer, aprendía”. Esta misma docente fue la que lo motivó, con tan solo 13 años, a ir a Quimsa, uno de los clubes más importantes de la Liga Nacional de Básquet. La docente habló con la mamá, la convenció y así Gabriel fue, junto a su hermano Joaquín, a una prueba. En tan solo seis meses, Gabriel ya había sido invitado a una preselección nacional sub-15 en el Cenard en plena Ciudad de Buenos Aires.
Con el paso del tiempo, en una entrevista que le brindó a la CABB, Deck sumó algunos detalles a esa decisión que tomó con 13 años y recordó: “Fue muy difícil, pero también lo hicimos para sacarles dos platos de comida mis papás, la cosa estaba dura y Quimsa nos ofrecía departamento y comida. Por eso también nos fuimos”. Desde la llegada al conjunto de la capital santiagueña, el ascenso de su carrera fue más marcado que nunca. De Quimsa pasó a San Lorenzo, después Real Madrid y, finalmente, luego de tres años en España cerró su llegada a Oklahoma City Thunder. Compartirá liga con otro argentino: Facundo Campazzo, actual jugador de los Denver Nuggets.
Con la llegada de Deck, la NBA se volvió a nutrir de un talento argentino. En el 2020, la irrupción de, justamente, Campazzo y la elección de Leandro Bolmaro en el Draft fueron golpes fuertes para el deporte argentino. En el caso de estos últimos dos jugadores, el plafón de ellos también fue un organizador social: un club de barrio. Tanto el Municipalidad de Córdoba, de donde salió Campazzo, como el Almafuerte, de Bolmaro, no son instituciones con un nombre reconocido en la Liga Nacional de Básquet sino que son instituciones chicas, de barrio, en los cuales los chicos tienen su primer acercamiento a las actividades. Una vez más, el deporte argentino se alimenta gracias a los primeros receptores de talentos que tienen acompañamiento del estado: los clubes y la escuela.
Una semana antes de conocerse la noticia de Deck, otro reconocimiento llegó para el básquet nacional. Rubén Magnano, el técnico del equipo que se quedó con la medalla de oro en Atenas 2004, fue elegido para integrar el “Salón de la Fama” de la FIBA. Justamente el cordobés, tras varios años de estar en el alto rendimiento, volvió a las bases y empezó a trabajar en el Hindú Club, un mítico e histórico club social de Córdoba porque, desde hace unos años, su premisa es: “los clubes de barrio son la célula que mantiene viva al deporte”