UFC, la empresa más importante de artes marciales mixtas (MMA), se llevó la victoria más importante de su historia. Por un acuerdo de 335 millones de dólares, la compañía logró llegar a un acuerdo con más de 1200 peleadores que la demandaron hace 10 años por prácticas monopólicas. El punto medio alcanzado entre ambas partes evitó un pago de 1.6 mil millones de dólares, cifra que hubiese tenido que desembolsar la promotora si la demanda continuaba. Pero más importante aún, el acuerdo preservó el status quo.
“No forzamos a que UFC cambiara su forma de hacer negocios, que era el objetivo de la demanda. Está bien que recibamos una remuneración por el dinero que perdimos al no tener acceso a un mercado abierto y transparente. Pero la verdad, no estamos cambiando la manera en la que los promotores participan del negocio, y eso es un problema”, reflexionó en una conferencia de prensa el ex campeón UFC Randy Couture, una de las leyendas del deporte.
En 2014, Cung Le, Nate Quarry y Jon Fitch, competidores de UFC, presentan una demanda contra la promotora por violar la ley antimonopólica de Estados Unidos. Según el documento que presentaron los atletas ante la justicia: “UFC tiene el poder de un monopolio, que ganó, potenció y mantuvo en un plan anticompetitivo que se detalla aquí. UFC perpetuó un esquema ilegal para eliminar la competencia de posibles empresarios rivales a través del recorte sistemático de recursos vitales para su éxito, incluyendo extremas restricciones a la posibilidad de que peleadores de UFC participen en otras promotoras antes y después de su paso por la empresa. Además de que expropia los derechos de copyright de sus nombres y de que reciben una paga menor de la que les corresponde”.
Hay dos aspectos importantes en esta demanda. El primero, es que señala que los peleadores no son empleados, sino contratistas independientes que sufren severas restricciones. Y segundo, que reciben una paga magra a comparación de las ganancias de UFC. Esto alcanza a toda la pirámide social de la empresa. Por ejemplo, el ex campeón de Peso Completo Francis Ngannou ganó en su última pelea con UFC 600 mil dólares, en un evento de pago con alrededor de 300 mil compradores. Mientras que en su última pelea de boxeo, que vendió apenas 4600 copias, Ngannou recibió una bolsa de 20 millones de dólares.
Para Augusto Niez-Gay, periodista de Somos MMA y relator de peleas en el circuito argentino, “la gran ganadora de este acuerdo es UFC”. En ese sentido, especuló que una de las razones por las cuales se aceptó un tercio de lo que podrían haber ganado los peleadores es porque “los más conocidos no son estrellas como Conor McGregor , y los menos conocidos debían estar en la lona económicamente”.
Según documentos desclasificados durante el tratamiento del caso, en 2011 el ex campeón interino de peso ligero Dustin Poirier, que años más tarde le ganó dos veces a Conor McGregor, debutó en UFC con un contrato de 4000 dólares por presentarse más otros 4000 en caso de victoria. En ese mismo año Gray Maynard, un peleador que estelarizó un PPV con 270 mil ventas (cada una por 50 dólares), recibió 25 mil dólares de pago y un bono discrecional de 100 mil dólares más. El año anterior, el ex campeón Brock Lesnar recibiò una paga de 1 millón 375 mil dólares. Se exhibe de esta manera la disparidad de ganancias entre los competidores.
Uno de los objetivos de los peleadores que llevaban adelante la demanda era implementar el “acta Alí” en las MMA. Proveniente del boxeo, el acta Alí prohibía a las promotoras restringir los compromisos de los peleadores, permitiéndoles poder competir en empresas que les ofrecieran un mejor acuerdo. No obstante, con la caída de la demanda, UFC no tiene motivos para cambiar su manera de hacer negocios. “La demanda ya terminó. Habría que ver si el contexto obliga a que UFC ofrezca acuerdos más beneficiosos para los peleadores a través de un sindicato, pero no lo creo”, reflexionó Niez-Gay de Somos MMA.
El propio periodista descartó que la idea de un sindicato gane fuerza: “con esto quedó demostrado que los peleadores miran su propio ombligo y tratan de salvarse individualmente. Jorge Masvidal formaba parte de un grupo de peleadores que buscaba sindicalizarse y cuando su carrera resucitó pasó a hacer todo lo que UFC necesitó de él”.
Valuada en alrededor de 10 mil millones de dólares, con una exitosa red de sub promotoras, un propio streaming y varios de los peleadores más influyentes de la historia, UFC apuesta por una táctica de negocios que implica que un peleador raso necesite otro trabajo para sobrevivir, que uno de rango medio tenga que tener un emprendimiento como un gimnasio y que un competidor de rango alto busque una pelea de boxeo que lo salve económicamente. ¿Habrá chances de que los peleadores, que tardaron 10 años en llegar hasta este punto, tengan otra oportunidad de cambiar su contexto? Todavía no se sabe cuándo pasará el próximo tren.